Sobre las pinturas de María Lourdes Gaitán Alvarado
Abundando en sepias, ocres y sienas tostadas —todos ellos colores terrosos— como si el mismo Cristo y los intérpretes de su pasión quisieran estar atados a la tierra, convertida en escenario del más grande de los dramas que vieron los siglos, las manos inspiradas de María Lourdes (Malú para sus amigos) ha recreado los catorce pasos tradicionales del camino de la cruz o Vía Crucis.
Heredados de la espiritualidad franciscana que hunde sus raíces en la humanidad de Cristo, sin menoscabo a su divinidad, los nicaragüenses empezaron a recorrer el camino de la Cruz desde el momento mismo en que se encuentran aquellas dos culturas que dan origen al mestizaje. Por tanto, mestiza es nuestra Semana Santa, pletórica de sonidos, olores, colores y sabores.
Sonidos, incluso de origen prehispánico, como los del pito y el tambor en la procesión de San Benito en León cada Lunes Santo; como las solemnes marchas fúnebres y los alegres pasos dobles los Domingo de Ramos y Resurrección; sonido ronco de la matraca el Jueves y Viernes Santo. Olores como los del corozo, verdadera explosión de color y olor; del jilincoche, de las variedades de sacuanjoche como la mayito, la semilla, reina del volcán, orejona, sangre de toro, la viuda y la ropa lavada; el barbasco, el chivito, la viruta del pochote, todas ellas flores del pueblo para su Dios humanado.
Olores y sabores del pinol, del tamal pizque, del almíbar o curbasá, del pinol de iguana, del pebre de tortuga, de las tortas de sardina o ñundos, hoy en periodo de extinción.
Bajo el nicaragüense sol de encendidos oros, nuestro pueblo, eterno peregrinante, hace camino al andar. Romerías en carreta a Popoyuapa, a La Conquista, a los Calvarios de pueblos y ciudades. Fe profesional, extrovertida, comunicativa, como si quisiera hacer compañía al que sintió que “todos lo abandonaron y huyeron”.
En Nicaragua es fácil entender lo que algunos liturgistas afirman: el cuerpo también celebra. Por eso, entre nosotros, la expresión corporal se hace también oración.
Hoy vemos plasmado en el lienzo la expresión corporal que espiritualiza, y al mismo tiempo materializa, el dolor, la donación y el sacrificio. No son cuadros historicistas, abundantes en personajes y representaciones; son más bien lienzos un tanto esquemáticos que dejan lugar a que vuele la imaginación, se fecundice y supla lo que quizás podría hacer falta. Cada expresión, cada rostro y cada gesto es como una cala sicológica el personaje o momento representado.
Enfrentémonos, en el buen sentido de la palabra a alguno de estos lienzos, quizás el de la Verónica, para los griegos Berenice, Vero icono, es decir verdadero retrato. La palabra autorizada del más grande poeta cristiano de nuestro tiempo, don Pablo Antonio Cuadra, quedó plasmada en el texto del Vía Crucis leído y meditado por su Santidad Juan Pablo II el Viernes Santo de 1987:
VI. ESTACIÓN. LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS
El hombre fue llamado a ayudarte. Ahora la mujer se adelanta, entre la masa hostil, con audacia y delicadeza femenina.
Con vuelo limpia tu divino rostro
Sucio por el sudor, las salivas y el polvo.
Tus premisas, Señor, el amor grabando tu rostro salvador en quien te ayuda.
“Lo que hagas con el más pequeño de los hombres a mí me lo haces”
Pero he aquí que en el velo de la Verónica veremos con dolor tres huellas en tu rostro.
La huella de la burla, la huella de la profanación y la huella de la traición.
La huella de la burla —por que nunca se tejió burla más hiriente — la deja en tu rostro la Corona de espinas.
¡Señor: Nunca tejan nuestras manos falsas coronas para burlar la pureza de la mujer, la generosidad de la juventud o la necesidad de tus pobres!
La huella de la profanación queda en tu mejilla inflamada por la bofetada.
¡Oh mi Dios! ¡Que nunca nuestra mano ni nuestra palabra profanen el rostro del hombre que es tu rostro!
¡Que nunca nosotros, ni nuestros hijos seamos inducidos al
tenebroso placer de profanar lo sagrado!
La huella de la traición es la menos visible pero la más indeleble.
Es la huella del beso de Judas.
¡Oh Señor Jesucristo: este es el puñal que hiere más hondo:
La traición del amigo!
¡no permitas jamás, te rogamos que el amor se corrompa en traición
Y que el niño se escandalice
Y el joven pierda su fe
Y el pueblo quede huérfano de su Dios
Por la traición de sus discípulos!
Que no se repita jamás en tus labios para nosotros
El reproche que le dirigiste a Judas: “Amigo ¿A esto has venido?
Estos lienzos frutos de dos años de paciente e inspirado trabajo, están destinados a engalanar y enaltecer los muros del más antiguo Templo Colonial en pie en Nicaragua: La Parroquia de Nuestra Señora de Santa Ana de Niquinhomo. Se trata también del Templo de mayor longitud de nuestro país: diez varas españolas, más larga que la catedral de León.
Es la ofrenda de un alma talentosa perteneciente a una familia de artistas: la de Virginia Alvarado viuda de Gaitán.
Gracias a Malú por este testimonio de Fe, devoción y amor a Cristo y a su iglesia.
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