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Federico Fellini uno de los directores de cine que más ha sobresalido por sus filmes surrealistas. LA PRENSA/ARCHIVO.

Nueve: Fellini en Clave de “Kitsch”

Ocho y medio (1963), obra maestra de Federico Fellini, expone en visiones expresionistas y surrealistas la crisis existencial de un realizador de cine (Guido Anselmi, interpretadas por Marcello Mastroianni) que, a los 40 años, trata de encontrar sentido al caos en que ha convertido su vida.

Por Franklin Caldera

Ocho y medio (1963), obra maestra de Federico Fellini, expone en visiones expresionistas y surrealistas la crisis existencial de un realizador de cine (Guido Anselmi, interpretadas por Marcello Mastroianni) que, a los 40 años, trata de encontrar sentido al caos en que ha convertido su vida.

El filme fue llevado al teatro en Estados Unidos como espectáculo musical, con libreto de Arthur Kopit y canciones de Maury Yeston. Se estrenó en Broadway en 1982 con el título de Nine (Nueve), interpretado por el puertorriqueño Raúl Juliá y la bailarina francesa Lilliana Montevecchi (la gitana que muestra las piernas bailando sobre una mesa en Los contrabandistas de Moonfleet de Fritz Lang ).

Nueve (2009) es la versión cinematográfica de ese musical, dirigida por Rob Marshall (Chicago) y protagonizada por Daniel Day-Lewis, Marion Cotillard (ganadora del Oscar por La Vie en Rose ), Judi Dench, Penélope Cruz, Kate Hudson y Nicole Kidman.

No es la primera vez que un filme de Fellini es transferido al teatro y retrasladado al cine. La película de Bob Fosse, Dulce Caridad (1969), con Shirley McLaine como la proverbial prostituta con el corazón de oro, está basada en el musical homónimo, inspirado en Las Noches de Cabiria (1957) de Fellini, con Giulietta Masina como María “Cabiria” Ceccarelli.

Ocho y medio explora el mundo de un realizador “faldero” (gino-dependiente), uno de esos hombres (como F. Scott Fitzgerald, Ingmar Bergman, Woody Allen…) en cuyas vidas las mujeres desempeñan siempre un rol preponderante (la madre, la hermana, las amigas, las amantes, las esposas, las colaboradoras en el trabajo, las inalcanzables…).

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Al otro extremo de la escala (con toda la gama de variaciones intermedias) están los “chicos de vestidor” (tipo John Huston, el General Patton, John Wayne…), que prefieren la camaradería masculina en actividades violentas (deportes, guerras…). Éstos suelen ser más mujeriegos (con esposa permanente en casa) que los primeros, pues tienden a ver a las mujeres como objetos sexuales, no en plano de igualdad, como los falderos, propensos a involucrarse en relaciones sucesivas más o menos prolongadas.

Es imposible que un cinéfilo no perciba la versión cinematográfica del musical Nine como una herejía fílmica. Es verdad que convertir el filme original en espectáculo teatral es crear una obra autónoma en un medio diferente, como las óperas o los ballets basados en piezas de Shakespeare. Pero llevar este musical al cine es ponerlo a competir con Fellini en su propio hábitat, un entorno donde Nueve no tiene razón de ser.

Además, el estilo típicamente estadounidense de las canciones hace añorar la magistral partitura de Nino Rota, que dio su carácter distintivo a los sueños, recuerdos, fantasías y anhelos de Guido.

Al centro de la narración está ahora el gran actor inglés Daniel Day-Lewis (Oscar por Mi pie izquierdo y Petróleo sangriento) en el papel de Gido Contini. Pero, ¿qué interés puede despertar este supuesto director italiano que habla siempre en inglés con falso acento mediterráneo?

Una de las secuencias más entrañables de Ocho y medio es la de la Saraghina, la prostituta playera que tienta reiteradamente a los estudiantes del cercano colegio de jesuitas. Interpretada por Edra Gale, la Saraghina es una mujer obesa, prematuramente envejecida, que lleva al diablo en el cuerpo. Reencarnada en la cantante y modelo Stacy Ferguson, el personaje carece de sentido.

 

Otro elemento fundamental del filme de Fellini es la figura de la actriz, interpretada por Claudia Cardinale, la joven angelical que ofrece al protagonista maduro la oportunidad de recomenzar su vida, pero que él, retardado emocional, rechaza por sus propias inseguridades o porque, como repite Claudia, “nunca supo amar”. En el rol equivalente, Nicole Kidman reinterpreta al personaje como una mujer que viene de vuelta y que más que salvar al protagonista, lo hundiría.

Es probable que las personas que no conocen el cine de Fellini encuentren algo de interés en este nuevo filme, que es a Ocho y medio lo que El hombre de la Mancha es al Quijote de Cervantes. E incluso, muchos jóvenes, no familiarizados con el cine europeo en blanco y negro, se podrán identificar más con esta acartonada y glamorosa revisión de Fellini en clave de “Kitsch”.

La Prensa Literaria Franklin Caldera

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