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El lamento de la cigarra

A mediados de mayo comenzaron las lluvias, las recurrentes inundaciones, caídas de cables, los huecos en las calles, las infecciones respiratorias, el cólera, la malaria, el dengue, la leptospirosis, las moscas, los ratones y demás minucias a las que estábamos acostumbrados, pero no a lo que un aguacero dejó al descubierto.

Por Arquímedes González

A mediados de mayo comenzaron las lluvias, las recurrentes inundaciones, caídas de cables, los huecos en las calles, las infecciones respiratorias, el cólera, la malaria, el dengue, la leptospirosis, las moscas, los ratones y demás minucias a las que estábamos acostumbrados, pero no a lo que un aguacero dejó al descubierto.

En una de esas repetidas noches en la que estábamos Suspiro y yo esperando que el mundo se acabara, me llamaron de Auxilio Judicial Forense por el hallazgo ocurrido hacía pocas horas: la corriente de agua arrastró variedad de basura pero al bajar, quedaron esparcidos fragmentos de huesos y se presumía, eran humanos.

Manitas, el médico que me llamó y quien me servía de apoyo para las notas que escribía, estaba junto a otros especialistas recogiendo las muestras más pequeñas. Barrían la zona con la vista y utilizando las manos enguantadas como si fueran rastrillos, reunían material que a primera vista parecía inservible, pero en algunas situaciones, era determinante para esclarecer lo ocurrido. Observaban la evidencia, la medían, fotografiaban mentalmente la pieza recuperada y la metían dentro de bolsas plásticas. Otro grupo recolectaba las piezas más grandes clasificando y embalando lo obtenido para luego ser analizado en los laboratorios.

Un tercer conjunto de policías mantenía un cerco que hacía a los curiosos tener más curiosidad y se aglomeraban como si esperaran dulces o entradas para una piñata. El barrio entero se enteró de lo ocurrido y había ancianas que parecían haber salido de sus ataúdes, hombres que abandonaron la mesa de tragos, mujeres que dejaron el fogón encendido o niños que se salieron de su cama.

Era un espectáculo que nadie se perdía contribuyendo incluso a enriquecer los rumores y dando versiones sin haber visto nada.

Esperaban a los reporteros para lograr su instante de gloria y más tarde verse en los noticieros, festejarlo y recordarlo a sus familiares y amistades los viernes de borrachera, los sábados de goma, los domingos de culpabilidad y los lunes de resignación, porque era lo más que alcanzarían en sus vidas preocupadas, no por estar sin un centavo en la bolsa, total, era costumbre, sino por aburrirse de lo poco que pasaba a su alrededor.

Con esto olvidaban sus vidas marginadas, con carencias y sin salida en medio de una pobreza centenaria, heredada y pegada a ellos como si fuera garrapata. Se peleaban, discutían, vivían en fricciones con los vecinos, pero por ser recurrentes, no los emocionaba y por eso, nadie se movía de su lugar como si esperaran boletos para entrar a un concierto de rock. Presionaban, se empujaban, se reclamaban y en cuanto se aparecía otro equipo de noticias, salían a su paso a darle los informes.

Había diversas hipótesis manejadas por los especialistas y un centenar más se escuchaban entre los mirones, desde que los huesos provenían de un cementerio inundado, hasta aquélla de que a alguien del barrio se le descubría el negocio de matar perros y ofrecer su carne en las comiderías.

Los peritos encontraron piezas partidas de una mano derecha, tres tibias bastante maltratadas, un fémur, algunas costillas, la mitad de una mandíbula inferior y varias piezas dentales.

No se localizaron los cráneos.

No había rastros de prendas de vestir o de cabello.

Según Manitas, los huesos podían tener un año bajo tierra. Por los diminutos pedazos de piel restante y las pocas fibras de tela adheridas, presumió que estuvieron en un lugar húmedo envueltos con plástico y mantas.

No había mayor posibilidad de identificación sin el resto de las partes y a lo más que avanzarían, era en definir el sexo y la edad aunque estaba seguro que pertenecían a dos niñas de entre once y catorce años. Al hablar unos diez minutos sobre la información formal, Manitas me llevó fuera del alcance de los agentes, de los otros reporteros y me reveló que el asesino descuartizó a las víctimas con un objeto parecido a un machete.

A continuación, me explicó que sus afirmaciones sobre los meses bajo tierra, se basaban en los restos de una cigarra adulta de treinta milímetros de largo recuperada de entre la incompleta osamenta.

¿Y qué tiene que ver la cigarra?, le pregunté.

Me reveló que este insecto empieza su vida bajo tierra, donde las ninfas absorben el zumo de las raíces de los árboles y entre los cuatro y diecisiete años siguientes, emergen para aparearse, celebrar la vida con sus cantos que también anuncian el invierno, ponen sus huevos y mueren a mediados de abril, poco antes de iniciar las precipitaciones.

El culpable ocultó los cuerpos poco antes de entrar la temporada lluviosa del año pasado y la cigarra de alguna forma fue a parar junto a estos restos y volví a preguntar: ¿Las cigarras esperan diecisiete años para salir de debajo de la tierra y fallecer?


SOBRE EL AUTOR

Arquímedes González: “Durante mi carrera como escritor he publicado también el libro de relatos Tengo un mal presentimiento, que en el 2009 ganó el Certamen de Publicación de Obras Literarias del Centro Nicaragüense de Escritores. Además, he publicado las novelas Qué sola estás Maité y La muerte de Acuario. Este último relata la llegada a la Managua de 1889 del investigador británico Sherlock Holmes en busca del asesino en serie Jack El Destripador.

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“He sido finalista del V Premio Nacional de Novela Ciudad Ducal de Loeches de España, en marzo del 2010, finalista en la rama de Narrativa en los III y IV Premios Literarios de Ediciones Oblicuas de España en octubre del 2009 y octubre del 2010, Premio Accésit y Mención Especial en el I Premio de Novela Corta Katharsis de España en junio del 2009, finalista del I Concurso Internacional de Cuento Breve Salón del Libro Hispanoamericano Ciudad de México en diciembre del 2008 y obtuve una mención en Panamá en el Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán en el género de libro de cuentos en abril del 2007. Mis cuentos han aparecido en las antologías El futuro no es nuestro, escritores de la América Hispana presentada en agosto del 2008 en la revista colombiana Pie de Página, en el libro Voces con vida impreso en México en el 2009 por editorial Palabras y Plumas Editores, SA y dos de mis relatos integran la Antología Un océano en un pez de la Editorial Arte y Literatura de Cuba.

“Dicho libro fue presentado en la Feria del Libro de La Habana 2010. Mis relatos y fragmentos de novelas han sido publicados en la revista literaria nicaragüense El Hilo Azul, la centroamericana Carátula, Eñe de España, la revista colombiana Piedepágina y la revista literaria panameña Maga”.

La Prensa Literaria

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