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LA PRENSA/ CORTESÍA/ ULISES JUÁREZ POLANDO.

La palabra en poesía: Francisco Ruiz Udiel

Me relacioné con el poeta a través de la tecnología más avanzada, la generosidad de remitir las constantes informaciones actualizadas del quehacer literario, que refrescaban mi diario cotidiano. Conocí su pensamiento en las líneas rutilantes de una poesía llena de ánimo y sinsabores. Aunque interiorizada y plagada de nostalgias escondidas, la soledad y el temible sueño eterno deambularon en sus escritos. Aún así, estaba siempre en el monitor el mensaje animado de cada proyecto realizado, de cada publicación, de cada homenaje a otros, de los compromisos de la poesía con la sociedad, con ideas y nuevas concepciones sobre el incansable acontecer poético. Un poeta cercado por la ciudad y escapándose en sus pensamientos.

Por Jaime Serrano Mena

Me relacioné con el poeta a través de la tecnología más avanzada, la generosidad de remitir las constantes informaciones actualizadas del quehacer literario, que refrescaban mi diario cotidiano. Conocí su pensamiento en las líneas rutilantes de una poesía llena de ánimo y sinsabores. Aunque interiorizada y plagada de nostalgias escondidas, la soledad y el temible sueño eterno deambularon en sus escritos. Aún así, estaba siempre en el monitor el mensaje animado de cada proyecto realizado, de cada publicación, de cada homenaje a otros, de los compromisos de la poesía con la sociedad, con ideas y nuevas concepciones sobre el incansable acontecer poético. Un poeta cercado por la ciudad y escapándose en sus pensamientos.

En la carátula o en sus notas recordatorias, crónicas de tiempo, cuando el tiempo era su dueño, recreaba y trasladaba sus realidades a nuestras ilusiones y sueños. Su poesía trabajada, cincelada, burilada palabra a palabra, frase y sonido como cascada en el Salto de la Estanzuela. Era como orfebre, riguroso, oportuno, alegre y exigente, como se lo exigía la prisa que llevaba en este mundo desordenado y esmagante , traicionero y confuso. Falso y limitado, lleno de soledades, de un vacío inmenso en las exigencias de un poeta inquieto, con su pluma diligente para retener en sus pupilas el instante de pensamiento que le acompañaba, que le consentía.

El poeta y el hombre se fusionaron en el franco y sincero humanista, solícito y comprometido con el poder de la palabra, con el poder de las ideas, con el pensamiento generador de una poesía y crónica refrescante, entusiasta.

Ánimo y desprendimiento en aquel generoso corazón de grande poeta. De los incondicionales guardadores de la estirpe de la tradición poética de esta tierra-poeta. Con El Hilo Azul, como editor, deja una pequeña y suficiente muestra de su rigurosísimo interés por la excelencia, de producir lo mejor en las limitaciones actuales, como marco el esfuerzo y la calidad. Recordaba a Mario Cajina-Vega, con aquella edición a Manolo Cuadra, aquellas de preciosísimo cuidado, como santificadas.

Una reciente preocupación la tuvo, cuando su mochila con sus escritos y sus ideas, era llevada equívocamente, por un descuidado y somnoliento poeta, en la noche de elección de la directiva del CNE. Recuperada, nuevamente entre sus manos lo más preciado, respiró profundamente como el último suspiro que exhaló en su postrera despedida.

Deja un profundo ejemplo a los jóvenes y a los otros, por su casta de poeta y su nobleza humana, por su compromiso y su preocupación de servicio desplegado a favor de muchos poetas, pero tarde descubriendo que también necesitaba un poco de todo eso que había desbordado a los demás. Descansa, Francisco, que tu poesía será tu palabra.

La Prensa Literaria

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