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Joaquín Absalón Pastora.LA PRENSA/U.MOLINA

Mi encuentro con los clásicos

El próximo 20 de enero del 2011 en el Instituto de Cultura Hispánica, a las siete de la noche, presentó Encuentro con los Clásicos.

Joaquín Absalón Pastora

El próximo 20 de enero del 2011 en el Instituto de Cultura Hispánica, a las siete de la noche, presentó Encuentro con los Clásicos.

El abrazo con el pasado se dará en un libro prologado por Alejandro Serrano Caldera, cuyas páginas parten de la época del patriarca polifónico y contrapuntístico, Juan Sebastián Bach, sobriedad, alegría, espíritu animado, devota religiosidad, agua viva de la armonía, continuando el proceso evolutivo con Joseph Haydn, Amadeus Mozart, Ludwig Van Beethoven, Franz Schubert, Federico Chopin, Félix Mendelssohn, Gustav Mahler, la influencia de la música en el consagrado temperamento poético de Rubén Darío, la ópera en China y el dinamismo del jazz, la música clásica de América, cuya vigencia no ha caído desde que se montó en las torres del tiempo.

Mis lectores en La Prensa Literaria me preguntan de dónde nace mi afecto por la música. Lo explico en la introducción con una dedicatoria especialmente dirigida a mi progenitor Joaquín Evaristo Pastora —comerciante y orador— un verdiano incontenible en la alborozada disciplina de inaugurar las mañanas cantando en italiano un aria suya, a quien vivaba por su liderazgo en el tablado lírico.

El empeño de Don Giuseppe, decía en sus charlas, era mantener las esencias puras de la ópera, lo cual sostuvo el compositor hasta su final octogenario. Artífice de la teatralidad, del drama.

En ese ambiente de pasión por la música nací y crecí, viendo desde la infancia cómo se desenvolvía “la vitrola” con la voluntaria y placentera incitación de las manos en la manigueta dando vueltas, pasando en el transcurso del tiempo por todas las formas escalonadas de los mecanismos designados por la tecnología para ser los reproductores del sonido, hasta seguir con las últimas diminutas muestras, tan cómodas que pueden alcanzar en el bolsillo de la camisa.

No puedo olvidar dentro de la constante ilustración de esos ratos, retenidos en las esquinas veraces de la memoria, las referencias sobre la cultura en la capital.. Y contaba —caudalosa la anécdota— cómo se ejercía el gozo de la plasmación cultural en las casas de León y Granada. Era inolvidable la descripción del Managua del año 1915. Lo que era en el ámbito de la música cuando sus habitantes —jóvenes y viejos— rebasaban con su presencia el Parque Central para oír a la Banda de los Supremos Poderes ejecutando el concierto dominical, donde se solían poner programas distinguidos basados en autores como Rossini, Rosas, Weber, Strauss, nuestro José de la Cruz Mena y otros. Se compartía el pan celestial de la armonía, con las orejas abiertas para gozarla y la baba caída de contento.

Ludwig van Beethoven.LA PRENSA/ARCHIVO.

Poner la vista en la imagen del pasado, en sus estatuas olvidadas, amalgama un giro productor de quebrantos de la rutina y sirve de motivo para explicar a mis lectores, las razones por las cuales, desde la infancia hasta la madurez, tanto me enamoré de la música sin tocarla nunca, solo oyéndola y auscultándola, originando el apego en la influencia paternal.

Tomando la forma despiadada de los relámpagos, los días, los meses, los años, sin sentirse fueron transcurriendo. Dentro de ese vértigo cada uno debía buscar su ramal, su independencia, su porvenir, su guanacaste. Y así fue cómo la dedicación a la radiodifusión desde temprana edad me permitió seguir junto a los grandes maestros a través del montaje de programas especializados en la difusión de la música clásica. El primero se produjo en la Voz de la América Central, teniendo de aliado a José Francisco Borgen. Se llamaba La Música que Nunca Muere . Se transmitía a la primera de la tarde y fenecía con una glosa sobre el compositor escogido. Luego se trasladó a la noche, hora en que había que identificarse con las sonatas, con el brillo de la Luna. Al dejar de existir el medio donde se difundía, Radio Mundial, ya en la cumbre de la radiodifusión, dio alero a los excelsos del pentagrama. Rodolfo Tapia Molina y el autor de este libro nos unimos para realizar Sinfonías Matinales y Grandes Conciertos Sinfónicos del Mundo .

En julio del año 2000, Luis Sánchez Sancho me propuso la idea de escribir una columna especializada en música clásica en La Prensa Literaria, con el argumento de que poco espacio se daba a la importancia de ese arte, y me presentó a la poeta y periodista Marta Leonor González, mecena y sostén de mis artículos, dándome una bienvenida que agradezco y rubrico para siempre. Sencilla, tratable, sugerente en la conveniencia de los temas.

Encomio la accesibilidad y sensibilidad de Marta Leonor para quienes escribimos sintiéndonos en la llanura, donde abunda el placer de hacerlo, y no porque haya ninguna certeza de evaluarse como el escritor ubicado a la par de las estrellas en el firmamento de la literatura.

Wolfgang Amadeus Mozart.LA PRENSA/ARCHIVO.

Años después Cairo Amador Arrieta, presidente del Foro de la Cultura Nicaragüense, me hizo la prepuesta de escribir un libro, apoyado por esa prestigiosa institución, sobre los temas expuestos en La Universidad de Bolsillo, con el propósito de que el contenido llegue gratuitamente a los estudiantes de secundaria y a los universitarios, con la justificación de que poco o nada se le ha suministrado a ellos sobre la importancia de los clásicos de la música.

Revela este libro los perfiles escritos con la explicación absolutamente necesaria de que algunos de ellos —Bach, Mozart, Beethoven— no se habían publicado debido a la cantidad de páginas que llevan, no aptas para tener espacio en las limitaciones de “un tabloide” sí en un libro, y con la indicación de que ninguno de estos capítulos procede de la erudición académica de un musicólogo, sino de un “diletante”, de un aficionado para aficionados como lo diría Salvador Cardenal Argüello, a quien tantos méritos deberían reconocerse, fuente formidable de enseñanza y orientación, obediente con la proclama de Guizart “La música forma parte de la educación de un pueblo”. Sin quedarse atrás Lutero cuando se pronunció “La juventud debe estar educada en este arte divino”. Tal es el propósito que lleva Encuentro con los Clásicos ”.

De las columnas de música divulgadas en La Prensa Literaria surge la publicación Encuentro con los Clásicos , cuyo autor por más de cinco décadas nos ha orientado sobre los iconos que más han destacado en las artes melódicas

La Prensa Literaria

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