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LA PRENSA/AGENCIA

La tristeza viene

La tristeza viene Suad Marcos Frech  El aroma del jazmín musita su ausencia. Me extiende hasta su tumba; su ternura renueva alboradas, reinventa sortilegios, transforma mis palabras colocadas en su verbo.  Detengo el infinito rumbo de mi melancolía y pedazos de añoranzas florecen su amor y mi solemnidad de amarlo. Suena el laúd, sigue sonando ofrendas […]

La tristeza viene

Suad Marcos Frech
 
El aroma del jazmín musita su ausencia.
Me extiende hasta su tumba;
su ternura renueva alboradas,
reinventa sortilegios,
transforma
mis palabras
colocadas en su verbo.
 
Detengo el infinito rumbo de mi melancolía
y pedazos de añoranzas florecen su amor
y mi solemnidad de amarlo.
 
Suena el laúd,
sigue sonando ofrendas de soles y magnolias.
 
En mi vientre retoñan amapolas;
una algarabía de pájaros persiste
y los madrigales centellean versos.
 
La nostalgia alborota su existencia.
Los recuerdos no remedian mi angustia.
Palestina llora
y a mí se me viene la tristeza sin llamarla.

Te acoso

 Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?
Frida Kahlo
 
Renazco extendida.
Reconstruyo mi poderío.
No necesito piernas para moverte el alma.
 
El éxtasis crea sueños vigilantes,
germino,
me exalto intensa,
traspaso el mundo de tu mano.
 
Posees mis palabras:
persistentes,
decidoras,
vivificadas.
 
Rebaso las reflexiones;
me envuelvo en amaneceres
que te aguardan
al compás de mi piel estremecida.
 
Hemos fundando un horizonte atravesado
por letras insertas en la certidumbre
de tus palabras que brotan invadiéndome.
 
Menos imperfecta
no dejo de desearte.

 
Aunque nunca más dormite entre tus brazos,
me reúno en tu tiempo que persevera
en mi vocación de esperarte.
 
Mis sensaciones tientan tus espacios,
te merodean,
cultivo mis fértiles sueños
donde la confianza arde absoluta.
 
Se transforman las dudas en ensalmos a tu nombre
que me designa
esencial y única,
irremplazable.

Manifiesto

El tiempo ya no es imaginario,
un rostro sagaz
toca mi piel con la ternura.

Mi cuerpo abraza su lejanía luminosa,
me atavío con sus ojos,
con su perdurable caudal bravío.

Trepan sus hiedras por mi sangre,
brotan ramos y flores,
se apoderan de mi cuerpo.

Amanecen en mi pecho
rotundas
auroras colmadas de su risa.

Mis palabras habitan bitácoras en surco.
Lo amo recargada de jazmines.

La Prensa Literaria Poesía nicaragüense

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