Por Róger Almanza G.
Tras el escenario mayor, los técnicos y una conserje dejaban todo listo para terminar el día de trabajo. Ya pasaban las seis de la tarde y el Teatro Nacional Rubén Darío empezaba a quedar completamente vacío y envuelto en ese silencio casi sepulcral. El grito de la conserje rompió toda tranquilidad. “Dijo que había visto cerca del ascensor una sombra y aseguró que se parecía a doña Hope”, recuerda doña Susan de Aguerri, que fue directora del teatro durante diez años.
“Conocí el teatro como la palma de mi mano y nunca experimenté personalmente un susto o una aparición, aunque los demás empleados contaban muchas historias. Pero lo que contó esa noche la conserje asustó a varios, menos a mí… A mí me encantaría que doña Hope se me apareciera y poder platicar con ella”, comenta doña Susan.
Pero no ha sido la única vez que comentan que doña Hope aparece rondando en las cercanías del escenario mayor del teatro, hay quienes aseguran haberla visto entrando a los ascensores o pasando por los camerinos.
Hope Portocarrero DeBayle fue la esposa y prima del General Anastasio Somoza Debayle y madre de Anastasio Somoza Portocarrero, murió en Miami el 5 de octubre de 1991 y a ella se le atribuye la iniciativa de la construcción del Teatro Nacional Rubén Darío.
El teatro como institución no asume ninguna de estas historias que relatan los empleados; sin embargo, cada uno de los que actualmente trabajan en el interior del majestuoso edificio tienen alguna que contar.
Atrapados con la cámara
El profesor de actuación, Xavier Espinoza, ensayaba en marzo de este año para la obra “Bola de fuego”, junto con otro actor en el tercer piso del teatro, donde se ubica la escuela.
“Sentimos como si alguien pasó por el corredor. Fui hasta la puerta que estaba abierta y no había nadie. Normalmente, creo en presencias o este tipo de sensaciones; así que tomé mi cámara y empecé a tomar fotografías en todo el cuarto. Solo tomaba fotos, sin detenerme en algún punto en específico”, comenta el profesor Espinoza.
En su casa bajó las fotografías en su computador y una a una las revisó. “Me sorprendí cuando una de las muchas fotos que había tomado mostró claramente, para mí, dos rostros. Esto me dejó claro que, mientras ensayaba con mi colega, había seres espirituales en la misma sala”, apunta el profesor Espinoza, quien conoce el teatro como su propia casa, lo visita como espectador y como actor desde un año después de su inauguración, el 6 de diciembre de 1969.
“En el teatro hay muchas historias. Algunos las niegan por miedo y otros se resisten a ver o sentir porque son escépticos”, cree el profesor Espinoza.
Se dice que la mayoría de los teatros de la zona del West End, en Londres, tienen uno o varios fantasmas. Desde el fantasma sin cabeza que dicen que vaga por el Royal Theatre, y que es el más famoso, hasta la señora que enseña constantemente sus manos ensangrentadas en el Drudy Lane y el Old Vic Theatre de la estación de Waterloo.
Del Teatro Coyoacán en México se cuenta que una mujer entró al vestíbulo y se dirigió a un individuo armado con un plumero que quitaba el polvo a un cuadro. Preguntó por el director. Aquel sujeto no se dignó a contestar la pregunta, sino que se desmaterializó, como hacen los buenos fantasmas cuando alguien llega a hacerles alguna pregunta. Luego, se cuenta que la mujer entró varias veces en un estado misterioso y se ponía a escribir textos que no venían de su mente, además de que la caligrafía de su mano no era la suya. Del mismo teatro, se cuenta que una mujer joven, vestida de blanco, se aparece en muchas ocasiones; a veces en el escenario o camerinos, y otras en el segundo piso de las butacas. También se cuenta de un hombre anciano que aparece entre las butacas del público para ver las obras que le llaman la atención y se deja ver solo en aquellas representaciones que han sido de su agrado
La dama del teatro
Era la mañana de 1998 y el profesor Espinoza estaba solo en uno de los camerinos. “Sentí como que alguien más estaba conmigo y solo pude decir: ‘Pilar, no moleste’. Luego esa sensación rara que te da escalofríos se fue”, recuerda.
Ese mismo día, dice el profesor Espinoza, una de las conserjes vio desde el segundo balcón a una mujer que usaba un vestido largo de color blanco, cruzaba el escenario mayor. “Cuando salió del balcón y dijo lo que vio, le acercaron una foto de doña Pilar Aguirre y le preguntaron si era la mujer que había visto; ella contestó que sí”, recuerda el profesor Espinoza.
Nueve días
Los expertos en terrenos espirituales indican que, efectivamente, cuando una persona muere puede quedar confundida en el plano terrenal y quedarse en el lugar, manteniendo su rutina. “Es por eso que suelen verse en los lugares de trabajo o espacios donde siempre pasaban la mayor parte de su tiempo”, indica la experta en sanación espiritual, Dinarcelia López.
Hace once años, el teatrista Harold Aburto, en una tarde de ensayo en el teatro, se encontró a Marcos Pavón, quien fue técnico de sonido, y cruzaron un par de palabras. “Hacía su trabajo y lo saludé y me contestó”, relató Aburto a sus compañeros. Hacía un mes que Pavón había muerto en un accidente de automóvil. El evento consternó a todos los trabajadores del teatro y es de las únicas historias que las autoridades del teatro dan cierta credibilidad.
“Es fácil que el espíritu quede atrapado, sobre todo cuando hay mucho apego por los que quedan e incluso por el que se va… el llanto, la no resignación y las expresiones de dolor evitan que el espíritu haga su viaje hacia la luz”, explica Dinarcelia.
En estos casos, dice la especialista, “el espíritu tiene nueve días para retomar su camino. Por eso existen los novenarios, que es el tiempo en que uno puede ayudar al espíritu a llegar a su destino”, explica.
Y cuando no lo logran, “quedan atrapados, incluso por muchos años, hasta que encuentran a alguien que logra verlos, sentirlos, entenderlos y les brinda la ayuda para que puedan irse”, comenta la especialista.
Bromas del cerebro
Raúl Martínez es músico de Camerata Bach, otro artista que conoce el teatro como la palma de su mano. Aunque se muestra incrédulo ante estas historias, no pierde el respeto y cree en el sentimiento de quien las cuenta. “Son historias para el folclore y no voy a negar la duda de que pueden ser verdad”, dice Martínez.
La historia que puso a Martínez a pensar más en el tema de espíritus en el teatro ocurrió en el año 2008. Apenas eran las dos de la madrugada y los únicos dos guardias de seguridad estaban en la recepción conversando antes de ir a dar una ronda.
“Contaron que la planta telefónica sonó y era una llamada desde la cocina. El miedo les llegó, pero con arma en mano fueron hasta la cocina y, a como se esperaba, no había nadie”, cuenta Martínez.
El susto viene a la par de escalofríos, sensación de calor o de mucho frío, los pelos se erizan y comúnmente se escuchan sonidos que incrementan la sensación de terror.
Para el neurólogo Gerardo Alí Reyes, estas situaciones pueden ser una broma pesada de nuestro cerebro.
“En muchas ocasiones se trata de alguna ilusión o alucinación visual que forma el cerebro. Pasa, sobre todo, con alguna regularidad en las personas sanas que no padecen de ningún tipo de daño cerebral o alguna psicosis”, explica Reyes.
Heriberto Jirón es guardia de seguridad del teatro desde hace cuatro años. La noche de la vela del cantautor Silvio Linarte, en enero de este año, Jirón experimentó el miedo que muchos habían contado en esas historias de fantasmas que ocurren en el teatro.
“Eran las dos y media de la madrugada y fui al camerino 110. Fue raro que el apagador estuviera malo y tuve que iluminar con la luz de mi celular. Dejé la puerta abierta y entré al baño y, al salir, estaba una silla en medio de la entrada, justamente donde acababa de pasar. Solo yo estaba dentro del teatro porque a mi otro compañero le tocaba la ronda en el exterior”, cuenta Jirón.
Para el doctor Gerardo Alí Reyes, “el cerebro interpreta lo que el ojo ve y, cuando se está predispuesto a una situación de miedo, el cerebro puede relacionar las figuras y crear una ilusión”, dice.
¿Puede ser que la silla que vio Jirón haya sido una broma de su cerebro? Para el doctor es probable que sí.
Grandes espacios
El arquitecto Rafael Rizo trabajó en la remodelación de los camerinos del TNRD durante el 2011 y, como experto en estructuras, indica que los espacios como los del teatro están hechos precisamente para generar efectos de sonido de una manera especial.
“En muchos casos los sonidos en el teatro se pueden escuchar diez veces más fuerte que en cualquier otro lugar. Esto tiene que ver con el diseño estructural que ayuda que la acústica garantice la réplica de los sonidos en mayores decibeles”, explica Rizo para quien, además, las estructuras tan grandes como el TNRD pueden generar ruidos nocturnos, cuando todo está en silencio.
“Estas estructuras cambian de dimensiones debido al clima. Es imperceptible a la vista, pero se escucha”, dice Rizo.
Sin embargo, Dinarcelia López encuentra una explicación más “espiritual”. “Los espacios grandes, oscuros, húmedos y fríos resultan ser más cómodos para este tipo de energías”, asegura.
Mientras los ascensores del Rubén Darío continúan subiendo y bajando sin que nadie los active, algunas sombras o manchas blancas pasen por los espejos de los camerinos y se escuchen ruidos extraños en las salas y pasillos de este enorme templo, creer o no en fantasmas, en bromas del cerebro o que se trata de una vieja construcción será una opción de cada quien.
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