Por Róger Almanza G.
Una caminata de 800 metros espera al visitante que recorre las históricas ruinas de León Viejo, una ciudad enterrada por el tiempo y que poco a poco se ha presentado al público.
Cada segundo domingo de noviembre, las ruinas de la iglesia La Merced en León Viejo reciben a su patrona una vez más, en casa, como siglos atrás.
Aún en el sitio no hay restaurantes o bares que brinden al turista opciones de alimentos rápidos pero en el poblado Momotombo sí los hay, y con un presupuesto de 50 córdobas puede hacer una merienda rápida o bien almorzar con un presupuesto de 70 a 120 córdobas.
Descubiertas en 1967, estas ruinas han sido la pasión de muchos historiadores y de amantes del pasado, que han encontrado en ellas la abundancia con la que vivieron las 300 familias de españoles y de descendientes de españoles que habitaron León Viejo y las tristezas y desgracias que pasaron las 15 mil familias de indígenas que vivían en esta misma ciudad.
Llegar a las ruinas, cuya excavación inició un año después de su descubrimiento, es entrar en contacto con el pasado, con una ciudad fundada en 1524 y abandonada en 1610.
Las ruinas están ubicadas en León Viejo, lugar donde originalmente se fundó la ciudad de León, en el poblado de Puerto Momotombo, municipio de La Paz Centro, a 55 kilómetros de Managua, sobre la Carretera Nueva a León.
Para llegar debe ubicarse en el kilómetro 53 de la Carretera Nueva a León, tomar un desvío de ocho kilómetros hacia el norte, hasta el cruce del poblado Momotombo y luego un recorrido de tres kilómetros hasta llegar a la entrada de las ruinas. En la entrada de las ruinas deberá estacionar el vehículo, pues está prohibido usar dentro del sitio de las ruinas cualquier tipo de automotor.
De las 34 hectáreas que hasta el momento han identificado como las Ruinas de León Viejo, solo 18 estructuras han sido descubiertas y son siete las que presentan al turista. El resto de estructuras aún no han sido identificadas por lo que se mantienen aparte del recorrido.
ABRA SU IMAGINACIÓN
El recorrido inicia en la calle central, llamada en ese entonces como calle real, la cual era el escenario de los acontecimientos más refinados, como las tardes de paseo de las familias adineradas, o bien, de los eventos más macabros, como la arrastrada por caballos de aquellos condenados a morir en la plaza.
Su imaginación lo puede hacer ver aquellas personas caminando por la calle real, algunos comerciantes haciendo negocios, coches transitando la calle y casas coloniales edificadas a lo largo de ella.
Si se esfuerza un poco más, podrá ver más allá de las ruinas de la catedral, una de las más impresionantes edificaciones del lugar. Se conocía como la iglesia mayor y fue construida en 1525, encargada por Francisco Hernández de Córdoba, fundador de la ciudad y que fue decapitado en la plaza, frente a la iglesia, en 1526.
Además de la iglesia mayor, al rededor de la plaza que era el lugar donde se realizaban actos religiosos, políticos y sangrientos, se ubican las ruinas de lo que fue el cabildo, la casa del gobernador y la casa de fundición de oro, donde los indígenas llevaban el oro de las minas de Las Segovias para luego enviarlo a la corona española.
En el centro de la plaza fue erigido el monumento a la resistencia indígena en honor a la muerte de los 18 indígenas, ordenada por Pedrarias Dávila, el 16 de junio de 1528. Los cuerpos de los indígenas fueron descuartizados y tirados a los perros.
El edificio de fundición de oro fue construido en forma de L, ordenado por la corona española y sus ruinas dejan ver claramente cada habitación de la edificación.
Los indígenas llamaban a este lugar “la casa de los aullidos o casa de los lamentos”, ya que allí muchos indígenas fueron marcados con las mismas herramientas hirvientes con las que marcaban el oro. La razón, porque serían vendidos como esclavos a Perú o Panamá.
Aún no se conocen los límites de la ciudad pero se supone que uno de ellos pudiera ser las ruinas de la llamada Fortaleza. Está ubicada en el lugar más alto de las ruinas, y es el último espacio que visita el turista. Desde aquí se resguardaba la ciudad y se mantenía alerta ante cualquier amenaza.
Llegar a la fortaleza resulta ser un final especial, pues se observa el imponente volcán Momotombo como parte de la Cordillera de los Maribios, también se ve la isla Momotombito que era un santuario de los indígenas. Se aprecia el Monte Galán y el Cerro del Hoyo y por supuesto que podrá ver el pueblo Momotombo que se ha formado a la par de las ruinas.
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