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Alarmas y sirenas

El trabajo para ellos empieza mucho antes que en el Mercado Oriental se active nuevamente la alarma de incendio. Herminio López, de 40 años, y Alfonso Cabrera, de 38, son dos rescatistas de la Cruz Roja Nicaragüense que viven en medio de sirenas, ambulancias que corren a alta velocidad, accidentes de tránsito y la misma muerte.

Por José Denis Cruz

El trabajo para ellos empieza mucho antes que en el Mercado Oriental se active nuevamente la alarma de incendio. Herminio López, de 40 años, y Alfonso Cabrera, de 38, son dos rescatistas de la Cruz Roja Nicaragüense que viven en medio de sirenas, ambulancias que corren a alta velocidad, accidentes de tránsito y la misma muerte.

A ellos dos ya nada les impacta. Se han acostumbrado a ver sangre, huesos salidos de sus extremidades, cabezas rajadas y cuantas cosas más usted haya visto en los noticieros de nota roja del país. Lo que hoy esperan atender —como la mayoría del tiempo— son accidentes de tránsito, el plato fuerte de esta capital.

Justo las 9:30 p.m. del miércoles 30 de octubre los despierta el chillido de la alarma que está en la covacha derruida donde descansan. Herminio López se tira de la cama y busca su traje azul, su casco y sus botas. Apresurado se engancha el uniforme que debe portar cada vez que sale y se dirige a la ambulancia estacionada en el parqueo de la Cruz Roja ahí en el reparto Belmonte.

A su lado está Alfonso Cabrera, el hombre de cara ruda que mueve sus labios a cada instante como si masticara chicle, y están listo para atender la primera emergencia de la noche: es en el Mercado Oriental. Un incendio se ha desatado y amenaza con expandirse a otros tramos de ropa usada.

Deben estar allá por si alguien amerita sus servicios, por tanto tienen que viajar a la velocidad de un rayo. De este oficio Alfonso Cabrera, padre de dos niños, dice que es un tanto arriesgado. Lo es desde que se suben a la ambulancia y tienen que viajar a más de cien kilómetros por hora. Está consciente, incluso, que allá en el Oriental, hacia donde nos dirijimos, se puede encontrar la muerte.

¿La muerte? Sí, pero igual no es algo que lo sorprenda. La ha visto desde que tenía 17 años, cuando empezó a laborar como socorrista voluntario, eso lo cuenta mientras conduce esta ambulancia por las calles que nos llevan al mercado. “Uno se acostumbra a la muerte, a la sangre, la vemos a diario”, dice Alfonso mientras ve por el retrovisor al acompañante que va atrás.

La plática con el conductor dura poco y termina cuando el vehículo se asoma al costado norte del Oriental. No es usual ver a este centro de compras con tanta gente en las noches y si hoy la hay es precisamente por el incendio.

Allí estaban los dos rescatistas de la Cruz Roja entre el ir y venir de camiones cargados de agua y el olor a ropa quemada que se extendía por la zona del Calvario. Herminio López se va donde está el fuego y Alfonso Cabrera se queda en la ambulancia a la espera de alguna noticia.

Al cabo de media hora por el radiocomunicador señalan que el camarógrafo de Canal 8, Lenín Franco, viene saliendo del área del incendio en busca de una ambulancia. Por el artefacto indican que un clavo se le ensartó en el pie derecho.

A Franco le acompañaban cincos rescatistas. Herminio viene con él y es quien abre la puerta de la ambulancia rápidamente, saca la camilla y con la ayuda de sus compañeros empujan al hombre hasta el fondo. Este es el primer traslado de la noche.

Franco pide que lo lleven al Hospital Salud Integral. Una vez allá, lo bajan y lo meten a una sala cubierta de cortinas blancas.

Misión cumplida. Es momento de regresar nuevamente el Mercado Oriental.

El incendio había sido controlado al filo de la medianoche y al parecer ya no había más traslados.

Herminio se dirige nuevamente al lugar del incendio y es con el que menos se podía hablar. A simple vista parece un hombre de pocas palabras. Luego de unos minutos el radiocomunicador vuelve a alertar que un bombero se ha caído del techo de uno de los tramos mientras sofocaba el fuego y que necesita un traslado hacia algún hospital de la capital.

Se enciende la sirena nuevamente y la ambulancia retrocede, con una velocidad sorprendente, al encuentro del bombero que venía en brazos de seis personas. Alfonso Cabrera es ágil al conducir, esquiva vehículos, baches. Todo lo que se ponga en medio, por delante y por atrás.

El bombero pide que lo trasladen al Hospital Roberto Huembes. Herminio sabe que su lugar está al lado del lesionado y Alfonso sabe que tiene que conducir lo más rápido posible. Así funcionan las cosas la mayoría del tiempo. La misión se cumple otra vez. Fue una noche calma a pesar del incendio que se registró en el mercado.

Al regresar a Belmonte, a las dos de la madrugada, los cruzrojistas se encierran en su covacha. Ahí se ponen a fumar, ven televisión, se cuentan sus vidas, lo hacen hasta que los sorprenda la alarma nuevamente. Y si no pasa nada, lo hacen hasta que su turno de 36 horas termine.

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Sección Domingo Alarmas Cruz Roja

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COMENTARIOS

  1. Dprez
    Hace 11 años

    Excelente articulo, muchos dicen que los bomberos y la ambulancia se tardan en llegar pensando que lo hacen con lentitud pero la verdad es que esta gente se esmera, cumplen el rol de salvar vidas y ayudar voluntariamente, deberian tener un salario digno y es duro porque a veces para llegar a tenerlo tenes que ser sapo con el gobierno, mis respetos a los bomberos y cruz rojistas

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