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Las muelas de Juan

Juan es un hombre común. Tiene 32 años, trabaja en ventas y podría decirse que es algo exitoso. Yo soy una de sus “cordales”, aunque también se me conoce como “muela del juicio” y los doctores suelen llamarme “tercer molar”.

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Por Amalia del Cid

Juan es un hombre común. Tiene 32 años, trabaja en ventas y podría decirse que es algo exitoso. Yo soy una de sus “cordales”, aunque también se me conoce como “muela del juicio” y los doctores suelen llamarme “tercer molar”.

Soy la más joven de las muelas de Juan y a pesar de ello pronto dejaré de estar en su boca. Las “cordales” somos uno de los cabos sueltos que ha dejado la evolución del ser humano. Los maxilares, esos huesos de los que se agarran los dientes, ya no son lo suficientemente grandes para que nosotras nos acomodemos. Pero, precisamente porque no tengo de qué presumir, se me ha dado el privilegio de hablar por el resto de mis compañeras, las piezas dentales que son imprescindibles.

Cuando Juan era niño tenía 20 dientes de “leche”, me lo ha contado el doctor Luis Mongalo, odontólogo. Esas piezas temporales le servían para sonreír, masticar y guardar lugar a sus futuros dientes permanentes.

Ahora somos 32. Permanentes todos. Y si Juan cuidara bien de nuestra salud, dicen los doctores, nunca tendría necesidad de reemplazarnos. Ni siquiera cuando se ponga viejito.

En la boca hay dos arcadas o grupos de dientes: superior e inferior. En cada una existen dos incisivos centrales y dos laterales, son los primeros que se ven cuando Juan sonríe y, bueno, también son útiles a la hora de cortar los alimentos.

Luego siguen los “cúspides”, mejor conocidos como caninos o simplemente “colmillos”. Hay dos

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en cada arcada, pegaditos a los incisivos. Gracias a ellos Juan puede desgarrar esa carne asada que tanto le gusta.

Conozca el significado de algunos términos muy empleados por los dentistas: Placa dental. Es una incolora capa de bacterias que se adhiere a los dientes, sobre todo después de que se consumen alimentos azucarados. Sarro. Es la placa que no se ha eliminado y que al mezclarse con minerales forma una capa dura. Gingivitis. Es la inflamación de las encías alrededor y entre las coronas de los dientes. Sensibilidad dental. Está relacionada a la pérdida de la dentina. Los dientes se ponen sensibles al calor y al frío.

El chicle sin azúcar evita las caries? Ayuda a la eliminación de las bacterias, gracias a que estimula la producción de saliva, que contiene calcio y fosfato.

Uno de cada 2,000 niños nace con dientes? Suelen ser los de las encías inferiores y en algunas ocasiones deben ser removidos para evitar problemas con la lactancia.

En Japón los dientes torcidos son signo de belleza? Los llaman yaeba y les gustan porque dan un toque infantil. Algunas mujeres se los dan a torcer.

Una infección bucal puede provocar endocarditis bacteriana? La bacteria puede entrar al torrente sanguíneo y de ahí pasar al corazón, produciendo problemas cardíacos.

Los caramelos no son tan perjudiciales como otros alimentos? El azúcar en el chocolate o algunos dulces suele disolverse, mientras que la contenida en alimentos como el pan o papas fritas se pega en los dientes.

Los cepillos modernos que se usan hoy en día se inventaron hasta 1938? En las antiguas civilizaciones utilizaban ramas pequeñas.

Los llamados blanqueadores en realidad no vuelven más blancos los dientes? Lo que hacen es eliminar las manchas.

No todas las personas tienen una dentadura blanca? Hay quienes la tienen amarilla o incluso gris.

La dureza del esmalte de los dientes solo es superada por la de los diamantes?

El agua con gas contiene ácido carbónico que puede disolver el esmalte dental.

Los siguientes son los “bicúspides”. Hay ocho en total, cuatro por arcada. No creo que los reconozcan por su nombre técnico, así que les aclaro que se trata de los “premolares”. A estas muelas les toca aplastar los alimentos. Pero la tarea más brava corresponde a los molares, por eso somos los dientes más fuertes.

Seis abajo y seis arriba, nuestra misión es masticar y triturar. Nosotras, las cuatro cordales, también podemos ayudar en esta función; pero solo si logramos salir de la encía y acomodarnos correctamente. Por desgracia, según las estadísticas, en nueve de cada diez personas los terceros molares permanecen retenidos. Debido a eso, solemos dar bastantes problemas porque atrapamos alimentos, placa dental llena de bacterias, desarrollamos caries con mucha facilidad y afectamos al diente más cercano. Por todas esas justas razones, pronto ya no estaremos con Juan.

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“Dulces” bacterias

Dicen las páginas de la ciencia que el esmalte que nos cubre y protege es el material más duro formado por el cuerpo humano; sin embargo, aprovecho esta ocasión para subrayar que eso no significa que nuestra superficie es indestructible.

Nosotros, tan fuertes, somos vulnerables ante el azúcar y los almidones. Pero no me malentiendan… Yo, en particular, nada tengo en contra de ellos. El problema empieza cuando entran en contacto con la placa de bacterias que se acumula en los dientes cuando Juan no los lava del todo o no los lava bien. Por eso el doctor Mongalo dice que en realidad no es el azúcar lo que produce las caries, sino la mala higiene.

Les explico. A algunas de las bacterias que hacen nido en los dientes les encanta darse atracones de azúcar. Cuanta más azúcar comen, más ácido que corroe el esmalte producen y más prosperan y se multiplican. Es una desgracia para nosotros que a Juan no le gusten los cepillos dentales tanto como le agradan los refrescos.

En el caso de los almidones, que se encuentran en alimentos como las papas fritas, el pan y las pastas, tienen la propiedad de permanecer en la boca para luego romperse en azúcares simples. Y otra vez nosotros la pasamos mal.

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No es que Juan no pueda consumir cosas dulces, ácidas o con almidón, el asunto es que no debe exponernos por mucho tiempo y tiene que cepillarnos inmediatamente después de comerlas. De esa manera nos protegería de las temidas caries que, según el doctor Mongalo, son la principal causa de pérdida dental en el mundo. De solo pensarlo, me dan escalofríos.

Los amigos

No vayan a creer que todo lo que come Juan nos hace daño. Hay ciertos alimentos que nos benefician. Por ejemplo, nos alegra cuando consume frutas y verduras ricas en fibras, porque estimula el flujo de la saliva, que es una defensa natural contra las caries.

Los doctores dicen que la saliva, además de eliminar los residuos de alimentos y limpiar la boca, más o menos 20 minutos después de que Juan come algo, comienza a neutralizar los ácidos que nos atacan a nosotros. Por eso nos encanta cuando a su dieta de chucherías agrega una que otra zanahoria, alguna manzana o algo de apio.

El chicle, ojo, sin azúcar, también es bueno para nosotros. Nos ayuda a eliminar los ácidos y preservar nuestro esmalte. De igual manera, el té verde y el té negro nos hacen bien, eso afirman las enciclopedias médicas. Contienen compuestos que eliminan o inhiben a nuestras enemigas a muerte, las bacterias. Y no solo eso, además reducen las posibilidades de que las encías se enfermen. Genial, ¿verdad?

Buenos hábitos

Juan es nicaragüense. Y en Nicaragua la mayoría de las personas visita al dentista hasta que siente dolor, dice el doctor Luis Mongalo. Ya no recuerdo la última vez que estuvimos en el consultorio de un odontólogo.

Quiero creer que no va al dentista porque desconoce lo importantes que son los chequeos de prevención, y no por simple desidia. Cuando aparece el dolor, los tratamientos se hacen más complejos y, por supuesto, más caros. Además, es crucial atender a tiempo los problemas, porque existen más posibilidades de salvarnos la vida.

Según el doctor Mongalo, toda persona debería realizarse una limpieza dental cada seis meses. Si Juan lo hiciera ya el médico le habría explicado cuál es la forma correcta de cepillarnos. Y estoy segura de que también le habría enseñado cómo usar el hilo dental para evitar que nos llenemos de sarro y bacterias. Pero no, Juan no lo hace.

Sin embargo, algo me dice que pronto, por fin, visitará al dentista. Las otras cordales y yo hemos empezado a causarle mucho dolor e incluso afectamos a algunas de nuestras compañeras. Quizá ahora Juan ponga atención a sus dientes. Nunca podré saberlo, después de todo estas son las palabras de una muela que tiene los días contados.

Con la colaboración de Oscar González Morales

Sección Domingo azúcar especial muelas

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