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Lo nuestro es sembrar

Educar y hacer algo por los demás hoy es un laberinto, porque no es nada fácil y uno se da cuenta por doquier

Educar y hacer algo por los demás hoy es un laberinto, porque no es nada fácil y uno se da cuenta por doquier:

Los padres se lamentan de no ver el fruto de sus esfuerzos a favor de los hijos. Muchos creen que han perdido el tiempo con ellos, se sienten fracasados. Creen que esa semilla que han estado sembrando constantemente, se ha perdido sin dar fruto alguno.

Esto mismo les ocurre a muchos maestros y profesores celosos de su vocación. Hay profesores que se lamentan porque se sienten también como fracasados. No ven los frutos de su esfuerzo en muchos de sus alumnos. Mucha gente que se ha dado desinteresadamente a los demás, se siente también defraudada; cree que ha sido inútil su labor. Hasta muchos de nosotros sacerdotes sentimos también esta misma sensación de desánimo. Y así en todos los ámbitos de nuestra realidad familiar, laboral, política, económica y religiosa hay momentos en los que deseamos tirar la toalla.

Pero, por otra parte, la alegría de hacer bien está en sembrar, no en recoger. Y es que no nos damos cuenta de que la labor del sembrador es sembrar, aún consciente de que puede que no vea la cosecha. Cristo sembró y no vio el fruto de su siembra; hubo momentos en que se sintió también como fracasado y hasta llegó a creer que el mismo Padre le había abandonado (Mc. 15,34). Pero Cristo nunca tiró la toalla. Sabía que lo suyo era sembrar y por ello siempre decía: “Padre, que no se haga mi voluntad” (Lc. 22,42). Era consciente, y así lo decía de que: “Uno es el que siembra y otro el que cosecha. Yo los he enviado a ustedes a cosechar donde otros han trabajado y sufrido. Otros se han fatigado y ustedes han retomado de su trabajo” (Jn. 4,37-38).

Lo nuestro es sembrar y hacerlo con toda ilusión y confianza: el sembrador siembra su semilla, pero “la semilla germina y crece sin que él lo sepa” (Mc. 4,27). La pequeña semilla sembrada podrá convertirse un día en un árbol frondoso, como la semilla de la mostaza (Mc. 4,31-32). Lo nuestro es sembrar y sembrar bien.

El que la semilla produzca su fruto, ya no es cosa que nos pertenece. Si se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, solo será cuestión de tiempo recoger sus frutos. Todos, unos de una manera otros de otra, estamos llamados a sembrar, aunque no todos veamos el fruto de nuestro trabajo y hasta estemos tentados al desánimo. No te desanimes, si fracasas unas cuantas veces.

Todos, como cristianos que somos, estamos llamados a sembrar la semilla de la fe y los valores del Evangelio; el fruto de esa siembra ya no nos pertenece. Lo nuestro es sembrar con confianza y esperanza. Jesús se lo decía a sus discípulos: “Uno es el que siembra y otro el que recoge” (Jn. 4,37).

Religión y Fe evangelización religión

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