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Compartiendo se hace milagros

Viendo la televisión me di cuenta que según las últimas estadísticas casi mil millones de personas en el mundo solo tienen un dólar diario para poder mal vivir y eso quienes lo puedan tener. De ellas 25,000 personas mueren diariamente por su muy escasa alimentación.

Viendo la televisión me di cuenta que según las últimas estadísticas casi mil millones de personas en el mundo solo tienen un dólar diario para poder mal vivir y eso quienes lo puedan tener. De ellas 25,000 personas mueren diariamente por su muy escasa alimentación.

El pan para comer cada día es más grande, pero a la mesa se sientan cada vez menos personas para poder comerlo. No hay razón para que en un país, como el nuestro, pase la gente hambre y necesidad

Jesús viene a darnos un poco de luz a este respecto: “Si compartimos, seremos capaces de hacer hasta milagros”. Si compartes tu pan, te gustará más. Si compartes tu felicidad entonces aumentará. Jesús podía haber hecho el milagro de dar de comer a la gente sin necesidad de utilizar los cinco panes y dos peces del joven (Jn. 6, 9). Sin embargo, prefiere darnos una gran lección: compartiendo se hace milagros. Y así fue: Cinco panes y dos peces fueron suficientes para dar de comer a mucha gente y hasta sobró (Jn. 6, 11-13).

La Sagrada Escritura está llena de llamadas de Dios a favor de que hagamos de nuestra vida el milagro de compartir: La viuda de Sarepta comparte con Elías el poquito de pan que le quedaba y no se le agotó “la harina en la tinaja ni el aceite del cántaro” (1 Rey. 17, 16). Eliseo compartió los veinte panes que le regalaron, comieron unas cien personas y sobró (2 Rey. 4, 44). El libro de los Proverbios dice: “Será bendito quien comparte su pan con el débil” (Prov. 22, 9). “Quien comparte con el pobre, no tendrá pobreza” (Prov. 28, 27). El profeta Isaías nos dice que a Dios lo que le agrada no son los ritos ni los ayunos, sino que “compartamos el pan con el hambriento” (Is. 58, 7). Y el poeta, en el libro de las Lamentaciones, se queja de que “los pequeños piden pan y no hay quienes se lo repartan” (Lam. 4, 4).

Compartir era la actitud de las primitivas comunidades cristianas. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos dice que “compartían lo que tenían y, por eso, no había pobres entre ellos” (Hech. 4, 34-35).

Es necesario que rompamos nuestras actitudes egoístas y acaparadoras. Es necesario que vayamos dejando a un lado la palabra “mío” empecemos a hacer nuestra la palabra compartir, la única que produce vida.

Compartir es una obligación de todos: de los que mucho tienen y de los que creen que nada tienen para dar. Quien comparte se siente solidario, mira la vida a favor del interés común, es desprendido. Quien comparte está dispuesto a servir por encima del poder y del dominio egoísta. Quien comparte: Prolonga el amor de Dios hacia los otros, multiplica el pan a favor de los demás, confía en el amor, capaz de hacer hasta milagros.

Compartir es sentir gozosamente las palabras del Padre: “Vengan, benditos de mi Padre porque tuve hambre y me diste de comer” (Mt. 25, 34-35). Compartir es romper nuestras murallas egoístas, como nos invita Jesús: “Denles ustedes de comer” (Mt. 14, 16). Y hagamos juntos esta oración: “Gracias, Señor, por romper nuestras murallas y enseñarnos a compartir siguiendo tu Palabra”.

Religión y Fe

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COMENTARIOS

  1. Hace 9 años

    Ahora entiendo padre Oscar, porque cambió aquella cruz de madera que cargaron las mujeres por 88 años (Fiesta de Mayo 1914-2002 – Santa Cruz…), por aquella pesada cruz de coyote o cocobolo de más de 4 metros de largo X 2 de ancho X 10 pulgadas de diámetro, para compartir las penitencias de los pecadores y distribuir mejor los pecados en Santo Domingo, Chontales. Misma que hubo que recortar porque las forma de matar penitencias era más pesada que las culpas y hoy se puede cargar pero se mató una…

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