En medio de todo el avance de la urbanización y la industrialización en la ciudad de Masaya, en Monimbó, uno de sus barrios emblemáticos, sobresalen los talleres artesanales de cuero. De entrada se siente el olor a cuero en las talabarterías, mientras los trabajadores escuchan en viejos radios música “pachanguera”, algunos cortan, otros pegan, todos están ocupados.
Esa es la rutina diaria de los talleres en donde el cuero toma forma al gusto del cliente. Mientras el calor avanza, los artesanos apuran el encargo. Todos están concentrados manipulando el cuero con mucha precisión.
Marlon Montalván, quien desde pequeño inició en este arte y es muy reconocido entre este gremio, dirige todo en su taller y le entra en lleno al trabajo. “Pues lo mío es la marroquinería, porque hacemos fajas, sombreros, bolsos, billeteras, todo tipo de prenda, sobre todo para las mujeres que son bastante vanidosas, porque por ejemplo dentro de tres meses ya no les gusta el bolso y luego quieren un modelo nuevo, por decir. Nosotros le damos gusto a todos”, asegura Montalván.
En Monimbó no se sabe con exactitud cuántos talleres funcionan elaborando prendas de cuero, no obstante en este barrio se jactan de hacer “maravillas” con un pedazo de cuero, porque se consideran la cuna de los productos de ese material, asegurando que tienen capacidad y calidad para participar en cualquier concurso.
“Vos sabés que ya Nicaragua compite con cualquier país de Centroamérica en lo que respecta a artesanías, principalmente en cuero. Realmente lo satisfactorio para los artesanos es quedar bien con los clientes, saber lo que él quiere y cómo quiere su producto, desde la costura, la elaboración y el tipo de material”, menciona el artesano.
Dice que el cuero para zapatos y fajas lo compra en Granada, la vaqueta la compra en Nagarote y el cuero peludo es traído de León. “Creo que el cuero debe de quedarse en Nicaragua, porque antes las vacas se las llevaban vivas, ahora el cuero está más accesible. Sería bueno que el Gobierno nos industrialice en el sentido de las máquinas, porque muchos trabajan con máquinas de los años cincuenta y sesenta, que ya están bastante obsoletas… La mano de obra de Nicaragua es buena, lo que no tenemos son máquinas modernizadas”, comentó este monimboseño.
Por necesidad entró al negocio
En el taller de Sergio Aburto los artesanos no paran, mientras que en la sala principal se ven colgadas las albardas, sillas, pecheras y demás implementos para caballos de escuela. La necesidad fue uno de los principales motores que lo impulsó a entrar en esta labor. “Gracias a Dios tenemos clientes nacionales, centroamericanos y parte de los Estados Unidos. La mejor temporada en monturas comienza desde mayo hasta septiembre”, comentó.
Dice que en este trabajo una de las situaciones más complicadas es encontrar mano de obra calificada, porque los jóvenes actualmente no les atrae mucho el trabajo o en poco tiempo quieren que se les pague como un artesano “fogueado”.
En este barrio indígena de Masaya pareciera que los artesanos no descansan, pues en cada hogar hay un pequeño taller que se dedica a elaborar diferentes productos en todos los ramos, por lo que es considerado el motor más fuerte de la economía de esta ciudad.
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