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Hugo Chávez, el populista perfecto

Constantemente nos referimos al populismo, un concepto de por sí aparentemente indefinido, propiciador de ostensibles errores cuando hablamos de él

Constantemente nos referimos al populismo, un concepto de por sí aparentemente indefinido, propiciador de ostensibles errores cuando hablamos de él. Pero, realmente, el populismo tiene un conjunto de características esenciales que lo definen con claridad: exacerbación del nacionalismo, promoción de la lucha de clases, políticas públicas que priorizan la distribución y el gasto social por encima de la producción; elevado endeudamiento público, fiscalmente irresponsable, socavamiento institucional, caudillismo, corrupción…

Estos elementos constituyen lo que weberianamente podría ser un “tipo ideal”, un modelo. Objetivizados todos esos componentes en un líder, lo hacen el populista perfecto, lo cual rara vez ocurre. Lo usual es que un populista practique o tenga varias de estas “cualidades”, pero no todas ellas. El populismo —aún cuando no se conjuguen en una sola persona todos sus elementos— es la epítome de la irresponsabilidad política: a la postre lleva al desastre.

Usemos un ejemplo un tanto rudo: el “conductor borracho ideal” no conoce la responsabilidad. Maneja intoxicado, zigzaguea semidormido, acelera excesivamente, olvida encender las luces (cuando no son automáticas), se sale de su vía, se sube a las aceras, se salta las luces rojas y los “pare”. Si un chofer calza en todas las anteriores “virtudes” del modelo o tipo ideal, pero respeta las luces rojas: ¿Podríamos llamarle conductor borracho responsable? Si un populista es fiscalmente conservador, o si modera sus bravatas clasistas ¿Es por ello un líder responsable? El caso de Chávez nos ahorra cualquier aclaración del tema: fue el populista perfecto. Encarnó todos los elementos mencionados. Hábil demagogo, exacerbó el nacionalismo y la lucha de clases; priorizó el gasto público (social y de otra índole); destruyó la producción; endeudó irracionalmente a Venezuela; socavó las instituciones, prohijó y aprovechó la corrupción. Venezuela devino en narco-estado. Y la fiesta sigue.

Los programas sociales de Chávez (las misiones) le dieron gran popularidad. Uno de sus fines era justo: combatir la pobreza. Pero, el chavismo las usó para crear clientes políticos, no para forjar ciudadanos. Finalmente, aquéllas fracasaron. (Un país pequeño, pero democrático, y bien educado —Uruguay— tiene 8% de pobres. Venezuela, tiene más de 70%). Impulsado por complejos que no venció ni con poder, ni con riquezas, Chávez alimentó la lucha de clases con tonos racistas, anti-caucásicos. El país, dependiente más que nunca de la renta petrolera, bajó la producción en vida del comandante. (Ahora decayó alrededor del 18%).

PVSA está al borde de la quiebra, cargada de deuda pública y obligaciones ajenas a su giro. Las misiones; compra de empresas para estatizar la economía —Industrias Venoco, Minerven, Carbozulia, Imosa, Tuboacero, etc.—, más la corrupción, más el financiamiento de una fallida política exterior. En lo institucional, Chávez desmanteló parte de lo que estatuía su propia Constitución: partidarizó al ejército, al poder judicial, a la administración pública. (Maduro perfeccionó esta admirable obra).

La guerra contra la iniciativa privada y la ineptitud sistémica hundieron la producción nacional. Citemos un pequeño ejemplo de los obstáculos impuestos: en Chile, constituir una empresa requiere cinco gestiones y 5% de sus recursos. En Venezuela: 17 pasos y 26%, respectivamente. Esto sin mencionar las tomas de propiedades, las confiscaciones, el terror mediático, y la política cambiaria, instaurada bajo Chávez, la cual continúa hoy, con ajustes menores. El resultado: miseria, represión, éxodo. Al cumplirse otro aniversario del fallecimiento de quien personificó integralmente los males de esa patología política llamada populismo, no hay nada que celebrar. Todo un pueblo gime ahora, víctima de una revolución fracasada a manos de las fiebres populistas.
El autor es doctor (Ph.D) en Estudios Internacionales.

Columna del día Hugo Chávez populismo

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