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Army y marines en el terremoto de 1931

31 de marzo de 1931, Martes Santo, Nicaragua se encuentra intervenida militarmente por los Estados Unidos (EE. UU.). A las 10:23, un fuerte y largo sismo sacude Managua, es de magnitud 5.8 Richter, pero con epicentro en la propia ciudad y a solo 5 km de profundidad. El centro de la ciudad queda destruido por la violenta sacudida y posteriores incendios; mueren cerca de 1,500 personas. La Tropical Radio Telegraph Company (Gratus Halftermeyer), transmitió la noticia a los EE. UU., de forma que el Gobierno y los periódicos estadounidenses recibieron la información antes que las autoridades y población nicaragüense fuera de Managua.

Las fuerzas interventoras realizaron las primeras acciones de respuesta a la catástrofe.
En Granada se encontraba estacionado un Batallón de Ingenieros del Ejército de los EE. UU., compuesto por 25 oficiales y 295 soldados, que estaban cumpliendo la misión de actualizar datos sobre un posible canal por Nicaragua, considerado entonces por el Gobierno de los EE. UU. como una alternativa para disponer de dos vías de comunicación interoceánica, según reporta Michael J. Brodhead, profesor de Historia en la Universidad de Nevada, en su artículo “A Wet, Nasty Job: Army Engineers and the Nicaragua Canal Survey of 1929-1931”, publicado en el Journal Federal History, Volumen 1, página 15, de 2013.

La circunstancia fortuita de encontrarse este cuerpo de ingenieros del US Army en Nicaragua, posibilitó al mando norteamericano disponer de técnicos para la atención inmediata del desastre. La información del terremoto fue recibida en Granada, vía Washington-San Juan del Norte, inmediatamente se organizó un equipo de socorro con suministros médicos, equipos de demolición y lucha contra incendios. En tren, la primera brigada especializada de rescate llegó a Managua a las 3:30. El personal médico realizó de emergencia 10 cirugías mayores y 20 menos críticas.

La principal actividad de la tropa de ingenieros fue luchar contra los incendios que estallaban en un área de 15 cuadras en el centro de la ciudad. Esta quizás fue una de las operaciones más controvertidas por la opinión y la historiografía nicaragüense, ya que se consideró que demolieron innecesariamente edificios que pudieron ser reconstruidos; según el reporte oficial, estas acciones, supervisadas y tomadas por ingenieros, fueron ineludibles para controlar un incendio, bajo fuertes vientos y sin disponer de agua, ya que las tuberías quedaron dañadas y no se contaba con los medios suficientes para transportarla desde el lago y Asososca.

El Comité de Emergencia que se formó fue integrado por los mandos diplomáticos y militares de EE. UU.: embajador Hanna, presidente; coronel Bradman, Cuerpo de Marines; coronel Sultan, Brigada de Ingenieros del Ejército; Anastasio Somoza García, ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua en funciones; general Calvin Matthews, comandante de la Guardia Nacional de Nicaragua y Mr. Swift, de la Cruz Roja Americana como apoyo. El único nicaragüense fue Somoza. Esto habrá servido para apuntalar sus relaciones con las autoridades interventoras y darle méritos para su futura designación como director de la Guardia Nacional.

El informe oficial del gobierno norteamericano que detalla las comunicaciones relativas a la asistencia posterior al terremoto, da cuenta que en la Loma de Tiscapa se organizó un campamento de refugiados que tuvo hasta cuatro mil personas; del envío urgente del barco-hospital Relief y del USS Rochester con médicos, equipamientos médicos y raciones de comida para toda la población de Managua. Se evacuaron refugiados hacia las ciudades vecinas, se transportaron lesionados de Managua a Corinto para su atención en los navíos militares estacionados en el puerto. El presidente de la Pan American Airways, J. Trippe, puso a la orden para la emergencia todos los aviones disponibles, detallando que el Departamento de Estado, la Cruz Roja Americana y los gobiernos de México, Cuba y Centroamérica los habían utilizado para tal efecto.

Como vemos, el grueso de la atención a la emergencia la realizó la fuerza interventora, y quizá esta fue una de las razones por las que la experiencia no fue acumulada en la memoria institucional del país y el terremoto del 1972 encontró una Nicaragua sin capacidades de respuesta. Hoy día, Nicaragua ha desarrollado una mayor conciencia de riesgo y capacidad institucional de respuesta, podríamos asumir que hemos avanzado en la formación de una cultura de prevención ante desastres. La manera de sobrevivir con posibilidades de éxito en un país expuesto a múltiples amenazas que se agravan con los cambios climáticos.

El autor es sociólogo, exdirector del Programa Cultura de Prevención UPAZ-ONU.

Opinión Estados Unidos
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