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Daniel Ortega, reformas

Costa Rica es un mal ejemplo para Ortega

No es casualidad que Daniel Ortega no haya felicitado al presidente electo de Costa Rica y, en cambio, se desviva en alabanzas a triunfos de personajes en dudosos procesos de elección más parecidos a los que él ha establecido en Nicaragua

Costa Rica

La noticia de la semana en Nicaragua fue que en Costa Rica ocurrieron unas extrañas elecciones. En primer lugar tuvieron dos vueltas electorales cuando aquí en Nicaragua ni primera vuelta necesitamos para saber quién gana y quién pierde. Y luego hasta cuentan los votos uno por uno y si usted votó por Chico de los Palotes, le dan su voto a Chico de los Palotes, mientras que aquí en Nicaragua, usted vota por Chico de los Palotes y mentes más iluminadas que la suya le otorgan su voto al que ellos consideran que debe ganar. En Costa Rica no hubo turbas que aseguraran a garrotazos el triunfo de su candidato y al final de todo, el tribunal electoral entregó la mayoría de los datos esa misma noche, y el candidato que perdió, aceptó que perdió a pesar que hasta antes de las votaciones era el favorito. Son raros estos ticos.

Nudo gordiano

A estas alturas, después de 10 años de orteguismo, Nicaragua parece un nudo gordiano. Cuenta la leyenda que Gordias, rey de Frigias, hizo un nudo de maraña tan complicada que se decía que quien lo desatara sería premiado por los propios dioses como conquistador de Asia. Muchos lo intentaron y fracasaron una y otra vez, hasta que llego Alejandro Magno y en vez de buscar las hebras, sacó su espada y de un tajo desató el nudo que parecía imposible. Aquí en Nicaragua el nudo es un enrevesado de intereses económicos, instituciones corruptas, intenciones dinásticas, resignación y acomodamiento ciudadano, que parece no hay forma de desatar. Las elecciones libres, sin embargo, son la espada. La única solución.

Democracia

La democracia no es un sistema perfecto. De hecho ese sistema donde cada ciudadano es un voto, independientemente de su raza, religión, poder económico o clase social, y donde quien tiene más votos gobierna en nombre de todos, ha permitido que lleguen al poder por esta vía personas que lo primero que hacen es demoler ese sistema para que ya nadie más pueda llegar por los votos al mismo lugar. Es el caso del chavismo, en Venezuela, que permitió elecciones relativamente libres mientras estuvo seguro de ganarlas y prácticamente las eliminó cuando sabe que va a perderlas. Y es el caso también de Nicaragua, donde Daniel Ortega ni siquiera quiso correr el riesgo de jugarse el poder en un momento donde todo indicaba que lo ganaría limpiamente, porque ya una vez se confió y se llevó tremenda sorpresa.

Ganadores

Muchos atribuyeron a un triunfo de la democracia que en Costa Rica haya ganado el candidato, a su criterio más sensato, sobre el otro que estaba de favorito y enarbolaba las banderas del fundamentalismo religioso, con las antorchas de Torquemada en las manos. Ahí es donde nos equivocamos. Es que igual hubiese sido un triunfo de la democracia si el otro hubiese ganado, aunque no nos guste. Si vamos a creer que solo es democracia cuando ganan los candidatos de nuestra preferencia estamos dándole la razón a quienes desmantelan el sistema electoral bajo el mismo argumento: su oferta es la mejor y sería un error dejar los resultados en manos de la mayoría porque podrían equivocarse. La democracia triunfa, cuando se cuentan los votos, cuando se respeta la decisión de la mayoría y cuando gane quien gane se someta a las reglas del juego democrático durante su gobierno. El mismo sistema se encargará de cobrarle su mal gobierno, si así fuese.

Proceso

Lo que determina una elección libre y democrática no es el resultado, sino el proceso. En Nicaragua bien podría ganar Daniel Ortega o Chico de los Palotes con todas las de la ley, y aunque no nos guste tendríamos que respetar eso. El problema en Nicaragua es que Ortega se ha mantenido en el poder violando las leyes y sin que se sepa si realmente ganó porque desde su llegada al poder se dejaron de contar los votos y las elecciones degeneraron en un ejerció inútil de votación, que solo sirve, cada vez menos, como simulación de un sistema que ya no existe.

Mal ejemplo

No es casualidad que Daniel Ortega no haya felicitado hasta hoy al candidato a Carlos Alvarado, el presidente electo de Costa Rica, vecino nuestro, nación hermana, país donde viven centenares de miles de nicaragüenses y, en cambio, se desviva en alabanzas a triunfos de oscuros personajes en dudosos procesos de elección más parecidos a los que él ha establecido en Nicaragua. Costa Rica es un mal ejemplo para Ortega.

Columna del día Costa Rica Daniel Ortega elecciones

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