Diálogo
El diálogo, insisto, es la llave maestra para salir de esta crisis con el menor dolor posible. Lo que si hay que tener claro es que hay diálogos de diálogos. Hay un diálogo que piensa Daniel Ortega, hay otros, varios tal vez, que piensan los azul y blanco, y seguramente es otro tipo de diálogo el que imaginan los empresarios. Por eso cuando me preguntan si estoy de acuerdo con un diálogo, en principio, reitero que sí. Y luego, viene la pregunta: ¿De qué dialogo hablamos?
A la medida
¿Cuál es el diálogo a la medida de Daniel Ortega? Tal vez uno donde la contraparte sean los mismos partidos que lo acompañan en sus perrerías electorales. Uno donde se hable mucho y no se llegue a nada. Donde al final se formen algunas comisiones con el mandato de “seguir profundizando la democracia”. Tal vez uno donde vuelvan los empresarios a ser sus aliados. Donde se condene al “fallido golpe de Estado”. Ortega quisiera aparecer como el “perdonavidas” liberando a algunos de los presos políticos, y que al final le agradezcamos por regresar al punto donde se sentía a gusto: antes del 18 de abril de 2018. Eso no es posible. Hasta él lo sabe.
Azul y blanco
Del otro lado, está el dialogo que muchos azul y blanco quieren y demandan. Uno donde se obligue a Ortega a sentarse, se le impongan condiciones que se reclaman por justicia: liberación inmediata de todos los presos políticos, desarme y juzgamiento de los paramilitares, desmantelamiento del actual Consejo Supremo Electoral, elecciones adelantadas, y si es posible que Ortega y Murillo salgan de ahí a la cárcel. Eso, tampoco, por ahora, es posible.
Nicolás Maduro
Subrayo el “por ahora”, porque en estas cosas la correlación de fuerzas cambia a veces a ritmo de vértigo. Hace apenas un par de meses Nicolás Maduro podía negociar, ceder, preservar algo de poder, y salir de una manera decorosa. Ahora ya no puede nada. Y ahí está, con el agua hasta el cuello, proponiendo diálogo todos los días, retando a elecciones adelantadas, pero ya nadie confía en él y su salida, y tal vez su juzgamiento, es inminente.
Huir hacia adelante
Desde que comenzó la crisis Daniel Ortega viene usando la estrategia de “huir hacia adelante”. ¿Piden libertades? Aumento la represión. ¿Se quejan de las turbas garroteadoras? Saco a los paramilitares asesinos. ¿Piden diálogo? Persigo, echo preso y enjuicio a los líderes. Los empresarios reclaman y rompen alianza, les invado propiedades, les confisco y les paso la factura con más impuestos. ¿Piden juicios justos? Impongo penas disparatadas. Como quien dice, “no saben el loco con que se metieron”. Su estrategia es acumular fichas para usarlas cuando llegue el punto de negociación. Es decir, dejar de hacerse el loco irracional para que lo dejen volver a ser solo el dictador autoritario que era.
Vieja maña
Esta táctica no es nueva en las negociaciones. Ni en Ortega. Entre Esquipulas II (agosto de 1987) que estableció las bases para las negociaciones de paz y Sapoá (marzo de 1988) hubo, por un lado, censura, presos políticos, prohibición a las manifestaciones y limitación por ley de las libertades y, por otra parte, desató la mayor ofensiva militar que el ejército sandinista tuvo en la guerra con los contras: la Operación Danto 88. Y luego del acuerdo de paz de Sapoá vino el regateo, las mañas para no cumplir o sacar ventajas. Incluso el adelanto de elecciones fue una estrategia para competir contra una oposición que aparentemente no podría organizarse en tan poco tiempo.
Puerta abierta
Las negociaciones de 87 y 88 abrieron las puertas para el cambió que se vino después, muy a pesar de lo que el gobierno sandinista quería. Lo importante es llegar a la mesa de negociación con los actores correctos y con las condiciones mínimas para dialogar. En este caso: liberación de presos políticos, libertad de expresión y movilización y retorno seguro de los perseguidos exiliados. El resto vendrá después. Negociando. Yo también desconfío de las intenciones de Ortega. Pero igual los contras desconfiaban de los sandinistas cuando se sentaron en marzo de 1988. Y al final quien perdió el poder fue Ortega. Y ese cambio en paz solo fue posible por esas negociaciones que Ortega creía tener en la bolsa.