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La unidad es una quimera

Durante muchos años ha sido imposible lograr la unidad de las diferentes organizaciones y partidos opositores a los gobiernos de turno por distintas razones.

Podrán existir muchas, pero el personalismo, el sectarismo, el creerse unos más que los otros y la falta de voluntad política, han sido las principales causas de la fragmentación y no haber logrado unidad.

Me decía mi buen amigo y gran estratega político venezolano David Zune, “el problema de ustedes los nicaragüenses es que cuando se sientan a una mesa para hablar de unidad, se señalan con el dedo a sí mismo, indicando con eso que esta debe formarse alrededor de ellos mismos o de sus propias organizaciones”.

Han demostrado los “líderes”, que no pueden hacer trascender los verdaderos intereses de la nación sobre cualquier interés personal o político partidario, y mientras no aprendamos a pensar como nación difícilmente podrá haber unidad. Hace más o menos tres años se le presentó a siete organizaciones un plan por escrito, cuyo objetivo era impulsar un proyecto de unidad que resultara en la formación de un gran partido nacional, donde estuvieran incluidas diferentes corrientes o ideologías políticas; socialdemócratas, socialcristianos, liberales, conservadores, independientes y cualquier otra línea de pensamiento democrático. De esta forma estaría representada la mayor parte del espectro político nacional, y se terminaría con la atomización y siglas de la oposición.

Lamentablemente no se pudo realizar por las razones inicialmente expresadas. La misión del partido nacional era convertirse en la primera opción política del país, con la visión de convertir a Nicaragua en una verdadera república democrática.

Recientemente el doctor Donald Castillo Rivas publicó en esta misma página un artículo de opinión en el cual expresaba que en lugar de unidad debería buscarse un consenso. Es más fácil con las experiencias vividas, y las realidades existentes, llegar a un consenso o acuerdo nacional que a una unidad evolucionada como tal.

Venezuela es un ejemplo histórico cuando unos meses después del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez, se firmó el pacto de Punto Fijo, en octubre de 1958, entre Rómulo Betancourt de Acción Democrática, Rafael Caldera de Copei (socialcristiano) y Jovito Villalba de Unión Republicana Democrática (URD). El pacto de Punto Fijo permitió la estabilidad democrática por 40 años en Venezuela. Se comprometieron a actuar conjunta y solidariamente en tres puntos muy sencillos con voluntad y patriotismo: 1. Defensa de la constitucionalidad. 2. Gobierno de unidad nacional y 3. Programa mínimo común.

Existe un proverbio árabe que dice que es un deber servir a la patria con palabras, pero es más hermoso servirla con acciones y con hechos. Aquí está la oportunidad.

El autor es médico, cirujano plástico.

Opinión Nicaragua
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