Julio César Martínez es el único que se interpone entre Cristofer “el Látigo” González y su reencuentro con el cetro de las 112 libras del Consejo Mundial de Boxeo (CMB). Mauricio Sulaimán, presidente del CMB aseguró que la pelea se hará el 13 de diciembre y, recientemente, el azteca firmó un contrato con DAZN, la cual es la plataforma de boxeo en línea más importante del mundo. Todo apunta que ese combate podría ser parte de la velada que tendrá Juan Francisco “el Gallo” Estrada unificando contra Khalid Yafai, también programada para final del año.
Martínez fue campeón por algunos minutos cuando noqueó en el tercer asalto al ahora exmonarca Charlie Edwards, pero el golpe a los bajos cuando el campeón estaba caído le provocó el cambió del fallo y la declaración del no contest. Ese combate estaba accidentado en un principio. Martínez había extraviado su pasaporte antes de tomar el avión a Londres y, a la velocidad de la luz, tuvo que solicitar uno nuevo, finalmente viajó y regresó sin corona.
La mejor herramienta de “el Rey” Martínez es su mano izquierda. La utiliza casi inconscientemente. Se mueve sigilosa y letal como una serpiente en caza esperando soltar su veneno. Esa mano le abrió las puertas a la disputa por la corona cuando noqueó a Andrew Selby. No obstante, González ha demostrado tener resistencia y capacidad de asimilación necesaria para mermar su peligrosidad. Lo hizo ante Daigo Higa, noqueador de 15 triunfos y 15 nocauts.
Martínez no es para nada un peleador estilista, su peligrosidad radica en sus puños y su desorden, es tanto este último que enreda a sus rivales. El Rey tiene tanto coraje como ganas de ser campeón, se mete a las brasas, intercambia golpes con frecuencia y aunque las quijadas de acero realmente no existen en el pugilismo, el azteca parece caricatura de dibujos animados, da la impresión de caminar sobre fuego y no sentir el calor o recibir castigo para luego ripostar, como si absorbiera la fuerza del oponente.
El Látigo definió así el combate: “Vamos a subir a medir nuestras fuerzas”. Ambos peleadores se sentirán como pez en el agua, teniendo cara a cara su salto a al futuro, pero solo uno tocará las mieles del triunfo. Dos pegadores y un solo camino: el nocaut.