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Elecciones y valores

Vista superficialmente, la elección norteamericana discurre entre Biden, demócrata empujado por un sector radical, versus Trump, político de derecha, poco popular entre muchos iberoamericanos: es innecesariamente cáustico cuando enfrenta el grave reto de la inmigración ilegal.

En verdad los resultados del duelo electoral tendrán consecuencias perdurables, reducibles (por límites periodísticos) a dos visiones ético-políticas antagónicas.

El Partido Demócrata (advierten sus oponentes) cambió su esencia histórica: es una organización antisistema, empeñada en 1. “Rehacer” la historia del país —sus grandezas y vicios— con una narración autoflagelante, distorsionada, destructiva. 2. Promover la ideología de género, el aborto, etc. 3. Atacar la libertad religiosa. 4. Abrir las fronteras. Esto (indican sus críticos) abrumaría los sistemas del país (salud, educación, etc.) mientras millones de ciudadanos pobres necesitan recursos. Ocho millones de bebés non-natos afroamericanos fueron abortados, pero la izquierda demócrata dice conmoverse por los inmigrantes irregulares. 5. Ofrecen todo gratis a las masas. Arruinarían la nación. Postura plausible para los antinorteamericanos. 6. Racializaron la política. “Antirracistas”, coetáneamente promueven el aborto entre las minorías. En contraste —señalan los republicanos—, el gobierno actual creó niveles de empleo récord (previo a la pandemia china).

Por su lado, los demócratas consideran a los republicanos: 1. Racistas. 2. Mal administradores de la pandemia. 3. Favorecedores de los ricos. 4. Antinmigración ilegal. 5. Conservadores retrógrados.

Esta contienda implica temas ético-políticos, y religiosos. Incluso quienes no somos asiduos visitantes de templos ni de oficinas eclesiales, sabemos que en el terreno religioso hay profundas divisiones. Ejemplo: en la Iglesia católica unas corrientes caminan al borde del cisma (Alemania, Estados Unidos). Ninguna conferencia episcopal de país alguno puede reformar asuntos de doctrina (el derecho a la vida desde la concepción, la naturaleza del matrimonio, entre otros temas). La jerarquía que apoya corrientes políticas contrarias a la doctrina y a la ética cristiana abdica su rol de guía confiable. Altos círculos eclesiásticos norteamericanos practican extremos políticos como el rector de Notre Dame, padre Jenkins, quien accedió a cubrir la imagen de Cristo, requisito exigido por Hussein Obama para pontificar en esa institución, ahora nominalmente católica.

En contraste, la pequeña Universidad de San Edwards retiró la invitación al presidente. La persecución religiosa de los antisistema es inocultable. Dos ejemplos entre miles: la guerra contra la congregación Little Sisters of the Poor; la feroz oposición de Kamala Harris contra Brian Buescher (propuesto para juez): “Siendo usted católico, de una organización radical —los Caballeros de Colón— amenazaría los derechos reproductivos de la mujer” (como el aborto irrestricto). Biden y el presidente Trump pasarán en pocos años (así es la democracia), mas no los efectos de sus acciones. Vale, por lo tanto, meditar qué decimos y hacemos por los valores en juego.

El autor es doctor (Ph.D). en Estudios Internacionales.

Opinión Donald Trump Elecciones estadounidenses Joe Biden
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