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Imperialismo pesquero

En marzo de 2016 (Gobierno de Macri) una patrullera de la Marina argentina hundió un pesquero chino que faenaba en su dominio marítimo.

La depredación de la inmensa flota pesquera de China en altamar está ampliamente documentada, como puede constatarse en Internet.

La muestra más reciente fue en el Pacífico sudamericano los primeros días de octubre: 340 enormes barcos descendieron de Ecuador al Perú y Chile. Unos meses antes (27/4/2020) Infobae.com difundió evidencia gráfica de la presencia de cien pesqueros chinos en la zona económica exclusiva (ZEE) argentina.

Frente a hechos como estos, Pekín sostiene invariablemente que pescan en altamar, aunque sea obvio que no se atienen al espíritu ni a las obligaciones que imponen la CONVEMAR (A. 87) y el Acuerdo de Nueva York (sobre especies altamente migratorias). En realidad, faenar a unas cuantas millas la ZEE de cualquier país es como hacerlo dentro de la misma. Y el hecho de que China sea el primer productor pesquero del mundo da una idea del impacto global que tiene su industria.

Uno de los gestos antiimperialistas de la dictadura militar del general Velasco en Perú fue establecer relaciones con la China de Mao en 1971. Seguimos los pasos de Cuba y el Chile socialista de Allende, después de dar el primer paso con la Unión Soviética (1969) y antes de acceder al Movimiento de Países No Alineados (1973), caracterizado entonces por su vitriólica antipatía hacia Washington.

Pero el mundo da vueltas y, medio siglo después, la configuración bipolar se desplazó de la URSS al duopolio EE.UU.-China. Un verdadero no-alineamiento debería haber asumido posiciones equidistantes de los imperialismos que hoy compiten tenazmente desde los campos antagónicos de la democracia y la dictadura comunista.

Para los países del Pacífico Sur la pesca es de vital importancia. Sin embargo, fueron los gremios del sector privado los que alzaron la voz sobre la amenaza de la flota china, mientras los gobiernos se limitaron a señalar que las armadas de sus respectivos países vigilaban celosamente sus dominios marítimos.

Fue notorio que el gobierno ecuatoriano actuó con una contundencia mayor, tal vez por la reiterada presencia china alrededor de las islas Galápagos. Recuérdese que en el 2017 incautaron un barco, lo multaron con US$ 6 millones y encarcelaron a sus tripulantes.

Nuestro caso, el peruano, es diferente. Cuando EE.UU. advirtió por Twitter sobre el ingreso de la flota china a pocas millas del dominio marítimo del Perú, el viceministro de Relaciones Exteriores convocó al encargado de Negocios norteamericano para manifestarle “el malestar del Gobierno del Perú” por la “imprecisión” de su mensaje, lo que fue objeto de información pública (Agencia Andina 27/9).

Es lamentable que la valiosa Alianza del Pacífico se encuentre en estado cataléptico y que la otrora combativa Comisión Permanente del Pacífico Sur tenga un perfil tan bajo, pues ambas habrían facilitado que los países potencialmente afectados por la hiperactividad pesquera de China expresen su preocupación ante Pekín, instándolo a comprender la importancia vital de la pesca para nuestros países.

Las zonas de la CONVEMAR y las fronteras marítimas no existen para los peces, y la depredación en las aguas cercanas de altamar constituye un flagrante peligro para la alimentación de los pueblos del Pacífico sudamericano.

Tal vez sea oportuno que Perú y Chile recuerden a su principal socio comercial que, aparte de la Cuba comunista, sus gobiernos fueron los primeros de América Latina en establecer relaciones diplomáticas con el régimen del presidente Mao, mucho antes que China emergiera como gran potencia gracias al capitalismo de Estado que ahora practica con tanto éxito.

El autor es diplomático peruano.

Opinión argentina barco
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