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Feminismo e ideología de género

Camille Paglia (univ. de Philadelphia), militante feminista, afirmó en su libro Free Women. Free Men: “Salvemos al feminismo de las feministas”. Así retomo yo, resumidas, varias frases e ideas que debatí epistolarmente con alguien. El feminismo, valiente y necesaria cruzada, yace secuestrado por la ideología de género (IdG). Parte integrante del relativismo postmoderno, la neosofista IdG niega la realidad objetiva a cambio de “realidades” creadas por la mente; rechaza al pensamiento y la epistemología que sustentan al desarrollo técnico-científico. Tal despropósito, entre otros, repudia las diferencias biológico-funcionales de los sexos. Desecha las evidencias de la Biología, Fisiología, Anatomía, Bioquímica… Su tesis “científica” repudia presupuestos y fundamentos de la ciencia, entre otros: la existencia objetiva de la realidad exterior; su comprobación empírica; el recorrido del método científico desde la proposición, corroboración, modificación, o rechazo de una hipótesis, etc., hasta la formulación de una teoría empírica, cuya validez requiere correspondencia entre lo conceptual y lo real, hasta que nuevos descubrimientos la modifican, o invalidan.

El auténtico feminismo es muy anterior a la IdG. Aquel lucha por la igualdad de derechos civiles, políticos, familiares, educativos, intelectuales, laborales y salariales. Hubo ejemplos tempranos: Sor Juana Inés de la Cruz, Annie Bradstreet y muy posteriormente otras como Wollstonecraft, las sufragistas… hasta hoy. Los sacrificados avances son una realidad, sobre todo en Europa y Estados Unidos (EE. UU.), aunque aún existe desigualdad salarial. En Iberoamérica falta mucho, pero el avance no cesará.

La IdG por su lado acelera su deriva anticientífica y moral. Una famosa predecesora (Simone de Beauvoir, El segundo sexo, 1949) marcó pautas para el marx-feminismo. Adversaria de la maternidad, se enorgullecía de sus múltiples abortos, pero esto luce pálido hoy. Una de las lideresas de la IdG (S. Firestone, canadiense) afirma: la mujer es una “clase sexual” oprimida por el “patriarcado capitalista”; la maternidad debe suprimirse a cambio de métodos reproductivos artificiales; la individualidad debe eliminarse: cero diferencias de sexo o edad; debe permitirse el sexo infantil con adultos cuando quieran: ¡Viva la pederastia! (La práctica criminal de “transexualizar” a niños inocentes con hormonas ocurre en Canadá y EE. UU.). Leonor Silvestrini (argentina) organiza sesiones “terapéuticas”: orgías lésbicas y homosexuales, masoquismo e ingesta de excrementos como forma de excitación sexual. La finalidad última de la IdG es la destrucción de la cultura y los valores de Occidente para crear un mundo sexo-socialista sin frenos. ¿Hasta dónde llegará esta aberrante marcha “revolucionaria” que subvierte las diferencias entre mujer y hombre, entre el decir y el ser, entre idear y existir? No se tome lo dicho como “homofóbico”. Cada cual debe escoger su rumbo sin discriminación, pero sin degradar a los niños, menoscabar los valores culturales fundamentales, ni las instituciones propias de la familia. Cierro expresando mi admiración a lo mejor del género humano: la mujer de alma luchadora por sus derechos y principios, cuya abrumadora mayoría es orgullosa de su feminidad.

El autor es doctor, PhD, en Estudios Internacionales.

Opinión
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