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Hablando con la muerte

Prodigar las voces más arcaicas del indiscreto examen del vulgo, he tomado por eso este espejo y doy gracias a las estrellas por su claro derrotero. No responsabilizo a nadie de mi muerte, le comentaba Ismael a Jacinto.

Por Bayardo Quinto Núñez

Prodigar las voces más arcaicas del indiscreto examen del vulgo, he tomado por eso este espejo y doy gracias a las estrellas por su claro derrotero. No responsabilizo a nadie de mi muerte, le comentaba Ismael a Jacinto. No quisiera profanar tus palabras y sentimientos, pero esta página de la vida tiene una descripción que no la merecerán los ignaros y creo que somos una fiel figura de una fábula, le contestó Jacinto. Me maté porque quise saborear mi muerte, quise encontrarme con ella y salvarla y sobre todo ser su amigo en la postvida, le contestó Ismael. Has manejado con suma destreza la rima de tu vida, la asonancia y la retórica, se podría reconstruir en tu clásica Oda de estar muertos…, le dijo Jacinto.

ESPACIO COMO INCIDENTE

El hecho ocurrió, pero no se sabe dónde, le comentó Rosario a José bajo el espléndido sorbo de un trago de coñac. El asunto fue olvidarlo para no perder la razón; si lo escribo otros lo leerán, mientras dure más puede pernoctar y conmover a otros, contestó José. Tenés razón, pero no había alma a la vista, pues ése prefería estar a solas, replicó Rosario. No miento, pero ciertamente al fin y al cabo el hecho se encontró consigo mismo, por eso ahora son dos, expresó José. En verdad, no es común, los individuos existen y no se le puede dar la espalda a la época, porque oye bien, señaló Rosario. Esto es como hablar de la hora veinticinco, en otro tiempo y época, existe en el confín remoto, lo sentimos cuando alguien muere, dijo José. Todo es una ilusión y se cometió un atropello por nada en razón de nada, replicó Rosario. De la nada surge el hecho y desaparece, inquirió José. Hace años que busco y busco y sigo buscando, finalizó Rosario. En fin, la realidad, el mundo, la verdad y la mentira seguirán su trajinar, arguyó José. Sí, pero la verdad y la razón son únicas, cuidado, finalizó Rosario.

COMPARTEN GLORIA

Todos comparten la gloria, empero, conozco la verdad, pero se me hace imposible razonarla, le comentaba Marlon a Pedro. Pero si nació del vientre de una mujer y no se le puede herir, pues me limitaré hasta la abominable imaginación para descubrir la auténtica y secreta razón, le expresó Pedro. Esa correntada de cosas que se dice, no hay que hablar con las piedras y los palos porque no te entienden, inquirió Marlon. Pero, yo si hablo con ellos, porque éstos sí me entienden, no me enredan, pues mi hacha nunca me fue infiel, lleva la cuenta de mis años, replicó Pedro. Ésa es la postulación de la realidad, es la identidad de lo expresivo y consideran el hecho que prescinde de una petición de principio, finalizó Marlon. (Masaya, 19 de abril 2010).

La Prensa Literaria Bayardo Quinto Núnez Cuentos

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