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LA PRENSA/ AGENCIA

Caminante

Cuando camino por tus caminos, en tus contornos, andando, entre las Sierras, por donde corre un viento enrollado y cadencioso

Francisco Bautista Lara

Cuando camino por tus caminos,

en tus contornos, andando,

entre las Sierras, por donde corre

un viento enrollado y cadencioso

que se filtra a través de los árboles,

entre el montarascal, entre las ramas,

escabulléndose por los predios baldíos y las casas,

por los viejos senderos y las nuevas urbanizaciones,

rondando los muros de piedra,

saltando los cercos de alambres

de púa, piñuelas y espadillos,

sopla el viento con oleajes silenciosos,

a pesar del zumbido en el que vuelas,

guardián y puerta de entrada,

acompañado de una bandada

de pájaros oscuros con extendidas alas

y chocoyos verdes, bulliciosos,

amanezqueros y vespertinos,

que pasan y vuelven… no muy en alto,

entonces pienso, siento, percibo…,

no muy en alto, desde mis pies,

en el polvo que levantan estas andadas,

en el sudor que surca y agita mi cuerpo,

en el aire que penetra en mi aliento y exhalo,

confirmo el rastro, que va quedando,

que será después también el mío.

Abren tus grietas, escarbadas heridas,

con palas y piochas, con baldes y panas,

tus carnes grises-marrones, porosas y tibias,

en donde entran los poderosos en sus relucidos

cajones de metal forjado, madera tallada y cristales pulidos,

y los ignorados van en escasos cortejos solos,

se acomodan los sabios con sus erudiciones,

los torpes encuentran refugio seguro,

los justos te buscan, a pesar del temor,

en sus meditaciones, su vida se vive,

se hace, se escucha, pasa en el silencio

humilde solidario,

modestia sombra del desprendimiento,

otros se resisten inútilmente,

en el engaño, detrás de la máscara descolorida

que revelan los hechos, que ocultan los trajes,

los ritos, los ruidos pomposos;

la riqueza, la belleza, el poder y la fama, se juntan

con lo pobre, lo feo, olvidado y excluido,

los indiferentes y los comprometidos,

corruptos, fracasados, honestos, exitosos,

entre el mismo polvo seco endurecido

y el lodo fangoso del fondo del hoyo,

idéntico y obligado refugio que acoge,

sin conocer barreras ni predisposiciones,

los viejos llegan tras el tiempo vivido,

los jóvenes son llevados a inexplicables empujones,

alguien habrá siempre que sufra, alguien llora,

unos abriéndose, el corazón en la mano,

otros con la boca llena de palabras vanas,

un quejido, un silencio, la mirada vacía,

una flor enmudecida brotando del pecho,

mientras llegan, llegarán, llegaremos,

otros ríen, otros gozan,

cuando esperas, siempre esperas,

en tu morada, conocida y oscura

cuando cierran la zanja abierta,

la lápida fría labrada se tiende encima.

Allí, donde ya sabemos, esperas querida mía,

certeza mía, certeza nuestra,

muerte, en tu casa, de inocuas solemnidades,

de flores marchitas, de cánticos vagos,

de lágrimas abundantes y lamentos inútiles,

casa ésta, que será la nuestra, que será sin dudas, mía,

sobre tu lecho, aguardas que llegue puntualmente un día.

La Prensa Literaria

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