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LA PRENSA/ AGENCIA

Angustia y drama

Disertaciones sobre el poema Peregrinaciones, de Rubén Darío y su dicotomía existencial

Carlos Perezalonso

El filósofo alemán F.W.J. Schelling, (Investigaciones filosóficas sobre la libertad humana) afirma que “El lenguaje nos permite mucho, y a la vez tan poco, la comunicabilidad de nuestras ideas es limitada, lo que causa la tristeza del pensamiento, y que el lugar de expresión final de entendimiento y oscuridad se da solamente en la creación artística, en función de una voluntad y un ansia oscura”.

Esa ansia oscura es angustia. Angustia que provoca la búsqueda de una verdad que nunca llega: “Yo persigo una forma que no encuentra ni estilo, botón de pensamiento que busca ser la rosa; se anuncia como un beso que en mis labios se posa al abrazo imposible de Venus de Milo…” ( Prosas Profanas ).

“Quiero expresar mi angustia en versos que abolida dirán mi juventud de rosas y de ensueños” ( Nocturno-Cantos de Vida y esperanza ).

Existen dos ingredientes más que conforman la naturaleza del poema: la paciencia, que no la gratuidad; todo es paciencia, sobre todo en este oficio de transparencia dice el poeta y filósofo David Escobar Galindo. El otro elemento, según la expresión utilizada por el poeta mexicano Luis Miguel Aguilar Camín, es la reticencia que hace comprensible el poema, reticencia que lo llena de magia y lo nutre de símbolos y alusiones intelectuales y emocionales que abren para el lector un mundo inusitado y maravilloso, donde todas las respuestas son preguntas y éstas respuestas. Todo poema es un proceso de equilibrada administración de una angustia existencial, a través de la paciencia y de la reticencia.

A Darío la angustia le fue fiel acompañante hasta la misma muerte. Mucho se ha estudiado, investigado y comentado sobre los orígenes de la angustia dariana, la cual siempre se traduce en el planteamiento de una dicotomía existencial:

Una ansiada espiritualidad versus un hedonismo reiterado. No creo que la distinción sea cristianismo contra paganismo, puesto que Darío fue un mal cristiano y un pésimo pagano.

Por su carácter meditabundo siempre se sospechó cercado por acechantes y sensuales erinias que lo mantuvieron moviéndose toda su vida en un claroscuro lleno de culpas y de goces. La muerte, en la expresión dariana está impregnada de sensualidad:

“La muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia, ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia. Es semejante a Diana, casta y virgen como ella; en su rostro hay la gracia de la núbil doncella y lleva una guirnalda de rosas siderales”. ( Coloquio de los Centauros, Prosas Profanas ).

En el poema Peregrinaciones , esta dicotomía existencial de la que venimos hablando se manifiesta, como en otros poemas darianos, pero en este caso de una forma explícita y dramática, y que el poeta resuelve por medio de la utilización de recursos poéticos, algunos poco usuales, como ciertos tipos de silencio, exabruptos y recreación de textos antiguos —no intertextualidad— que se cobsubstancian con el texto y son parte natural del poema. Estos recursos a los que aludo son los siguientes:

La utilización de silencios y exabruptos como recursos poéticos.

La unificación de ideas contrarias que reticencia poética, y que en otro contexto serían irreconciliables.

La evocación de textos clásicos que en el poema dariano se recrean.

El posicionamiento que Darío hace acerca de su manida ambivalencia existencial.
Rubén Darío  luciendo traje  diplomático. LA PRENSA/Archivo.

El poema, que está compuesto por 61 versos, divididos en dos partes (33 y 28), expresa tres instancias emocionales, una de desolación, otra de esperanza y una tercera de resignación o de posicionamiento, decididamente explícito, acerca de la preferencia dariana de lo hedónico sobre lo espirtual. Al menos en este poema y en esa etapa de su vida.

Los temas se entrelazan, y salvo los versos iniciales, de clara naturaleza espiritual de hondo contenido cristiano, aunque impregnados de símbolos y alusiones (reticencia); el resto del poema va sorteando atajos concepto-emocionales, a través, como ya dije, del uso de silencios verbales, estructurales y ortográficos, y de dos misteriosos versos que nos inducen a múltiples interpretaciones:

¿Hacia qué vaga Compostela

¿Iba yo en peregrinación?

¿A dónde íbamos Señor?

Analicemos estos tres versos, capitales y definitorios dentro del poema. Desde el comienzo Darío nos advierte que es un poema crepuscular.

¿Hacia qué vaga (subrayo) Compostela viaja Darío? Evidentemente es mística, ya lo dije al comienzo del poema “En un momento crepuscular/pensé cantar una canción… predicciones de So Pablo o lamentaciones de Job…”

Ya que la Compostela física y real la tiene apenas a unos metros, desde luego que describe las torres de la Basílica y sus detalles. Y más adelante se pregunta: ¿A dónde íbamos Señor?

Este verso angustioso para el poeta y para el lector, es en si mismo un poema, y crea, con la duda tirada al viento que no al Señor, un silencio poético, pues todo queda en suspenso y sin respuesta. Un silencio y una duda que dicen más que muchas palabras.

En estos 14 versos iniciales, el poeta reclama una señal de la divinidad, pero más bien se siente inmenso dentro de esa muchedumbre peregrina que no tiene claro su destino.

El poeta cree ver algunos indicios simbólicos: “El perrillo que nos seguía/no sería acaso un León?”/heráldico del evangelista.

“Muchedumbre de todos los/puntos del mundo, que llegaba/a la gran peregrinación. Era una noche negra, negra/porque se había muerto el Sol: /nos entendíamos con gestos/porque había muerto la voz. /Reinaba en todo una espantosa y profunda desolación”.

Acaso no es ésta la gran tribulación apocalíptica?

La recreación de los cantos III y VII del Infierno de Dante es bastante clara: “y la muchedumbre tal detrás venía, que, al verla junta vacilando quedo, si tal riza aún la muerte hacer podría” “y almas vi por ejércitos clamando…”

Misma imagen que Eliot utilizará en La Tierra Baldía .

Los grandes poemas necesariamente se hermanan, ya que participan del gran arquetipo universal de la poesía. El asunto es simple, la poesía sólo tiene dos abrevaderos: la vida y la muerte y los matices de ambas, por ejemplo es claro que el amor está de lado de la vida y el desamor de la muerte y simbolizadas entre otras muchas formas como el amanecer y el anochecer.

Virgilio también, en La Eneida , habla de esa muchedumbre espectral y vacilante, los insepultos y los que aún no nacen, lo que espanta a Eneas, de tal manera que, confundido, al llegar a la bifurcación de los caminos se equivoca y la Sibila le advierte: ¡Cuidado! Por ahí vas al infierno. Este tema, de los caminos bifurcados, aparece, con una fuerte simbología, en los tres autores, Darío, Dante y Virgilio.

Podríamos resumir que la primera parte del poema es de naturaleza crepuscular, dubitativa y angustiosa. la segunda parte del poema es ondulante e inicialmente avizoramos alegría, esperanza:

“Las torres de la catedral/aparecieron. Las divinas horas de la mañana pura. Las sedas de la madrugada/saludaron nuestra llegada/con campanas y golondrinas./ ¡Oh, Dios!”

“y jamás habíamos visto/envuelto en oro y albor/emperador de aire y de mar/que aquel Señor Jesucristo/sobre la custodia del Sol/!Oh Dios!/para tu querer y tu amar”.

Después suceden otros “prodigios divinos” “cantando el verso del milagro”. Pero de pronto, abruptamente, el horror y la muerte, ya anunciados por el estribillo “Oh Dios” “A dónde íbamos Señor?” a lo largo de todo el poema:

“Por la calle de los difuntos vi a Nietzche y Heine en sangretintos; parecía que estaban juntos e iban por caminos distintos”.

Es claro lo que estos personajes representan, y el camino bifurcado —el infierno y la gloria— imagen ya establecida, como vimos antes, en Virgilio y en Dante. En estos versos se simboliza también la inevitabilidad de la muerte que abarca a todos por igual.

Ante una realidad tan cruel, Darío se refugia y posiciona:

“La ruta tenía su fin,

Y dividimos un pan duro

en el rincón de un quicio oscuro

con el Marqués de Bradomín”.

En “Cantos de Vida y Esperanza Darío dedica el poema Automnal a este popular personaje de su época donjuanesco.

Prefiere la compañía de este personaje libertino, mujeriego y caballeresco, que continuar en la peregrinación, la cual sólo lo llevará después de todo “hacia una dudosa Compostela”.

La Prensa Literaria

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