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Sufriendo en silencio

Hasta hace seis meses la vida de Angélica transcurría con normalidad. Con dos años de matrimonio y su pequeño hijo de dos años, eran la típica familia del interior del país. Él trabajaba durante todo el día fuera de casa mientras ella se encargaba de vigilar los quehaceres del hogar y de la educación de su hijo.

Geraldina González C.

Hasta hace seis meses la vida de Angélica transcurría con normalidad. Con dos años de matrimonio y su pequeño hijo de dos años, eran la típica familia del interior del país. Él trabajaba durante todo el día fuera de casa mientras ella se encargaba de vigilar los quehaceres del hogar y de la educación de su hijo.

Sin embargo, poco a poco los problemas comenzaron a surgir y con el paso del tiempo las discusiones con su esposo han ido aumentando la intensidad. Cada vez que él sale regresa tarde a casa con un ligero aliento alcohólico y un notable mal humor que se manifiesta hasta por la más mínima frase o pregunta de Angélica.

Sin necesidad de contacto físico, las palabras y amenazas de su esposo van creando heridas cada vez más profundas que se van ahogando entre las lágrimas que se derraman en el rostro de Angélica, mientras se aferra a su más preciado tesoro, su hijo, quien dentro de su inocencia propia de un niño le pregunta: ¿Por qué llorás, mami? ¿Qué te hizo mi papá?

Sin saber qué responder, ella tan solo lo acoge entre sus brazos y se promete no continuar con aquel escenario que sin duda marcará la corta vida de su hijo.

Para el médico Nelson García Lanzas, psiquiatra forense, se puede definir como violencia a “aquellas formas de relación e interacción con el objetivo de provocar daños hacia terceros. Es todo lo que lleve un sentido de destrucción, de denigración. Su principal reflejo es la agresividad”.

Según el especialista “se trata de un elemento propio del ser humano desde los inicios de su descendencia que se ha venido reflejando como el instinto de sobrevivencia, pero a medida que se fueron desarrollando las sociedades vinieron mostrándose formas como la violencia intrafamiliar, la violencia de parejas que se viene formando desde una estructura cultural hasta que llegamos a las formaciones de las estructuras modernas, eso marcó una diferencia donde el hombre debía tener una hegemonía a nivel social y la mujer ocupó un papel secundario o terciario, el hombre era el primero en todo. Eso ha sido parte de la historia y por eso estamos montados en una situación cultural que ha sido muy difícil de cambiar”.

TIPOS DE VIOLENCIA

El doctor García sostiene que la violencia se puede clasificar según el espacio en que se dé, como es el caso de la violencia social, institucional, sexual o intrafamiliar. Sin embargo, en cualquiera de los escenarios podemos identificar dos tipos de violencia: la física y la psicológica.

Si bien los golpes o el contacto físico con intención de provocar dolor o algún daño son las más evidentes pruebas de un ambiente de violencia, muchas veces un simple gesto o palabra puede representar este concepto, provocando heridas cuyas cicatrices tardarán más en sanar.

“Cuando ejercés violencia física también ejercés violencia psicológica, va a la par. Pero se puede ejercer violencia psicológica sin ejercer violencia física, a través de la amenaza, la intimidación, de una comunicación constante de denigración, discriminación, descalificación o anulación”.

Este tipo de situaciones —sostiene el psiquiatra forense—, provoca en los demás un síndrome psicológico que no se ve como un puño pero se mide a nivel emocional y psicológico, ya que lleva a la persona a la indeterminación como ser humano.

“Significa que dejo de existir para que existás vos como el objeto de sometimiento. Yo no pienso, no opino, no digo, solamente existe lo que vos decís”.

Detrás de toda esta situación que podría parecer no tener salida, García señala que existe una amenaza oculta que muchas veces podría detener a la víctima con frases como “si vos decís o me hacés algo, yo mato a tus hijos, a tu familia o a vos”. “Una amenaza de muerte es la continuación de lo que has experimentado, por lo tanto la persona se congela y no puede hacer nada”, puntualiza el psiquiatra.

CICATRICES INTANGIBLES

La violencia es un fenómeno vivencial que muchas familias soportan a lo largo de la vida. De acuerdo con García, la Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea que la violencia intrafamiliar es uno de los estresores más intensos que percibe el ser humano, y como tal provoca más alteraciones emocionales.

Las consecuencias son innumerables, entre ellas el especialista destaca trastornos de ansiedad por estrés agudo, suicidios, alteraciones somáticas fisiológicas causadas por el estrés como gastritis, cefaleas, trastornos de ansiedad graves, trastornos depresivos, disminución de las capacidades y habilidades sociales de la mujer y los hijos para enfrentarse a la vida.

La mujer puede tener trastornos menstruales, trastornos del sueño, insomnio, depresión, dependencia de sustancias como el café para estar alerta, o bien a sedantes para poder descansar y no sentirse tan nerviosa.

De igual manera, afirma el psiquiatra, los hijos que han sido criados bajo la sombra de un hogar violento tienden a pensar que el matrimonio destruye la vida, que no sirve para nada, y optan por no hacer familia, por ser solitarios.

Se convierten en personas depresivas, ansiosas, muy inseguras, muy poco productivas laboral y académicamente. Disminuyen sus capacidades, tienen pocas oportunidades a nivel laboral, social, incluso a nivel relacional familiar, pues tienen dificultades para establecer matrimonios o relaciones sanas.

“La violencia intrafamiliar mina la calidad de vida de la persona, la destruye por todos lados y puede ser un disparador de enfermedades mentales graves”, comparte García.

UNA LUZ DE ESPERANZA

Cuando la familia o las personas involucradas han logrado romper el vínculo con el agresor es fundamental contar con la ayuda de un terapeuta para recuperar la estabilidad emocional.

Quienes han desarrollado algún tipo de enfermedad física como consecuencia del estrés provocado por la situación de violencia, requieren tratamiento farmacológico para superar la situación.

“Como parte del tratamiento psicoterapéutico se incluye la desestructuración de la personalidad para ayudar a estas personas a organizar su vida. Se acompaña de psicoterapia cognitiva, emocional, familiar sistémica, entre otras. Es como agarrar algo, desbaratarlo y volverlo a construir, eso lleva mucho tiempo y lamentablemente no todas las personas tienen acceso a este tratamiento”, explica el psiquiatra forense.

Al igual que Angélica, muchas mujeres viven sometidas a un tipo de violencia oculta bajo frases hirientes que con el tiempo pueden transformarse en agresiones físicas e incluso la muerte. Reconocer este comportamiento y desvincularse del agresor podría cambiar el desenlace de estas historias.

Nosotras mujeres violencia

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