Por Oscar González Morales
Un dólar es más o menos 25 córdobas. Un euro es alrededor de 34. Sencillo. Pero en Cuba el uso de la moneda es un enredo, al menos lo fue para mí, pues hay dos, el Peso Cubano y el CUC (Peso Cubano Convertible). Así que para no perder mucho tuve que abrir bien los ojos, aunque al parecer en varias ocasiones los cerré.
En mi visita a la isla hasta tuve que actuar un poco, aparenté ser cubano para conseguir precios bajos. Lo logré gracias a la complicidad de unos amigos nacidos en la tierra del mojito, que deseaban que mi experiencia fuera placentera y que no “me dieran vuelta”.
Aquel pequeño grupo de compinches me ayudó a abordar una barcaza que cruza la bahía de La Habana, entrar a la Cámara Oscura (en la que un lente especial te permite tener una vista a detalle de 360 grados de toda la ciudad) y ver la ceremonia del “Cañonazo de las Nueve” en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, atracciones turísticas por las que se deben pagar bastantes CUC, pero que a mí me costaron unos cuantos pesos. El disfraz funcionó.
—Tú vas en medio de nosotros y te callas chico, porque si te escuchan, ¡coño!, nos metemos en problemas.
Instrucciones simples al escucharlas, pero difíciles de seguirlas cuando hablar es tu deporte favorito o alguna persona echa la mirada donde vos estás y pensás: “¡Ya me agarraron!”
Fue una lástima no poder ser acompañado en toda mi estadía en Cuba por estos amigos, con ellos pude haber gastado menos, mientras que con el grupo de extranjeros con los que pasé la mayor parte del tiempo tuve que pagar hasta diez CUC (diez dólares) por un sándwich.
Al caminar por las cercanías del capitolio, otra de las zonas turísticas de La Habana, los comerciantes estaban listos para ofrecerme sus productos: gorras verde olivo con la imagen del Ché, maracas, pelotas de beisbol con dibujos de la bandera cubana… por la mayor cantidad de CUC posible.
Pero cuando lo hacía por La Lisa, un municipio abarrotado de edificios viejos a medio construir y otras viviendas que han crecido hacia los lados y arriba como por arte de magia, solo era un muchacho que no hablaba mucho.
—Probablemente es un guajiro (campesino) al que le avergüenza su acento pueblerino —pudo pensar uno de los cubanos con los que me topé.
Ahí, con cinco pesos compré un jugo de caña.
¡Qué dolor de cabeza lo del dinero! Intentaré explicarlo, como lo hicieron conmigo: las monedas oficiales son el peso cubano y el CUC, pero no podés comprar pesos cubanos con dólares o euros, solo CUC. Entonces, hay lugares, como delicias (así le dicen a los restaurantes), hoteles y tiendas, donde solo se aceptan CUC. Servicios como el transporte público o los taxis que no son estatales, en los que solo se paga con pesos. Y hay otros comercios en los que aceptan ambos, aunque si pagás con CUC seguro el cambio será en pesos, pérdida incluida.
Antes de tomar un taxi a las tres de la mañana, me preguntaron mis amigos cubanos si tenía diez pesos para pagarlo, respondí que sí, y cuando íbamos a bajar nos encontramos con un problema: no eran diez pesos los que tenía, sino diez CUC.
—Esto es mucha plata caballero —me explicó uno de los muchachos mientras el taxista le decía que no tenía cambio.
De arrecho, compré tres cervezas (suficientes para que uno de los cubanos que me acompañaban se embriagara) para cambiar el billete y pagar la carrera.
Tuve otra pequeña confusión a la hora de tomar una guagua (autobús). Me dijeron que costaba dos centavos y en mi mano preparé un par de monedas de uno. Otra vez el problema.
—Mi hermano, esos son centavos de CUC, no de peso.
Que bueno que alguien andaba unas monedas de más para mi pasaje.
Esta y muchas otras particularidades me permitieron probar el sabor que le deja Cuba a un extranjero, con todas las bellezas turísticas. También la Cuba en la que para celebrar hay que buscar el vino artesanal, que es muy barato, en la casa que todos los vecinos conocen, pero que la policía ignora.
También me quedó el calor humano de aquellos amigos, que hicieron de todo, incluso gastar el dinero que tanto les cuesta, con la genuina intención de que me la pasara bien y sobre todo que conociera a una parte de la auténtica Cuba. No solo aquella por la que se ven atrapados los turistas, sino en la que ellos están atrapados.
Ver en la versión impresa las paginas: 18