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Hace dos años, Gloria Arauz decidió dejar la abogacía y tomó el volante de un taxi. Está contenta.

Los oficios no tienen sexo

“Mucho mejor en el taller de torno que en la cocina”, parece ser la consigna de Sandra Arróliga. Pasa los días en un ruidoso galerón lleno de maquinaria pesada, soldadores y torneros. Ella también es tornera y se mueve a sus anchas en un mundo dominado por hombres. Aquí ha demostrado que puede ser mejor que cualquiera.

Por Oscar González Morales y Amalia del Cid

“Mucho mejor en el taller de torno que en la cocina”, parece ser la consigna de Sandra Arróliga. Pasa los días en un ruidoso galerón lleno de maquinaria pesada, soldadores y torneros. Ella también es tornera y se mueve a sus anchas en un mundo dominado por hombres. Aquí ha demostrado que puede ser mejor que cualquiera.

Domingo buscó a mujeres que como Sandra están haciendo un trabajo que actualmente la sociedad considera “masculino”. Decimos “actualmente” porque el mundo está en constante evolución y puede que lo que hoy es “raro” mañana ya no lo sea.

Alguna vez, hace no muchos años, era “raro” y hasta “peligroso” que una mujer trabajara en televisión. Hoy nos cuenta un poco de su historia doña Myriam Hebé González Montealegre, que en 1968 se convirtió en la primera mujer en la televisión nacional.

Ana Reyes se volvió guarda de seguridad, trabajo que demanda extensas jornadas laborales y de riesgo constante, por necesidad; pero en esa labor se vio “dignificada”.

A Gloria Arauz la profesión de taxista le llegó casi de golpe. Primero se endeudó con un taxi, para tener una entrada extra a su trabajo como abogada. Pero el aprecio por el carro, que tanto le cuesta, la llevó a tomar el volante, para un cambio que hasta el momento solo le ha dado satisfacción.

Entre las nubes vive Andrea Castillo Moreno, gracias a su trabajo como piloto de avión, el sueño de su niñez que hace cuatro años se hizo realidad.

Flor de María Flores es una mujer eléctrica, Sheila Báez domina los campos de beisbol y Lesbia Acosta está orgullosa de su trabajo como despachadora de combustible. Son mujeres con iniciativa, que ven más allá de los conceptos de la sociedad. A ellas dedicamos este reportaje.

Con la colaboración de Tatiana Rothschuh

DAMA AL VOLANTE

Lesbia Acosta, de 38 años, despacha combustible en una gasolinera de Managua.

—Me puede llevar a La Subasta campeón. ¡Ay! Disculpe señora.

—No se preocupe señor. Lo llevo en 50.

Así ha empezado en algunas ocasiones su día laboral Gloria Arauz, abogada de carrera, pero hoy taxista de profesión.
Antes de iniciar su turno, de 2:00 p.m. a 10:00 p.m., esta mujer de 31 años, que se ven multiplicados quizás por las asoleadas o por las libras de más, nos recibe en la gasolinera de Managua que le sirve como base y como refugio de su “piolín”.

Ese es el apodo que le ha querido dar a su taxi, al ser un poco más pequeño que los demás, y por el color amarillo, como el de la pequeña ave que es el enemigo y blanco eterno del gato Silvestre.

Este carro, que todavía sigue pagando, lo tomó ante el impulso de amigos y compañeros de trabajo de la financiera para la que laboraba, cuando ejercía la carrera de Derecho.

Lo vio como una buena entrada de dinero. Se lo alquilaba a los llamados “cadetes” y solo recibía la plata. Pero le dolió ver el maltrato que le daban a su “piolín” y fue así que le llegó por primera vez la idea de tomar las riendas, o en este caso, el volante.

Una vez más, amigos y familiares fueron los que dieron el empuje final y ya hace un par de años que Gloria maneja por toda Managua, y a donde los clientes deseen ir.

En este oficio  ha conocido a buenos amigos —cuenta— entre clientes, bomberos de la gasolinera donde guarda su taxi y compañeros de gremio, de los que asegura siempre ha recibido apoyo.

“Lo más difícil al inicio era saber cuánto cobrar, pero yo pregunté a algunos taxistas y ellos me dijeron. Siempre me han ayudado, animado y hasta las llantas me han cambiado algunas veces”, cuenta entre risas.

De los clientes tampoco se puede quejar, ya que asegura que ni le regatean. Aunque hay algunos que al subirse al taxi lo hacen con cierta desconfianza, a las pocas calles le expresan lo bien que maneja.

Otros se han vuelto clientes regulares, unos cuantos se han atrevido a invitarla a salir y un buen número se ha convertido en amigos.

Pero todo depende del cliente, son ellos los que rompen el hielo, y “uno debe ser ciego, sordo y mudo —comenta—. He llevado a gente a moteles, a night clubs y de todo, pero eso así es. Mientras no sea nada ilegal, yo los llevo a donde me piden y ya”.

“Hay compañeros que tienen dos, tres o cuatro mujeres. Yo no. Así que me puedo dar el lujo de descansar un día e incluso irme a pasear a Granada con mi mamá, hermanos, sobrinos”, asegura.

Su mayor enemigo es el sol, el que le ha manchado un poco su piel.

Sustos aún no se ha llevado, pero más allá de la suerte, también se lo debe a algunas medidas de seguridad que ella misma se ha impuesto, como no montar borrachos.

A “piolín” también lo cuida mucho. Pasa despacio sobre los baches, lo lava, le da mantenimiento y en cuanto lo termine de pagar, le buscará un compañero.

Pero no solo uno quiere Gloria, pues su sueño es crear un cooperativa de mujeres taxistas, como las que hay en Arabia, según vio en un reportaje de National Geographic. “Aunque no sería solo para subir mujeres”, aclara.

LA BOMBERA

Sheila de Fátima Báez, de  37 años,  es árbitro y quiere   “poner en alto a la mujer”.

La oferta de empleo llegó como caída del cielo, cuando Lesbia Acosta acababa de enviudar y comenzaba a enfrentarse a la vida con la responsabilidad  de tres hijos.  “No puedo”, dijo. “Vos vas a poder”, replicó su benefactora, y le dio trabajo en una gasolinera.

Desde hace seis años Lesbia despacha combustible. Ha estado en casi todas las estaciones de servicio  que han pasado por Managua y a punta de esfuerzo se ha ganado un lugar en un mundo dominado por hombres.

Al comienzo los clientes se asomaban a la ventana de sus vehículos, veían que se trataba de una mujer y de inmediato iban a buscar otra bomba, cuenta Lesbia, de 38 años.  

Incluso una vez siguió a un conductor  y lo encaró. “Me dijo que ellos pensaban que porque uno es mujer  le podía contaminar el vehículo echándole el combustible que no era”, recuerda. Ella le respondió que se equivocaba, que las mujeres son incluso más cuidadosas, están más enfocadas en el trabajo y  que los hombres a veces hasta llegan “tomaditos” y andan distraídos.

Ahora las cosas han cambiado. Hoy las filas grandes se forman en las bombas que atienden Lesbia y la otra muchacha despachadora de combustible.

“Nosotras las mujeres somos capaces de ser mejor que el mejor”, afirma Lesbia, quien nunca le ha dicho “no” a un oficio de hombre. De pequeña   cumplía con las rudas tareas del campo en la pequeña comarca leonesa donde creció. Luego cortó algodón y ahora es bombera de gasolinera. Mañana… ya Dios dirá.

SHEILA, LA MUJER ÁRBITRO

Su permiso para portar arma es lo único que conserva Ana Reyes, el uniforme y arma que utiliza en su trabajo le pertenece a la empresa de seguridad.

Como a la velocidad de la pelota, aflora en sus recuerdos uno de los sinsabores que le ha dejado su vocación como árbitro del beisbol:  “Estaba jugando Chontales con el equipo de Nueva Segovia. Un corredor en primera base se vino y se robó la base, el cácher lanzó la pelota  y yo aprecié que era out, el corredor se levanta y reclama ¿cómo va a ser out? Se pone en pie y se va, pero se viene el mánager a protestar y me dice: ‘Estuvieras en tu casa lavando, esto no es para mujeres, es para hombres’”.

En los hospitales son muchas las mujeres que están a la espera de los pacientes, en la televisión son presentadoras, reporteras, productoras o directoras, y es común verlas en los juzgados como defensoras o fiscales.

Pero todos esos puestos de trabajo, hoy ocupados por miles de mujeres, les han costado, ante la visión de un mundo para hombres que reinaba hace algunos años en el país.

Una pionera nica es Myriam Hebé González Montealegre, quien en 1968 se convirtió en la primera mujer en la televisión nacional, al conducir el programa Media hora con ustedes de Canal 2.

“En ese entonces las mujeres no hacían trabajo público, porque la gente consideraba que era peligroso, que se exponía mucho”, recuerda esta señora, quien desde hace cuatro años regresó a la televisión nacional con su programa Con locura azul.

Mientras ella luchaba por conseguir anuncios, recuerda que Julio Guido Bernard tenía hasta 50, ya que contaba con el respaldo del comercio granadino y de su condición de hombre.

“Todavía este es un mundo de hombres, aunque antes era peor”, asegura.

Así como doña Myriam Hebé tuvo que trabajar hasta el doble para alcanzar su sueño, lo hicieron otras pioneras, como Concepción “Conchita” Palacios, la primera doctora del país, quien tuvo que partir a México para conseguir su título en Medicina, pues en el país la discriminación se lo negó.

Fue hasta en sus últimos años de vida, en los ochenta, que Palacios recibió el reconocimiento, con el título Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN.

Como estas mujeres, muchas lucharon para que hoy muchas no solo laboren en lo que les apasiona, sino que dominen su campo laboral gracias a la gran capacidad de la mujer nicaragüense.

“Pero eso aprecié y esa sentencia se respeta, no hay que retroceder, uno debe actuar con imparcialidad”, dice con firmeza Sheila de Fátima Báez Castillo, ahora de 37 años. Desde niña creció jugando beisbol con pelotas de calcetín y tapas de chibola, en el populoso barrio de La Tonga, de Juigalpa, Chontales.

“Era marimacha (ríe) jugaba con los niños del barrio, pero soy mujer muy segura y trabajadora. Mi abuela nos enseñó a salir adelante, soy madre soltera, tengo dos hijos”, se describe. Desde la edad de 10 años acompañaba religiosamente a su abuela María Lidia Burgalín al campo deportivo, donde vendía carne asada, pero ella era apasionada del beisbol.

“Me fijaba precisamente en los jueces, hasta que un día pregunté a un compañero de trabajo, Mauricio Miranda, que si podía entrar en la Asociación, me dijo: ‘Llegá y si te gustan los estatutos es cosa tuya’. Así llegue un sábado, tenía 32 años, me gustó y aquí estoy”, cuenta.

Sheila arbitra en ligas campesinas, la recreativa, la departamental,  la Mayor A y juegos de primera división. En cada partido demuestra dominio de las reglas e imparcialidad en el terreno. Es enérgica, desinhibida, precisa y segura en sus decisiones.

El público, las difíciles jugadas, las actitudes, costumbres y actividades sociales, reservados históricamente para los hombres, no la “acalambran”. Ella es Sheila, la árbitro que pide a Dios y a San Sebastián que todo le salga bien.

Los días de la semana se dedica a su trabajo como afanadora en un hospital, donde gana un poco más de cinco mil córdobas. El próximo reto es  arbitrar en “home play  a donde no ha llegado ninguna mujer en el país”.

GUARDA DE SEGURIDAD

Sandra Arróliga tiene 44 años y es maestra de torno en el Centro de Capacitación Técnica (Cecna).

Ana Reyes es guarda de seguridad.  Tiene 48 años, parece de 40, y está desempleada desde hace 15 días.

Ella quería ganarse el dinero de una forma distinta a los trabajos que generalmente hacen las mujeres: limpiar  pisos, lavar ropa o cocinar en casa ajena. Así fue como le  preguntó hace dos años a un amigo que cuidaba en una antena de telefonía móvil ¿qué se necesitaba para conseguir ese puesto?

Fue este amigo quien le pintó el escenario, no tan complicado según ella. Los papeles en regla, una entrevista, un curso para aprender a usar el arma y ya, Ana era guarda de seguridad.

Ana ha tenido como horario regular 12 horas continuas, con turnos de 24. La han colocado en supermercados, predios, casas de habitación, universidades y empresas, en donde hace lo mismo que los varones. “¿Usted sabe lo que es requisar? Pues yo lo hago incluso a los varones, porque así es el trabajo”, relata.

La necesidad de velar por siete hijos, aunque solo tres están a su cargo en este momento, fue una de las principales causas que la llevaron a su actual profesión, de la que dice lo más difícil es afrontar el riesgo que viene con ella.

Ya en una ocasión, saliendo de su turno, sin su arma en el cinturón, fue asaltada. Un celular perdido fue el saldo del atraco y agradece a Dios que no pasó a más.

Estos riesgos laborales los ve compensados por el salario, que es un poco mayor que el de una empleada doméstica, su antigua labor.

“Ser empleada no me gusta, me gusta más esto. Yo no sirvo para quedarme en mi casa, además, tampoco me gusta dejarle toda la carga a él (su esposo)”, dice.

Y fue en su primera oportunidad como guarda de seguridad que encontró el amor, por segunda vez en su vida. Su relación con Agustín Roque la comenzó “como que fuéramos chavalitos —dice—, escondiditos”, aunque fue la misma la que le costó el puesto.

Orgullosa muestra su permiso para portar arma, aunque no puede tener con ella el uniforme que hasta hace poco usaba. “Si no lo devuelvo no me dan liquidación”, explica esta mujer, quien solo desea poder trabajar para ayudar a sus hijos a estudiar, “componer su casita” y conservar su dignidad.

“PROFE” DE LA CLASE DE TORNO

Flor de María Flores tiene 50 años y es ingeniera eléctrica.

Cuando tenía 15 años Sandra Arróliga pensó en ser secretaria;  pero descubrió que ese salario “no resultaba” y, además,   encontró a tiempo  su verdadera vocación: los talleres de torno.  Llegó sin ser invitada para  observar de cerca el trabajo rudo de hombres que elaboraban “desde un tornillo hasta una pieza de cinco metros”. Más tardaban en expulsarla que ella en volver. Así que, cansado, el dueño del taller decidió que lo más práctico era darle empleo. Hoy lleva 29 años en el oficio. 

Ahora Sandra, oriunda de Tecolostote, Boaco, está casada y vive en Managua. Este 8 de marzo, Día Internacional  dela Mujer,  cumplió 44 años. Suele  calzar unas “burras” negras, usa jeans y se pasea bamboleando sus grandes caderas entre las máquinas de torno del Centro de Formación Profesional Nicaragüense Alemán (Cecna), en Managua, donde trabaja como docente.

El moverse en un mundo de hombres la ha impulsado a aprender cada día más, cuenta. “Siempre hay machismo, por eso hay que saber siete veces más que el hombre”, afirma. Y  muestra con orgullo una pila de títulos y certificados obtenidos a lo largo de tres décadas.

Es dura y exigente, porque solo así puede mostrarle a sus alumnos, todos hombres, que: “Aquí la que manda soy yo”.  Dice que quisiera tener alumnas. Y explica: “Aquí las mujeres se defenderían más que cocinando”.

LA MUJER Y LA ELECTRICIDAD

Flor de María Flores tiene 50 años y es ingeniera eléctrica.

Desde su escritorio de secretaria, Flor de María Flores veía pasar a obreros de la construcción, mecánicos, contadores y electricistas.  y así pasaron quince años, con ella detrás del escritorio, solo viendo, hasta que se animó a estudiar la carrera que sería su pasión: Ingeniería Eléctrica.

Cuando empezó a estudiar era incluso más raro que una mujer eligiera ese tipo de carrera “para hombre”. “Todavía son pocas, pero cuando yo ingresé era aún menos. En mi grupo solo había una mujer, que era yo”, recuerda. Y ríe.

Salió de la universidad en el año 2000, ahora tiene 50 años de edad y  desde hace cinco trabaja como docente en el Centro de Formación Profesional Nicaragüense Alemán (Cecna), donde se capacita técnicamente a jóvenes de bajos recursos económicos.

“Mi trabajo consiste en formar jóvenes, mujeres y varones, que quieran aprender a hacer tendidos eléctricos, reparación de maquinaria, operación  y mantenimiento”, explica.   A sus alumnos les habla de voltaje, de alta y baja tensión, de transformadores, motores y operación a distancia.

 Pero no es tan fácil. Se necesita mucho carácter para moverse en un círculo donde aún hay mucho machismo. Si fuera un blanco más débil, “lloraría a cada rato”, dice. “Pero he aprendido a defenderme”, afirma.

—¿Cómo lo hace?
—Me defiendo con mi trabajo. Y bueno, también saco a veces mi cajita de lustrar (ríe), porque a mí no me luce andar poniendo quejas ante un jefe.

Sin embargo, a veces la discriminación llega de donde menos se lo espera: otras mujeres. Recuerda la vez que una señora llegó en busca de un electricista y ella le recomendó a María, una de sus mejores alumnas.

“La María es buena, analítica, ordenada y cuidadosa”,  le dijo. Pero la señora respondió: “ No, no, este es un oficio para hombre”.

Pero, a  juicio de Flor de María, si alguna desventaja tienen en este oficio las mujeres es la fuerza y nada más.  “No lo voy a negar, pero de todas formas  en electricidad no andamos cargando tanto y además un transformador lo debe mover no uno, sino varios hombres”.

Como ingeniera le ha ido mucho mejor que como secretaria. Como madre soltera, logró llevar a sus dos hijas a la universidad. Una optó por la docencia y la otra está siguiendo un camino parecido al de su madre como   ingeniera en sistemas. “No gano un montón, pero me siento realizada”, suspira Flor de María.

A VOLAR JOVEN

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Desde los 11 años Andrea Castillo Moreno se enamoró de la aviación y ahora ya suma cuatro surcando los cielos nicaragüenses.

Las instrucciones son las usuales, pero esta vez se escucha una voz suave, delicada, quizás angelical. Es la capitana Andrea Castillo Moreno la que habla a sus pasajeros, antes de alzar vuelo.

Andrea es una, de cuatro mujeres, entre los 33 pilotos que la aerolínea nacional La Costeña tiene como su personal. Pero además, es de las más jóvenes, con sus 23 años, de los que ya lleva cuatro transportando pasajeros de Managua a un destino de la costa Caribe o Río San Juan.

Esta muchacha, cuyos ojos café brillan con intensidad cuando vuela y cuando habla sobre volar, encontró la inspiración en su papá, Juan Castillo, un veterano piloto de helicópteros.

Desde pequeña le llevó a volar, le dejó tomar el mando y hasta le ayudó a dar sus primeros pasos en la aviación.

“A los 11 años me di cuenta que quería ser piloto —cuenta Andrea— y a los 14 comencé a estudiar aviación. Mi papá quería que antes de que terminara la secundaria me empezara a preparar, porque sabía lo que me esperaba, entonces me mandó a curso de piloto privado acá en Nicaragua. Volví a mi pueblo a Ocotal a terminar la secundaria y en cuanto salí me fui a estudiar a la Academia de Enseñanza Aeronáutica de Costa Rica, donde saqué mi primera licencia”.

Los estudios de aviación, que le permitirían hacer vuelos comerciales, los concluyó en El Salvador en la Academia Dardano, siguiendo el trabajo de su padre, quien se mudó de Costa Rica a este otro país centroamericano.

Al concluir sus estudios, la necesidad de pilotos le dio un puesto en La Costeña, donde su sueño se convirtió en realidad.
“Desde arriba todo se ve pequeño, es tan lindo. Los amaneceres y atardeceres son mis momentos preferidos. Volar de noche es lo que más me gusta, porque ves la Luna, las estrellas. Todo es tan bello”, cuenta.

Algunas veces su edad, otras por ser mujer y en ocasiones ambas, ha despertado la desconfianza o hasta el rechazo de un número reducido de sus pasajeros, aunque son estas mismas condiciones las que hacen que otros le aplaudan al aterrizar.

Andrea ha perdido la cuenta de las veces que los pasajeros le han dicho que es la primera vez que vuelan con una mujer, que le felicitan y hasta le piden una fotografía con ellos.

“Recientemente una niña de la India se me acercó —en un vuelo a Bonanza— y me dijo que quería una foto, que era primera vez que volaba con una mujer piloto e igual su papá me felicitó, fue algo especial. Sentir la admiración y el cariño de la gente es increíble”, relata.

Aunque el riesgo siempre está presente en esta labor, la joven capitana dice que nunca ha tenido ningún percance, pero está segura que si llega a ocurrir estará preparada, para cumplir con su compromiso profesional y personal, de llevar a su destino con seguridad a sus pasajeros.

Y de los fines de semana, días feriados, cumpleaños y ocasiones especiales que se ha perdido y perderá, no se lamenta, ya que el volar es lo que la hace feliz y en su entorno familiar ya es parte de la rutina.

Pero la historia de esta muchacha apenas inicia, su próximo deseo es volar en un jet, para una aerolínea extranjera. Le ilusiona la idea de llevar a 150 pasajeros y viajar por el mundo. “Espero que sea pronto”, dice con seguridad.

Sección Domingo mujeres sociedad

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COMENTARIOS

  1. Rafael Valdez
    Hace 11 años

    Excelentes noticias; un mundo abierto para las mujeres que se proponen metas y tienen sueños de vivir felices. FELICIDADES PRENSA POR ESTE MAJESTUOSO ARTICULO.

  2. Bella Durmiente
    Hace 11 años

    A Rafael Valdez debo decirle, que mi mamá tiene la META de comprar una cama luna, y el suficiente SUEÑO como para dormir sin despertar durante una semana o mas.

  3. Facundo
    Hace 11 años

    Personalmente creo que no es correcto expresar sorpresa cuando la mujer desempeña las mismas actividades que nosotros los hombres, a la fecha ya debería haber desaparecido la falsa idea de la superioridad del hombre. ¿O a caso creemos que nuestro trabajo es tan difícil? La sorpresa debería ser que a nosotros los hombres nos cuesta mucho igualar o superar las cosas que la mujer puede hacer.

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