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Crianza de campeones

Desde su nacimiento, Fetiche, un caballo pura raza español, fue visto como un semental. En su “partida de nacimiento”, que es un extenso registro, consta que su padre es Federico X y su mamá, Campanilla XXXVI. Cuando nació, una comisión de España viajó a Nicaragua para reseñarlo. Anotaron sus marcas, la forma de su cabeza y hasta la cantidad de remolinos en su pelaje.

Por Mónica García Peralta

Desde su nacimiento, Fetiche, un caballo pura raza español, fue visto como un semental. En su “partida de nacimiento”, que es un extenso registro, consta que su padre es Federico X y su mamá, Campanilla XXXVI. Cuando nació, una comisión de España viajó a Nicaragua para reseñarlo. Anotaron sus marcas, la forma de su cabeza y hasta la cantidad de remolinos en su pelaje.

El registro también demuestra toda su descendencia, las características de sus cascos, tipo de sangre, entre otras particularidades. Para obtener estos datos, la comisión de españoles tomó una muestra de su sangre, la llevaron de regreso a la “Madre Patria”, y comprobaron mediante pruebas de ADN que efectivamente sus padres eran Federico y Campanilla, con sus respectivas numeraciones. Ahí le otorgaron la casta que su criador esperaba: Sin duda alguna Fetiche es legítimo pura raza española.

“Ni siquiera en mi árbol genealógico tengo reflejados tantos familiares”, bromea Ismael Reyes, dueño de Fetiche, refiriéndose a lo estricto que es tener un caballo de estos.

Este hombre de 70 años lleva casi la mitad de su vida esforzándose por conseguir en Nicaragua el caballo perfecto. En su Rancho Majaloba escoge meticulosamente las yeguas y sementales que debe cruzar. Quiere a sus animales como mascotas, “igual que cualquier perro o gato”, y se “escapa de morir con ellos” cuando, por una u otra razón, fallecen.

Al igual que Ismael Reyes, en el país hay unos 60 criadores de caballos pura raza española, que se encargan de la alimentación desde que el animal es un potrillo para que se desarrolle y dé las medidas que los españoles exigen que tenga. Además tienen gente peinándolos, bañándolos, vitaminándolos y, sobre todo, domándolos para dar espectáculos, y asegurarse que desarrollen la capacidad de moverse correctamente como lo hace un campeón.

El Cortijo El Rosario, por ejemplo, es otro sitio de estos, creado para reproducir los mejores. Es propiedad de la familia Coen, y uno de los más grandes centros de adiestramiento y cría de caballos pura raza, donde no solamente el afán por ganar predomina: aquí hay pasión y admiración por estos animales.

“Con el caballo uno crea una relación, las amistades que se forman alrededor de él son generalmente sinceras”, dice Piero P. Coen Ubilla, quien claramente se ha quedado maravillado con la lealtad de sus crías. “¿Cómo es posible que este animal tan poderoso, que me podría exterminar con solo decidirlo, haga caso a lo que estoy diciendo? ¿Cómo siendo tan poderoso puede ser tan noble”, agrega Coen.

Puros españoles, criados en Nicaragua

La crianza de los caballos, con motivos meramente competitivos, comenzó alrededor de los años de 1960, cuando según dice Ismael Reyes, juntó a otros amigos para traer desde España los primeros sementales y yeguas. “Lo que pasaba en ese tiempo es que solo se importaban caballos machos para montarlos en agosto (…) Pero hace 41 años alquilamos un avión completo y trajimos como 21 animales. Todos juntamos plata para pagar el avión. Así iniciamos la crianza en el país”, dice Reyes.

Los criadores viven para el caballo. En sus casas, oficinas y haciendas abundan figuras de estos animales. Hay medallas, placas, esculturas, fotos y pinturas. “Más que de la familia incluso”, entre risas expresa Octavio Lacayo, criador de caballos pura raza española y dueño de la Hacienda La Escondida, Diriamba.

Tiene una apariencia distinguida. Normalmente nace en los colores blanco y gris claro, y de vez en cuando bayo. La crin (pelo sobre el cuello) y la cola es abundante, larga y ondulada. Tiene una cara plana, a veces convexa, orejas pequeñas, y un espectacular cuello. Su pecho es macizo. Es conocido por su habilidad de aprender y su temperamento extraordinario.

Existen caballos pura raza española esparcidos por todo el mundo, aún cuando estos no nacen en suelo español, son aproximadamente 170,000 ejemplares, que se crían en más de 60 países, según la Asociación Nacional de Criadores de Caballos de Pura Raza Española (ANCCE), de España. En Nicaragua, la Asociación Nicaragüense de Criadores de Caballos Pura Raza Española (ANCPRE) tiene registrados al menos 3,000 ejemplares nacidos en el país y reconocidos por España. El primer caballo pura raza española fue traído a Nicaragua en 1959, según Roberto Sánchez, historiador. Este caballo, el pura raza, era el preferido por los caballistas, pues ha sido considerado en la historia como “caballo de reyes”: un animal noble, fácil para desarrollar habilidades de alta escuela, dar espectáculos y de gran belleza física.

El reglamento de los premios amplio. Es una especie concurso de belleza de los caballos.

Para que un caballo o yegua sea campeón o campeona debe cumplir una serie de parámetros.

Estos parámetros dividen las secciones que conforman al animal y le dan una puntuación específica.

Comparan la cabeza, y demás partes del cuerpo, contra el estándar racial para otorgarle los puntos.

Los premios no son monetarios, algunos dan medallas, otros placas, esculturas de plata o cerámica, que se registran como currículum del criador o la finca.

También valoran cómo trotan, el porte, cómo galopan, cómo caminan, el paso del animal.

Después lo montan, esa es la prueba de funcionalidad.

En cada feria se le da un puntaje y según lo que gane queda en su registro como mejorante de la raza.

A sus 60 años tiene el placer de poder dedicarse ciento por ciento a sus caballos. Ya se retiró de su trabajo y vigila a sus mascotas, como les llama, los 365 días del año. Según cuenta este señor, tuvo la dicha de nacer rodeado de equinos, pues su papá también los criaba. En su niñez disfrutó del campo, aprendió a amar la tierra y estableció una estrecha relación con estos animales.

El más importante de sus ejemplares es uno que obtuvo el rango de campeón cuatro veces. Se llamaba Escudero. “Él fue el mejor en cuanto a premiaciones. Estábamos comenzando con él, de muy joven. Era un ejemplar blanco y erguido. Muy bello. Lamentablemente murió, le dio un cólico. No pudimos salvarlo, aunque estuvimos 48 horas con el veterinario. Nos queda la satisfacción que impuso su propio récord en ese momento”, dice Lacayo.

En la hacienda de Lacayo también hay dos yeguas campeonas. Esparta y Esbelta. Y no solo han ganado premios a nivel nacional, sino que han sido campeonas centroamericanas. La clave ha sido la doma. Todo un proceso que puede durar de 2 a 3 años, para que el animal aprenda a reconocer a su amo, y a obedecer las direcciones que le da. Al final de este tiempo el caballo debe ser capaz de caminar erguido y hacer con estilo pasos como trote, galope y piafé, que son algunos de los parámetros que se evalúan en las competencias.

Avance genético: razas mejoradas

La crianza es todo un arte. Desde que el potro sale de la madre, comienzan los cuidados. Sin embargo más allá de lo que requiere el cuido, los criadores también han desarrollado técnicas, con los mejores veterinarios y personal especializado para tener centros de mejoramiento genético que no dejan nada al azar ni oportunidad de error, con el fin de producir los mejores caballos.

Muestra de esto es el centro de mejoramiento genético de Cortijo El Rosario. El centro fue creado en 2011 y el objetivo es utilizar la última tecnología para obtener semen de ejemplares de alta calidad genética. Cada eyaculación de un semental proporciona entre 50 y 150 cc de semen, cantidad que por inseminación artificial sería suficiente para preñar hasta 20 yeguas, mientras que a través de la monta natural con suerte serviría para preñar a una.

La cantidad extraída también puede ser congelada y esperar la ovulación de la yegua de alta calidad para ser inseminada artificialmente. Luego, pueden incluso trasplantarse los embriones a una yegua de menor calidad genética para la gestación, una especie de vientre de alquiler; mientras la yegua de alta calidad vuelve a estar lista para una nueva inseminación en un tiempo más corto. “El camino rápido para la mejora genética es a base de tecnología de punta, eso significa inseminación y trasplante de embriones porque un semental no va a tener capacidad para servir (fecundar) tantas yeguas, entonces tenemos que optimizar el recurso del semental y el de la yegua”, dice Daniel Arauz, gerente general de Cortijo El Rosario.

De este cortijo, brilla el nombre de Rondeño IX, traído al país en 2009, dos veces campeón del Sicab (Salón Internacional de Caballos), “que es como el Miss Universo para caballos”, describe Piero P. Coen. Aunque Rondeño IX murió a los nueve meses víctima de una enfermedad fulminante, logró heredar su casta: 22 potros que corretean por El Rosario.

Ese es el sentido que da Coen a la existencia de su Cortijo, donde define a sus especímenes, como un producto aspiracional, para quienes se mueven en el mundo de los caballos, pues además de escuela dan calidad a los caballos que crían. “Aquí se encuentra una genética igual o mejor que la de España, todos son hijos de campeones, y el ganadero se ahorra el costo del transporte”, explica Coen, refiriéndose a la infraestructura, los movimientos, la escuela, los jinetes, que ha podido desarrollar su complejo.

Mercado escaso

Los caballistas, sin embargo, no viven de la venta de caballo, más bien viven para pagar sus gastos. En las ferias que participan no ganan premios monetarios. Los gastos muy pocas veces se cubren con la venta de potrillos, yeguas o caballos adultos. Entonces ¿qué los motiva?

Simple: ser los mejores criadores, expositores y presentadores de caballos. Esto lo logran en las ferias, que son una especie de termómetro que les sirve para medir su rendimiento como criadores. En Nicaragua se realizan dos ferias en el año, donde se reúnen los criadores y otros que solo los compran para mostrar los movimientos del caballo, lo que han aprendido con ellos y la excelente condición en que los tienen, con alimento y cuidados.

La crianza de caballos, definitivamente es toda una industria en el país. Sin embargo de acuerdo con caballistas como Reyes, Coen y Lacayo, son más los gastos que las ganancias para cada uno. “Nosotros vendemos caballos porque no nos podemos quedar con todos ellos. No precisamente para ganar dinero, porque nadie vive de vender caballos, es mentira, sino que tratamos que la venta de algunos pague el gasto de ellos mismos. A veces lo logramos”, asegura Octavio Lacayo.

Se mueve mucho dinero alrededor de este pasatiempo. La compra de un semental para comenzar la cría puede andar entre 10 y 15 mil dólares, nacidos en Nicaragua, pero hay ejemplares traídos de las mejores yeguadas de España que pueden costar más de cien mil dólares. Su alimentación, cuidados, pago del herrero, veterinario, jinetes, de quien lo peina y lo baña para que siempre esté reluciente, puede sumar unos 200 o 300 dólares al mes.

Solo el gasto de registro, para que un español llegue a reseñar el caballo, son 300 dólares más, sin contar con los 5 mil o 6 mil dólares que se deben desembolsar para que el miembro de la comisión española se mueva por todo el país reseñando. Si esto se multiplica por la cantidad de caballos en una hacienda, el resultado es mucha plata invertida, versus pocas utilidades recuperadas.

“El caballo no se vende como se venden frijoles. Ahorita, por ejemplo, no estoy cubriendo (fecundando) yeguas. No hay mercado grande, no existe ganancia, el único fin es competir. Es cierto, eso me cuesta un montón de plata, pero cuando me dan la tablita, me siento el rey de todo el mundo. Igual otros que se la ganan”, menciona Ismael Reyes.

Pero lo más importante, para los criadores, según explica Lacayo, es esa relación que se crea con el animal. “Ellos han sido mis grandes profesores. Me han enseñado a tener paciencia. Te ayudan a ser disciplinado. Además que te devuelven ese contacto con el campo que hoy muchos han perdido. Y si esto fuera poco, crean unidad en la familia que disfruta de su compañía. Yo definitivamente creo que es el caballo, no el perro, el mejor amigo del hombre”, dice este criador, quien opina que entonces la inversión para tener los 32, entre potros, yeguas y caballos que cría en su hacienda, vale la pena, aunque esto también implique verlos morir, entristecerse como cuando se pierde un amigo y ver cómo se desvanece la inversión, que nunca se olvida y mucho menos se recupera.

Sección Domingo campeones crianza

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COMENTARIOS

  1. Vale mas un caballo que un ciudadano
    Hace 10 años

    Siempre he dicho que invertir cientos de miles de dólares en algo que no es industria productiva ni crea empleos que se puedan multiplicar ni valor agregado sino más bien un capricho ególatra personal es pecaminoso en el país de las “Churecas” es pecaminoso en un país con la pobreza que existe en Nicaragua No me explico como los propietarios pueden sentirse cómodos con sus conciencias exhibiendo sus caballos en los desfiles ante una audiencia que a duras penas hace un tiempo al día

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