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Cartas al Director

Hace unos meses conocí a una familia italiana que se había mudado recientemente a nuestro país y le urgía matricular a su hija en el nivel que correspondiera en nuestro sistema educativo, ¿la razón?, en Italia es obligatoria la educación hasta el bachillerato y los padres pueden ser multados si no cumplen con este requisito.

Educación básica obligatoria

Hace unos meses conocí a una familia italiana que se había mudado recientemente a nuestro país y le urgía matricular a su hija en el nivel que correspondiera en nuestro sistema educativo, ¿la razón?, en Italia es obligatoria la educación hasta el bachillerato y los padres pueden ser multados si no cumplen con este requisito.

Quizás alguien diga; la realidad económica y educativa de Italia no se compara con la nuestra. Es cierto, pero precisamente por nuestros rezagos educativos se debe asignar a los padres más exigencia en la educación de sus hijos, pero parece que se hace todo lo contrario al suavizar, flexibilizar demasiado los requerimientos educativos. Se tolera en los centros educativos en ocasiones conductas inaceptables de los estudiantes, esto va en detrimento de la calidad.

Se puede ver una gran apatía de los padres, un ejemplo de ello; la mayoría se ausenta en las reuniones que los docentes convocan, no están pendientes del desempeño de sus hijos, por lo general los padres que más participan son los padres de los niños con excelencia académica y los padres de los niños con más dificultades, que deberían participar con mayor entrega son grandes ausentes, esto es preocupante, es en sí contradictorio.

Una de las causas de la indiferencia de los padres por asumir más responsabilidades es que nuestro sistema educativo les da demasiadas concesiones, se flexibiliza sobremanera los estándares de evaluación, un ejemplo concreto: la evaluación que se promueve es acumulativa y los maestros tienen que esperar muchas veces los trabajos a evaluarse que no ha llevado en tiempo y forma, en esta situación el estudiante se atiene, se duerme, se desmotiva, entienden que no se reprueba a nadie. Hasta se ha orientado a los maestros, a visitar las casas de aquellos alumnos que ya tienen inasistencias prolongadas, de esta manera se permite demasiadas ineptitudes. Así el padre no va a la escuela y hasta espera que sea el maestro que lo visite y así se sigue un ciclo en el que la irresponsabilidad se alimenta.

Los padres no comprometidos con la educación sencillamente se acomodan, “se acostumbran” a este sistema educativo poco exigente que le preocupa poco la calidad. En estas circunstancias se tiene que cambiar esta concepción de cómo se ve la educación, los padres deben ser los principales responsables; ya que se garantiza la gratuidad, merienda escolar y hasta útiles escolares, ¿qué excusa válida tienen los padres para no mandar a su hijo a la escuela?, ninguna. Es ahí donde entra el concepto de la necesidad de una educación básica obligatoria. La necesidad de darle a los padres el protagonismo y la responsabilidad que naturalmente tienen con sus hijos.

Con una educación básica obligatoria donde se contemple la posibilidad de algún tipo de multa o sanción, los padres despreocupados e irresponsables tendrán que garantizar la educación básica de sus hijos, obviamente estudiando algunas salvedades o excepciones.

David Javier Hurtado Galagarza

Espíritu laborioso nicaragüense

En nuestra sociedad actual que día a día lanza gritos pidiendo ayuda debido a la crisis económica que agobia al país, ya sea mediante medios de comunicación televisivos, radiales o escritos, incluso la internet en este mundo globalizado, a diario escuchamos personas de escasos recursos económicos pidiendo ayuda para construir sus casas, pidiendo tierras para cultivar pero que al final son vendidas, pidiendo indemnizaciones por haber participado en gestas históricas como la revolución ocurrida hace unas décadas, la cual tuvo un impacto social muy fuerte, tanto que todavía vivimos estragos que dejó el caos bélico y político que inmediatamente le sucedió.

Vemos a personas en las esquinas, autobuses, establecimientos comerciales pidiendo “limosnas” para comer y llevar el sustento a sus casas, algunos pasan sin voltear a ver para no sentirse comprometidos ante las miradas que reclaman justicia social, otros se despojan de algunas monedas que no les hacen falta para sentirse bien y escuchar el agradecimiento que trae consigo esta “buena obra” y cuando viene el año de elecciones presidenciales piden, claman, gritan hasta el cansancio para apoyar a un candidato que promete hacer “magia” y sanar los males de un pueblo golpeado por crisis política, guerras, desastres naturales y todo aquello que esas razones traen de la mano.

Algo interesante es que quizás una de cada diez veces que se escucha a la gente pidiendo, sale alguien pidiendo trabajo, quizás estoy siendo reservado con el número y sean una de cada 100 personas las que quieren conseguir un trabajo digno.

El trabajo digno desde su base teológica no es grato, dice el “Santo Rosario” en sus Misterios Dolorosos, “tendremos que pasar por espinas de trabajos y penas, nos será forzoso caer, no nos desanimemos” yo comparto en gran parte esta idea ya que a mi criterio; el trabajo no es una forma de vida, sino, un medio para lograr una calidad de vida la cual puede ir desde la más básica hasta la más lujosa.

Entonces ¿por qué la gente sigue diciendo que aquí no hay trabajo y piden migajas de apoyo? ¿Será que el “pensar común” dice que es mejor estar en la casa esperando las sobras de los grupos más poderosos del país?

¿Qué habrá hecho que un país del cual sus habitantes en todos los lugares a donde han migrado tengan fama de ser trabajadores esforzados como ningún otro de otra nacionalidad, en su propia patria hayan perdido el entusiasmo?

Quizás comprendiendo esta realidad de pensamiento y proponiendo alternativas concretas que no radiquen en donar láminas de zinc o regalar tierras que están disponibles gracias a expropiaciones del pasado e invirtiendo más en campañas de concienciación, educación a distintos niveles podríamos encontrarnos con una patria más digna.

Víctor Téllez D.

Erradicar la basura

Creo que difícilmente algún nicaragüense no se haya percatado que vivimos en un país repleto de basura. Basta con salir de nuestras casas para verificar que la mayoría de las ciudades de nuestra tierra, no hace uso de un plan eficiente para combatir el problema.

Sin embargo, la culpa no solo le compete al Estado, sino también a todos los actores de la sociedad nicaragüense. Debemos de reconocer que hemos contribuido para que este mal tenga proporciones epidémicas. Una breve reflexión arrojará serios cuestionamientos, los cuales, deberían de estar en la mente de los nicaragüenses para frenar este flagelo que va en contra de la naturaleza y la propia existencia humana.

En primer lugar, en Nicaragua no se aplican con rigurosidad políticas económicas para disminuir o erradicar los desperdicios que se arrojan a las calles. No podemos esperar que alguien se detenga en botar desperdicios en el parque o lugares públicos, si no se impone un costo económico por hacer tal acción. Cuando no existen políticas o voluntad política que haga respetar el medioambiente, difícilmente podremos tener sanciones para aquellos que arrojen basura y contaminantes donde les plazca.

En segundo lugar, una institución que sin duda alguna ayuda a no encontrar soluciones adecuadas al problema de la basura es la familia. Al ser esta uno de los principales centros de formación y educación de los ciudadanos nicaragüenses, los valores que los niños aprenden reproducen fielmente la cultura de sus padres. Frecuentemente hemos escuchado las voces de aquellos que ven “ridículo” depositar la basura en un cesto correspondiente. Cuando te encuentras caminando por las calles, la gente sugiere que “si todos lo hacen por qué me debería de preocupar yo de no hacerlo”. Estos hechos van más allá del alcance las instituciones públicas, pues la educación y conducta de los hijos depende en gran parte de la formación de los padres.

En tercer lugar, el Estado juega un papel clave en la reducción de la contaminación del ambiente que se da por medio de la basura. Difícilmente podemos esperar avances en el mediano plazo, mientras no existan políticas permanentes y efectivas que ayuden a combatir el problema de raíz. Sin embargo, esto no puede ser posible si no se superan otros retos como la corrupción. Si los fondos destinados para el control de la basura se desvían para otros fines, muy poco se podrá avanzar al respecto.

Carlos Rafael Espinoza Espinoza

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