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Si chatea no maneje y si maneja no chatee

En la era del celular inteligente hay una nueva pandemia mundial que está afectando nuestras calles y carreteras: es el chateo de parte de conductores irresponsables

¿Alguna vez ha visto un conductor invadir inexplicablemente el carril contrario; no guardar la distancia frente al siguiente automóvil o chocar contra un estúpido poste eléctrico o un muro que “se le atravesó” en el camino?

¿Le ha pasado alguna vez que se pone la luz verde y el conductor que está adelante no avanza y tiene usted que sonarle el pito para que se percate que está retrasando el tráfico?

¿Ha visto furgones completamente destruidos al lado de la carretera y en algunos casos se les ha atravesado en su camino un puente que han dejado maltrecho sin las barandas de seguridad?

Hace algún tiempo todos estos accidentes eran atribuidos al alcohol o a que el conductor “se durmió” o “se distrajo”, “iba cansado”, pero en la era del celular inteligente hay una nueva pandemia mundial que está afectando nuestras calles y carreteras: es el chateo de parte de conductores irresponsables que quitan la vista de la carretera, sueltan el timón y con una o dos manos chatean con sus celulares antes de llegar a un lugar seguro donde lo puedan hacer.

Chatear mientras se conduce un automóvil, ya no digamos una moto —aunque sí los he visto hablando por teléfono— es un acto temerario de irresponsabilidad extrema, porque al volver la vista al celular, el conductor despega la vista de la carretera.

También es peligroso, aunque no tanto, manejar y hablar con el celular en la mano porque distrae al conductor y le limita su capacidad de reacción. Lo menos invasivo es hablar por teléfono utilizando el sistema de sonido manos libres del vehículo, porque de esta manera sí se pueden utilizar las dos manos para conducir y los dos ojos para ver.

Ahora: chatear conduciendo un vehículo y con tragos es un suicidio y una amenaza mortal para todo aquel que se encuentre en su camino, y quien sea encontrado manejando en estas circunstancias debería de pagar las consecuencias.

Un segundo de distracción mientras se conduce, quitando la vista de la calle o de la carretera para ver un mensaje en un celular o poner una canción, puede resultar fatal. Un estudio científico ha comprobado que cuando se maneja y chatea se utiliza más zonas del cerebro y se pierde la atención de lo que se necesita al manejar y se disminuye en un 35% la velocidad de reacción del conductor.

El estudio experimental realizado en el Reino Unido y publicado en Scientific Reports y Live Science demostró que ese “sexto sentido” que le permite a los conductores mantener el auto en una línea relativamente recta no funciona mientras se chatea, con consecuencias potencialmente fatales.

En cambio, cuando se les distrae a los conductores con otro tipo de actividades, como preguntas matemáticas, analíticas o emocionales complejas, los conductores permanecían en su carril. Esto se debe a que el cerebro corrige subconscientemente cualquier error cometido, concluyen los científicos de Live Science, lo cual no ocurre cuando se alteraba la coordinación mano-ojo, es decir el chateo, los pacientes perdían el rumbo y se metían en otros carriles.

A nivel mundial 1.5 millones de personas mueren anualmente por causa de accidentes de tránsito y 50 millones quedan con lesiones de por vida. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera este hecho, chatear y manejar, como una epidemia mundial que en pocos años será una de las tres principales causas de muerte en el mundo.

En Ciudad de México se aplican multas de 12,500 pesos mexicanos, equivalentes a 673 dólares por hablar por teléfono o chatear mientras se conduce un automóvil. En México mueren 18,000 personas al año por accidentes de tránsito y el número de personas heridas llega a 400,000.
Muchos accidentes en Nicaragua que aparentemente son inexplicables tienen su causa en esta epidemia global del chateo al conducir y la Policía Nacional debería de poner más atención a esta grave infracción por “conducción temeraria”, que a otras donde se enfocan, que no son ni remotamente tan peligrosas.
El autor es periodista, exministro y exdiputado.

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