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No tocar a Dios con las manos sucias

Gobiernos recientes, que no invocaban a Dios y al amor como lo hace Murillo, se vieron enfrentados a barricadas y asonadas, pero ni asesinaron ni vejaron a nadie

Dice un refrán popular que “no hay que tocar a Dios con las manos sucias”. Igual no debe tocársele con las manos ensangrentadas. Mas eso es, precisamente, lo que estamos viendo: una pareja que construye altares a la Virgen y que se profesa cristiana y católica, mientras con sus obras ofenden gravemente a ese Dios y a los principios básicos de esa fe.

De Dios y Cristo no solo proceden el mandato de no matar, sino el de no injuriar, maldecir ni irrespetar a nadie, pues somos sus hijos y como tales dignos del mayor de los respetos y cuidados. La cristiana es la religión que más ha exaltado la dignidad de la persona humana; la que más ha promovido valores como la defensa de la vida, la caridad, el perdón, la misericordia, el amor preferencial por los débiles y sufrientes, etc.

¿Cómo pueden entonces construir altares a ese Dios y a su Madre, quienes han ordenado y avalado la peor masacre de civiles desarmados de nuestra historia? ¿Cómo pueden hablar de amor quienes han sembrado odio en sus seguidores y mandado a vapulear primero, y a matar después, a estudiantes y ciudadanos que protestaban? ¿Pueden llamarse cristianos quienes ordenaron a sus médicos no atender a heridos opositores y luego despidieron a quienes lo habían hecho? ¿O quienes someten a sus reos a vejámenes salvajes?

Gobiernos recientes, que no invocaban a Dios y al amor como lo hace Murillo, se vieron enfrentados a barricadas y asonadas, pero ni asesinaron ni vejaron a nadie. Como parte de un libro de historia en que trabajé muchos años, indagué los desmanes de nuestros dictadores. Mas en ningún caso descubrí conductas tan inhumanas como las de los Ortega Murillo, ni déspotas que hayan manoseado tanto el nombre de Dios y de nuestras creencias religiosas.

Quienes actúan así ofenden obviamente a Dios y también a la inteligencia y sentimientos del pueblo pues, ¿pensarán que la gente no se da cuenta? ¿Serán insensibles al dolor y furia que experimentan quienes han visto a sus familiares o amigos asesinados, apresados o torturados por órdenes de la pareja, y luego la ven abrazada en una estampa de la Virgen María?

Muy distinto y cristiano sería si, en lugar de matar y reprimir mientras inciensan altares, los gobernantes se abrieran a un sincero diálogo nacional, liberaran a sus prisioneros y consideraran seriamente la alternativa de elecciones justas y tempranas. Porque ¿qué amor por su pueblo podrán demostrar, si prefieren que este se hunda en la miseria, antes que acortar su período y dar a la paz una oportunidad?

“Obras son amores y no buenas razones”.

El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.

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