Rafael Solís
La intempestiva deserción del magistrado Rafael Solís del régimen mafioso al que ha servido, representa para nosotros una difícil disyuntiva. Por un lado, sabemos que Solís es uno de los principales responsables de la dolorosa crisis que vive Nicaragua. Sin ese Estado abusivo que ayudó a diseñar Solís no hubiésemos llegado a las protestas de abril y, mucho menos, a la represión criminal que vino con ellas. Por el otro lado, el sentido común dice que caerle “en zopilotera” ahora que está desprotegido del régimen del que formaba parte, solo serviría para que otros más que puedan estar pensando en tomar esa decisión, desistan de la idea.
Lógica militar
Veámoslo con lógica militar. En la guerra, la deserción de soldados u oficiales enemigos se celebra. En primer lugar porque cualquier persona que cruza las trincheras deja de ser una que te vuela balas desde ella. Segundo, porque trae información fresca y útil de las filas contrarias, y tercero, y tal vez lo más importante, su ejemplo puede motivar a otros a hacer lo mismo. Por eso es que en la propaganda de guerra se suele mostrar a los desertores enemigos bien tratados, y, en cambio, los ejércitos contemplan penas durísimas, generalmente la muerte, para sus propios desertores.
Venezuela
No es casualidad, por ejemplo, que ahora mismo la Asamblea Nacional de Venezuela que enfrenta al régimen de Nicolás Maduro, haya ofrecido garantías para aquellos militares, funcionarios y simpatizantes del régimen que deserten de esa estructura considerada ilegal e ilegítima por esa institución y la mayoría de países del mundo.
Implosión
La deserción de Rafael Solís es la punta del iceberg de una implosión, un estallido desde adentro, que está por ocurrir en el régimen Ortega Murillo. Uno de los síntomas de esa descomposición es la cacería de traidores que ha comenzado en el sandinismo. Ahora mismo todos desconfían de todos. Y ojo, esto puede ser peligroso, pues ya se sabe que cuando hay desconfianza en la filas de la mafia, los mafiosos suelen mostrarse más crueles para que no queden dudas de su lealtad. Muchos simpatizantes del régimen están esperando ver lo que suceda con Rafael Solís para tomar su propia decisión.
Diálogo
El diálogo es la salida. La más civilizada y la menos dolorosa. Si el régimen de Ortega quiere a México como mediador, pues tiene derecho a proponerlo. Ya verá la contraparte si lo acepta o no. Esa contraparte también tiene derecho a proponer el suyo. Ya verá el gobierno si la acepta. A lo mejor la solución es tener dos mediadores. Uno de confianza de cada quien. México y la OEA, por ejemplo. O México y la Conferencia Episcopal. De eso se trata un diálogo o negociación, de conciliar pedimentos. Y si bien resulta inaceptable un diálogo donde el gobierno tenga el control como siempre ha querido, también es iluso pretender lo contrario.
Unidad
Daniel Ortega ha tenido mucha ayuda incluso dentro de quienes lo adversan. La lucha contra una dictadura, sobre todo si es cívica, no tiene que ser una lucha de iguales. Es imposible. Si solo los que son iguales a mi pueden estar en contra de la dictadura, pues me quedare solo y tendremos dictadura para mil años. ¿Recuerdan lo que le dijo Ovidio Reyes a Ligia Gómez, la secretaria política que desertó del Banco Central, cuando le informó de las protestas? “La oposición está totalmente dividida, no existe ninguna oposición”, le dijo arrogante. La unidad es a Daniel Ortega como la cruz a los vampiros. Ortega promueve la desunión y confía en ella.
Ajedrez
¿Rafael Solís tiene cuentas que rendir? Definitivamente que sí. La solución a la crisis tiene que ser inteligente. Tanto el diálogo que parece abrirse espacio así como el caso de los desertores son unas verdaderas pruebas de fuego en este ajedrez. Aceptar a los diferentes que buscan un propósito común. Ceder piezas menores, para ganar el juego. Sin perdonar ni olvidar. Ni perdón ni olvido para mí significa la promesa de juicios justos donde todos los que la deben la paguen. Y “todos” incluye por supuesto a los desertores y a aquellos que en nombre de la protesta pudieron haber cometido crímenes. Juicios donde como en cualquier país del mundo, sin embargo, la colaboración en el esclarecimiento de los crímenes sirva como atenuante. Nunca como eximente.