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Luces o tinieblas

Monseñor Báez es una luz en Nicaragua, frente a las tinieblas que representa la dictadura Ortega Murillo. Su partida duele, pero a la vez desnuda la hipocresía de un régimen que se autodenomina cristiano; sin embargo, en los hechos ordena perseguir, vilipendiar, intimidar, torturar y hasta matar a sacerdotes y obispos.

La retirada de monseñor Báez es una derrota para el régimen porque muestra la desaprobación del papa Francisco ante la persecución contra la Iglesia católica en general y al obispo Báez en particular.

Pero también se abre un viejo debate con relación al rol de la Iglesia católica en su doble naturaleza; por un lado la del Estado Vaticano, que es la expresión del poder terrenal con todas sus consecuencias y, por el otro, la Iglesia de Cristo que nos llama a vivir su testimonio en nuestra vida diaria. La primera representada por el nuncio, la segunda por monseñor Báez.

El Estado Vaticano, si nos basamos en su densidad poblacional, es uno de los más ricos del mundo; en él están depositadas grandes fortunas, de algunas de las cuales se cuentan muchas historias; pero a su vez atesora un gran legado de valores humanos que, del lado de la Iglesia de Cristo, son reflejados por decenas de miles de misioneros que con su testimonio de vida luchan por el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra.

No se puede mezclar el aceite con el agua, ambos líquido-elementos son incompatibles. Tampoco, en término de lo que representan, no es posible poner en el mismo lugar al nuncio y a monseñor Báez. Y cuando me refiero al mismo espacio, estoy queriendo decir en el corazón de Nicaragua. Parafraseando al gran poeta Fernando Gordillo, el nuncio se queda, pero no está en el corazón de nadie, mientras que monseñor Báez parte al exilio, pero está en el corazón de todos.

La Iglesia de la curia romana, apegada a lo terrenal y a la lucha o a la connivencia con el poder, se contrapone a una nueva Iglesia que retoma sus orígenes con una misión profética que, en las actuales circunstancias de Nicaragua, se proyecta en el porvenir desde finales de los cincuenta del siglo pasado con el papa Juan XXIII y a la cual se inscribe monseñor Báez.

En ese contexto el papa Francisco queriendo hacer transformaciones en la Iglesia católica encuentra en el obispo Báez un apoyo para fortalecer a una iglesia espiritual con olor a pueblo.

Sería loable que el papa Francisco, ahora que tiene a monseñor Báez a su lado e informado de lo que sucede en nuestro país, contribuya a disipar las tinieblas haciendo prevalecer la Iglesia de Dios y no la del Estado Vaticano en Nicaragua.

El autor es sociólogo.

Opinión Nicaragua Silvio Báez
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