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Los más sorprendidos

A los que sorprendió más la salida del poder de Evo Morales, en noviembre pasado, fue a los cubanos, que son los grandes titiriteros en Nicaragua, Venezuela y eran también en Bolivia. Ellos son los que diseñan bajo un guion común todas las estrategias y tácticas a seguir en estos países. Dan las instrucciones y ordenan a los dictadores lo que deben hacer o dejar de hacer, y estos cumplen a cabalidad de la manera más obediente sus “recomendaciones”. Se evidencia esta realidad cuando escuchamos la misma retórica y observamos una similar forma de actuar.

Una vez que alcanzan el poder mediante los procedimientos y uso del sistema democrático en los diferentes países, todos estos regímenes populistas, demagogos y mentirosos del socialismo del siglo 21 tienen como objetivo y misión destruir la democracia y procurar quedarse en el poder de manera indefinida. Todos incluyendo al llamado grupo de Puebla y al Foro de Sao Paulo obedecen a un mismo libreto y patrón de conducta. El Foro de Sao Paulo fue concebido y creado por Fidel Castro, pero por razones tácticas lo hizo aparecer como ideado por Lula da Silva.

La rebelión de la población de Bolivia fue ejemplar. Las marchas y las manifestaciones fueron de parte de la oposición totalmente pacíficas como las de aquí, con la gran diferencia que en Bolivia no fueron reprimidas a balazos, asesinando a la población. Tanto la policía como el ejército se mantuvieron acuartelados sin salir a reprimir al pueblo, comprendiendo que su misión es resguardar y proteger a los ciudadanos y apresar a los delincuentes. Esta conducta mostrada por la policía y el ejército bolivianos debería servir de ejemplo a esas mismas instituciones en Nicaragua y en Venezuela.

Producto de la presión popular en las calles de una manera permanente, Evo Morales renunció. Se equivocó creyendo que tanto la burla que representó de su parte hacia el pueblo boliviano con el incumplimiento del referéndum de febrero de 2016 que él mismo convocó, y que mayoritariamente el pueblo le dijo no a la reelección, como el reciente fraude electoral detectado mediante la auditoría de la OEA, la población iba a tolerar ambos engaños. El costo que pagó por estas dos acciones Evo Morales y que nunca se imaginó, ni los titiriteros tampoco, fue la pérdida del poder. Pudo haber salido por la puerta grande evitando el fraude, pero prefirió salir por la cocina.

Al llamar a nuevas elecciones aunque tardíamente, Evo Morales reconoció que se había robado las elecciones del 20 de octubre, y al decir que él renunció, está reconociendo que no hubo golpe de Estado, porque con los golpes de Estado el gobernante no renuncia, sino que es expulsado del poder, como resultó ser en años recientes el caso de Manuel Zelaya en Honduras, donde los militares lo depositaron en un avión y lo enviaron al exterior en traje de pijama. Y si hubo “golpe de Estado” en Bolivia, a como dijo el secretario de la OEA Luis Almagro, fue el autogolpe que estaba dando Morales al robarse las elecciones.

Cuando el espacio político se cierra y los países son oprimidos por estos regímenes represores, los pueblos tienen todo el derecho a la rebelión, a la cual llaman estos populistas antipueblo “golpes de Estado”.

Por su decadencia y la falta de principios éticos y morales que los pueblos ya están detectando, probablemente estemos viviendo la agonía del populismo y socialismo del siglo 21.

Ojalá que el futuro político de nuestras naciones latinoamericanas sea tener gobiernos de centro, con la sensibilidad social necesaria para ayudar a los más necesitados, y que se considere al desarrollo económico en su expresión más genuina, un plan de desarrollo social.

El autor es médico.

Opinión Evo Morales
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