Desde que Daniel Ortega regresó al poder en 2007, fundó su nuevo mandato bajo la consigna de gobierno cristiano, socialista y solidario. Sin embargo, más de una vez ha demostrado una total carencia de compasión y/o humanidad frente a dramas sociales de emigrantes nacionales,extranjeros, hijos que perdieron a sus madres, madres que perdieron a sus hijos, solo por citar algunos ejemplos.
La consigna de “gobierno bueno y solidario” es repetida todos los días por la primera dama y vicepresidenta del país, Rosario Murillo, a través de sus numerosos medios de comunicación oficialistas. También habla de Dios, amor, hermandad, solidaridad, respeto al prójimo e incluso cita textos enteros de la Bíblica, sin que eso signifique que los pone en práctica, tal como Murillo asegura.
La presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), Vilma Núñez, manifestó que solidaridad es de lo que menos puede presumir Ortega, que más bien es un régimen que funciona como una estructura clientelista.
“La solidaridad no es dar dádivas y hacer favores, y mucho menos cuando se tiene una responsabilidad como jefe de Estado. La solidaridad se manifiesta dejando que la gente pueda ejercer todos sus derechos. Pero él (Ortega) ha tratado de convertir a toda la gente de Nicaragua en objeto de dádivas y favores, y no en sujeto de derecho”, dijo la reconocida defensora de los derechos humanos.
Manipulación ideológica y religiosa
Según Núñez, Ortega usa esos conceptos como parte de un plan de manipulación ideológica y religiosa, en un país con una población de mayoría cristiana, pero considera que en la práctica Ortega es un hombre sin ideología, oportunista y fanático.
“Yo pienso que Daniel Ortega no tiene ninguna formación ideológica, sino un fanatismo ideológico, que se ha alineado precisamente a todo aquello que en su momento significó reivindicación o llevarle la contraria al sistema capitalista”, dijo Núñez.
Estos son seis ejemplos que demuestran que el régimen Ortega Murillo, lo que menos tiene es de cristiano, socialista y solidario.
Sin compasión por drama de emigrantes cubanos y africanos
En noviembre de 2015, el tránsito migratorio de cubanos por territorio nicaragüense fue respondido con represión y cierre de fronteras. Ortega y Murillo le cerraron el paso a casi 2,000 cubanos en la frontera con Costa Rica y ordenaron un despliegue policial y militar para impedir su ingreso. Al menos 800 cubanos que se arriesgaron a pasar, fueron recibidos con violencia y bombas de gases lacrimógenos, según denunció en ese momento el canciller de Costa Rica, Manuel González.
En 2016, siguió el drama migratorio africano. El régimen orteguista también les cerró el paso. Quienes se aventuraron a entrar de manera ilegal, fueron tratados como criminales por el régimen y se desató una cacería policial contra ellos. Al menos ocho murieron ahogados tratando de cruzar las fronteras. Contradictoriamente, en un discurso pronunciado por Ortega el 8 de diciembre de 2014, fustigó a Estados Unidos porque la Policía estadounidense maltrataba a emigrantes y asesinaba a negros afrodescendientes, lo que calificó de racismo.
Abrió proceso judicial contra una madre que pedía el cadáver de su hijo emigrante
El clamor de una madre africana, que solo quería repatriar el cadáver de su hijo, tampoco conmovió a Ortega y su esposa. El 4 diciembre de 2017, Mary Frinwie Atanga, originaria de Camerún (África), llegó a Nicaragua a reclamar el cadáver de su hijo Mbang Atanga, de 23 años. El joven llegó a Nicaragua como un emigrante ilegal y fue asesinado por miembros del Ejército el 29 de septiembre de 2017, en el sector conocido como Las Lajas, en la Carretera Panamericana. El Ministerio de Gobernación retuvo a la madre y luego la acusaron de tráfico ilegal de emigrantes. La mujer fue declarada culpable el martes 20 de marzo de 2018.
Dictadura no permitió que presos políticos asistieran a entierros de sus madres
En el contexto de las detenciones y encarcelamiento de opositores en 2018, el régimen de Ortega, a través del aparato judicial, no permitió que cinco presos políticos asistieran a los entierros de sus madres. Chester Membreño, de Masaya, Misael de Jesús Escorcia, de Sébaco (Matagalpa), Alfonso Morazán Castillo, de la ciudad de Matagalpa, y un padre y su hijo, Francisco Pérez Bucardo y Bryan Pérez Ampié, fueron los cinco reos que estaban encerrados por protestas contra Ortega, cuando sus madres murieron.
Los asesores legales y defensores de derechos humanos gestionaron permisos para que estos reos, que ni siquiera habían sido sentenciados, asistieran con custodios a los entierros de sus madres. El poder judicial se los negó. Los permisos a los reos parar enterrar a un ser querido son normales en el sistema judicial, pero a los presos políticos el régimen de Ortega les niega los derechos básicos.
Ortega se niega a entregar el cadáver de dos adolescentes a su madre
En noviembre de este año se cumplirán tres años del asesinato de los hijos adolescentes de Elea Valle. Los jóvenes de 12 y 16 años fueron asesinados junto a cuatro personas más en la comunidad San Pablo 22, en La Cruz del Río Grande (Caribe Sur), el 12 de noviembre de 2017.
El Ejército de Nicaragua dijo que los adolescentes pertenecían a una “agrupación delincuencial”. Valle sigue clamando al Estado que le entregue el cuerpo de sus hijos para darle cristiana sepultura, pero no ha recibido respuesta.
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Ortega ordenó a los hospitales no atender a los heridos
Otro caso que también contradice totalmente la solidaridad –además de ser un conflicto ético, moral y profesional– fue haber dado la orden al sistema hospitalario de no atender a los manifestantes heridos por la represión policial y de grupos armados en 2018. El caso más emblemático fue el del adolescente Álvaro Conrado, a quien le negaron la atención médica en los hospitales, a donde el joven llegó con una bala en la garganta y finalmente murió desangrado el 20 de abril de 2018.
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Cierre de frontera a nacionales en tiempos de Covid-19
El hecho más reciente que demuestra la falta de humanidad de Ortega, es impedirle el ingreso al país a los nicaragüenses que trabajaban en el exterior y quieren regresar a Nicaragua porque se quedaron sin empleo por los efectos económicos de la pandemia del Covid-19. Ese es el caso de los nicaragüenses que están varados en el puesto fronterizo de El Guasaule, entre Honduras y Nicaragua.
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También los nicaragüenses que se quedaron sin trabajo en las islas Caimán quisieron regresar al país, pero el régimen orteguista les prohibió la entrada aérea argumentando que los vuelos están suspendidos por la pandemia. Sin embargo, esa orden no se ha declarado oficialmente y lo que se sabe es que el gobierno de Ortega no ha dejado de promover el turismo extranjero en el país y no ha cerrado las fronteras terrestres y aéreas.