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No hubo necesidad de un conteo de votos para ser elegido al templo de los inmortales. Las estadísticas eran contundentes y resaltaban la extraordinaria calidad de Roberto Clemente. Sin lugar a dudas ha sido uno de los más completos de todos los tiempos, una súper estrella, un ejemplo, alguien inspirador.
El 31 de diciembre del 1972, el astro boricua entró de forma automática al Salón de la Fama, no el terrenal de Cooperstown, sino el de los seres más extraordinarios que han pisado este planeta.
Clemente hizo a un lado la cena familiar de despedida de año en Puerto Rico para montarse a un viejo avión sobrecargado de ayuda para los damnificados del terremoto de Managua del 23 de diciembre. Quería venir personalmente porque estaba al tanto que la guardia somocista se estaba robando las donaciones y entonces deseaba asegurarse que lo suyo llegara a los necesitados.
Su familia lo acompañaría de no ser porque tenían el compromiso de recibir unas visitas. Su hijo mayor le pidió varias veces que no montara al avión, pero pudo más la determinación de Clemente de ayudar a sus semejantes.
Después de varios intentos fallidos por despegar, a las nueve de la noche alzaron vuelo, solo para desplomarse a una milla de la costa. El mar se tragó al hombre que se convirtió en una leyenda y que cada año se le recuerda con mucha admiración en nuestro país, en donde estadios de beisbol, escuelas y clínicas llevan su nombre.
Clemente visitó varias veces Nicaragua y la última de ellas fue con motivo del Mundial de Beisbol de 1972, días antes del terremoto. Así que el vínculo se hizo más fuerte y sintió la urgencia de ayudar a los damnificados.
Durante su última estadía en Nicaragua, Clemente visitó hospitales y conoció historias conmovedoras, como la de un niño de nombre Julio Parrales que no tenía sus dos piernas y el astro boricua le prometió unas piernas artificiales.
Clemente fue un líder para los peloteros latinos en las Grandes Ligas. Se sentía doblemente discriminado por ser latino y de raza negra. Tuvo algunas diferencias con periodistas y le costó un mayor reconocimiento como pelotero.
Tres días después de su muerte, los electores del Salón de la Fama de Coopertown se reunieron de emergencia y eligieron al boricua con un 93 por ciento de los votos, obviando la regla de esperar cinco años después de su retiro.
También se instauró el premio Roberto Clemente para honrar al pelotero que más contribuye con la comunidad, y en el 2002, las Grandes Ligas instituyeron el 18 de septiembre como el Día de Roberto Clemente.
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