LA PRENSA informó este martes 5 de noviembre que una nutrida delegación de diputados, funcionarios locales, activistas y propagandistas del régimen sandinista de Nicaragua viajó a Venezuela para participar en un “Foro Parlamentario Mundial Antifascista”, realizado el lunes y martes de esta semana en ese país.
Destaca LA PRENSA que se trata de un gasto cuantioso, a pesar de que el mismo régimen por alegada austeridad ha hecho reducciones del gasto social y numerosos despidos de empleados públicos.
Igual que la delegación del régimen de Nicaragua, las de otros países que participaron en ese aquelarre izquierdista de Venezuela también fueron integradas por parlamentarios y activistas políticos de extrema izquierda, partidarios y defensores de las dictaduras del “socialismo del siglo 21” imperantes en Venezuela, Cuba y Nicaragua.
El foro de la extrema izquierda internacional, que indecorosamente se autollama antifascista, fue convocado para respaldar al dictador venezolano Nicolás Maduro, que después de robarse las elecciones del 25 de julio pasado está sometido a una fuerte presión internacional, incluso de gobiernos de izquierda, pero democráticos y decentes, para que reconozca el triunfo electoral de la oposición democrática.
A quienes exigen al régimen de Maduro que respete la soberanía popular, la dictadura y sus congéneres y partidarios de todo el mundo los llaman fascistas. Lo cual es absurdo porque no pueden ser fascistas quienes propugnan la libertad y la democracia. Es al revés, son las llamadas dictaduras socialistas del siglo 21 las que usan procedimientos fascistas para someter a los pueblos y mantenerse por la fuerza en el poder.
Por supuesto que no se trata de que esa gente esté confundida, ni de que ignoren lo que significa ser fascista. Lo que sucede, en realidad, es que como escribe Guy Sorman “en la vida política e intelectual hay palabras que son como balas de fusil diseñadas para derribar a los adversarios o humillarlos sin que puedan levantarse ni replicar. En este arsenal, la acusación de fascista es una de las más contundentes”.
Agrega el filósofo político y escritor francés que en la época actual no hay ningún régimen que sea estrictamente fascista, igual a los que hubo en Europa en la primera mitad del siglo pasado. Sin embargo, todos los regímenes autoritarios y tiranías actuales, sean de izquierda o de derecha, tienen rasgos fascistas o sea que son fascistoides.
Por ejemplo, como política oficial todos ellos designan enemigos internos y externos contra los que dicen estar obligados a luchar. A los opositores pacíficos, disidentes y críticos los llaman y tratan como sus enemigos interiores; y como enemigos exteriores declaran al “imperialismo” yanqui o europeo y a los países democráticos en general.
Para los regímenes autoritarios es esencial declarar enemigos internos y exteriores —señala Sorman— pues eso les “permite movilizar a las masas en una lógica de chivo expiatorio…” O sea que así justifican la represión y las dificultades materiales que obligan a soportar a la mayoría de la gente.
Por su parte, el politólogo y periodista argentino, Marcelo Alejandro Duclos, advierte que “uno puede darle al significado de fascismo el contenido que quiera o limitarse a la definición enciclopédica, que hace referencia a un momento histórico. Ahora, si queremos enriquecer el debate y ser honestos intelectualmente, debemos reparar en el fondo de lo que se discute. El denominador común de los fascismos es la apropiación del Estado por parte de una facción, que busca implementar un modelo totalitario con la excusa de representar al colectivo. En este sentido se produce la simbiosis del partido, del Gobierno y del Estado en un único ente, que opera bajo la premisa de que el colectivo (interpretado por ellos) debe primar por sobre el individuo en la búsqueda del ‘bien común’. Así se opacan o liquidan las libertades individuales, la propiedad privada y la economía de mercado”.
Un mejor retrato escrito de los regímenes de Nicaragua, Cuba y Venezuela no se podría hacer.