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Nicas en Valencia: “Era como estar viendo el Mitch”

Dos nicaragüenses que viven en los pueblos afectados por las inundaciones en España nos cuentan cómo vivieron la catástrofe de hace una semana y el parecido que tuvo esta con las inundaciones provocadas por el Mitch en Nicaragua.

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Xochitl Karina Arteaga, de 38 años, se trasladó a su infancia la mañana del miércoles 30 de octubre cuando salió al balcón de la casa donde trabaja en Paiporta, un municipio de la Comunidad Valenciana en España. Desde ahí vio todo el desastre provocado por la inundación de la noche anterior. “Era como estar viendo el Mitch otra vez”, cuenta.

Vehículos amontonados en las calles, casas destrozadas, cadáveres enterrados en el lodo, muebles, aparatos eléctricos, utensilios de escuelas, carritos de supermercados y más objetos. Todos envueltos en el lodo y semisumergidos en el agua.

Esta chinandegana tenía 12 años cuando el huracán Mitch pasó por Nicaragua en octubre de 1998 y provocó el deslave del volcán Casita. Una enorme masa de lodo dejó enterradas a dos comunidades enteras de Posoltega, y otros poblados de la zona como Chichigalpa, Cinco Pinos, la ciudad de Chinandega, y el resto del país, quedaron inundados. 

Algo parecido sucedió en Valencia el pasado 29 de octubre, tras el paso de una Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) que provocó la inundación de al menos 78 municipios. Hasta el momento se cuentan 220 fallecidos y 78 personas desaparecidas que pueden haber quedado bajo el lodo e incluso arrastradas hasta el mar mediterráneo.

Arteaga no puede evitar la comparación con el Mitch. “Todo quedó bajo lodo, niños llorando porque sus padres se los llevó la corriente y las casas enteras destruidas. El agua todo se llevó”, relata. 

Así se ven las calles de Paiporta, en Valencia, desde el balcón donde trabaja Xochitl Arteaga. CORTESÍA

No muy lejos de Paiporta, en un poblado llamado Catarroja, vive “Miguel” un jinotepino de 42 años que nos pide no revelar su nombre porque quiere visitar a su familia en Nicaragua en diciembre y teme que el régimen de Daniel Ortega no lo deje entrar al país. Aunque con todo lo que ha sucedido, cree que aplazará su viaje para Semana Santa.

Miguel tiene 15 años viviendo en España. Hace cuatro se mudó a Catarroja con su esposa ecuatoriana y su hijo de 7 años. “Aquí el agua se nos llevó la casa. La del vecino se la llevó completa también junto con un señor que era inválido”, cuenta. 

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Ahora, este nicaragüense está alojado con unos amigos mientras espera que las autoridades le ayuden con un fondo para víctimas y poder reconstruir su casa, pero él más bien quiere mudarse a otro pueblo y no quedarse en Catarroja. “Con todo esto nos da mucho miedo, sobre todo por el niño, que le pueda pasar algo”, comenta.

La “Zona Cero”

De los 78 pueblos afectados por las inundaciones en Valencia, Paiporta fue el más golpeado. Solamente ahí murieron 60 personas, según los registros oficiales de las autoridades españolas. A Paiporta, los medios de comunicación en España le han apodado la “Zona Cero” por lo devastado que quedó ese pueblo.

Xochitl Arteaga relata que a todos los habitantes de Paiporta les sorprendió la inundación porque solo llovió durante pocos minutos y no fue una lluvia tan fuerte. El problema es que en los pueblos de montaña arriba el aguacero fue torrencial y toda esa agua se dejó venir sobre los poblados de abajo, hasta llegar al mar.

En el caso de la chinandegana, ella vive en la ciudad de Valencia, pero trabaja en Paiporta cuidando a una pareja de ancianos. Ese martes ella llegó cerca de las 4:00 de la tarde a la casa donde trabaja para relevar a otra joven que también los cuida y cuando llegó empezó a llover por un rato corto.

Arteaga explica que la casa donde trabaja queda de frente a un cauce natural por donde suele pasar el agua. A este cauce se le llama Rambla del Poyo y es el que lleva las aguas que caen desde las montañas hasta el océano. A las 6:00 de la tarde, el cauce empezó a llenarse y 20 minutos más tarde ya se estaba desbordando. A las 7:00, el pueblo entero ya estaba inundado. El agua arrastraba carros y camiones con facilidad. Incluso se llevó casas enteras y provocó el derrumbe de edificios.

“Yo estaba sola en la casa con los abuelos, y la hija que vive al lado me gritó que subiera con ellos porque el agua se estaba metiendo en el piso de abajo”, recuerda. Subieron hasta el tercer piso de la casa porque el primero ya empezaba a inundarse y temieron que el agua subiera al segundo. De repente, se quedaron a oscuras porque se cortó la energía eléctrica. “Yo solo oía gritos de auxilio de los vecinos en medio de la oscuridad”, cuenta.

“Todo el primer piso quedó con agua y mi miedo era que la casa se cayera por tanta agua”, relata Arteaga, quien estuvo toda la noche sola con los ancianos porque los familiares de ellos que viven al lado no podían cruzarse. Ella casi no durmió esa noche y logró descansar un poco hasta las 5:00 de la mañana. Dos horas después se despertó y por el balcón vio todo el desastre que había en esa calle del pueblo. Eso fue lo que le recordó al Mitch.

Xochitl Karina Arteaga sobrevivió a las inundaciones en Valencia, España. CORTESÍA

“Aquí no quedó nada. Ni escuelas ni súper, ni cafeterías ni pulperías. Absolutamente nada. Todo el comercio se lo llevó”, dice. Estuvieron tres días en la casa sin comida ni agua y hasta el viernes que llegaron algunos voluntarios con víveres pudieron tener algo para comer.

Además de la energía eléctrica, también se suspendió el servicio de agua y la señal de teléfono e internet. Como Arteaga no podía comunicarse, una amiga de ella que vive en Valencia la reportó como desaparecida y su familia en Nicaragua vio la publicación en redes sociales y se alarmaron.

Ella pudo comunicarse con su familia hasta el jueves por la tarde, dos días después de la inundación.

Ese día, cuando el agua había bajado un poco y los voluntarios habían empezado a ayudar con las labores de limpieza, Arteaga se dio cuenta que a una amiga suya de nacionalidad boliviana que trabajaba enfrente de donde ella estaba, se la llevó la corriente junto con la señora que cuidaba. Cree que los gritos de auxilio que escuchó probablemente hayan sido de ella.

Arteaga dice que los habitantes del pueblo “se sienten solos, desamparados” por las autoridades, porque llegaron primero los voluntarios el viernes y fue hasta cinco días después de la inundación que empezó a llegar a Paiporta la Policía y los equipos de emergencia.

Como Paiporta fue el poblado más devastado, hasta el presidente de España, Pedro Sánchez, junto al rey Felipe VI y la reina Leticia visitaron la zona el domingo 3 de noviembre, pero una multitud los rechazó y les lanzó bolas de lodo y escobas. Sánchez se retiró del lugar, pero los reyes se quedaron y hablaron con varios de los vecinos que clamaban por ayuda.

El río en la casa

Cuando Miguel y su esposa compraron su casa en Catarroja, jamás se imaginaron que un día iban a tener “un río” en su sala. El hombre explica que él y su familia viven en una zona lejana a un barranco donde pasa el agua de las lluvias, y por eso, cuando a eso de las 5:30 de la tarde un vecino lo llamó para decirle que se estaba inundando la calle, él no le creyó.

“Nunca había llegado el agua hasta ahí. Yo no le creí. Mi susto fue cuando mi esposa me llamó para decirme que estaba asustada porque el agua se estaba metiendo a la casa”, cuenta. 

Miguel ese día se encontraba al otro lado del pueblo, haciendo un trabajo de reparación a un amigo que le pidió ayuda. Cuando su esposa lo llamó eran casi las 6:00 de la tarde e inmediatamente colgó el teléfono, corrió hasta su casa. Ahí no estaba lloviendo, solamente estaba nublado, y por eso el hombre no se explicaba cómo es que estaba inundada su casa como le había dicho su esposa.

Dos calles antes de llegar a su hogar, la Policía ya tenía cerrado el paso y el agua ya se miraba que estaba subiendo.

—Déjeme pasar. Mi esposa y mi hijo están en casa —reclamó Miguel.

—No se puede señor —respondió un policía.

—¡Los tengo que ir a sacar!

—Dígales que salgan.

El hombre rodeó la calle, en donde había otro retén policial y ahí sí pudo convencer a un policía para que lo dejara pasar.

Cuando llegó a su casa, el agua ya le llegaba a la cintura. “Eso era un río. Ahí no se miraba nada y los carros iban flotando, la gente pidiendo ayuda”. La puerta de su casa estaba abierta porque la corriente se estaba metiendo por ahí. Su esposa y su hijo estaban en el segundo piso.

Desde una ventana, primero bajó el niño y se quedó a hombros de su padre. Luego bajó la esposa de Miguel y mientras el agua seguía subiendo, abandonaron la casa y se fueron hacia donde estaban los policías que había visto Miguel dos calles atrás.

“Yo llego donde estaban y ya no había policías. Lo que había era pura agua”, relata. Miguel y su familia llegaron hasta donde unos amigos que los recibieron y los alojaron en su apartamento, en un edificio alto, al que todavía no había llegado al agua. “Como a los 10 minutos ya se inundó el primer piso”, recuerda.

Valencia, España
Una mujer junto a una montaña de escombros depositados en una calle de Catarroja, Valencia, una de las localidades más afectadas por las inundaciones. EFE

La familia estuvo donde sus amigos por tres días, hasta que el agua bajó y Miguel fue a ver cómo estaba su casa. No la encontró. “Solo había parte de una pared y una gran montaña de lodo. Todo el segundo piso se lo llevó y la de los vecinos también se las llevó”, cuenta.

Hasta el momento, Miguel dice que en Catarroja han llegado las autoridades a algunas zonas para empezar con las labores de limpieza y reconstrucción, pero hace falta mucho, dice. Las calles siguen llenas de lodo y hay personas con enfermedades como leptospirosis y lesiones en la piel.

En algunas zonas del pueblo también hay mal olor porque hay cadáveres que quedaron semienterrados en el lodo y todavía no han llegado a sacarlos.

La Prensa Domingo España Nicaragua

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