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El músico Carlos Tünnermann López al piano.

Carlos Tünnermann López: pianista y compositor

Los conciertos de piano del profesor Tünnermann López hicieron época en la Managua de los años 20 y 30 El profesor Carlos Tünnermann López nació en Managua, el 12 de febrero de 1896 y murió en Managua el 12 de junio de 1961, a los 65 años. Era hijo de Wilheim Tünnermann, ciudadano alemán, quien […]

  • Los conciertos de piano del profesor Tünnermann López hicieron época en la Managua de los años 20 y 30

El profesor Carlos Tünnermann López nació en Managua, el 12 de febrero de 1896 y murió en Managua el 12 de junio de 1961, a los 65 años. Era hijo de Wilheim Tünnermann, ciudadano alemán, quien llegó a Nicaragua hacia 1888, y de Guadalupe López, nicaragüense, emparentada con el Presidente, general José Santos Zelaya López.

Sus estudios de música y piano los hizo en Nicaragua, con profesores particulares. Muy joven se inició como profesor de piano y en una época tuvo su propio conjunto musical. A los 15 años, por encargo de la insigne profesora doña Josefa T. de Aguerri, hacia el año de 1911, formó una estudiantina para el Colegio de Señoritas de Managua. El conjunto estaba integrado por 30 señoritas que tocaban mandolinas, bajos, guitarras, ocarinas, etc. y que amenizaban los actos culturales del Colegio. Más tarde (1937) figuró entre los maestros fundadores de la Escuela Normal de Señoritas junto con otros eminentes profesores como doña Leonor García de Estrada, Concepción Alegría, Salvadora Tijerino, Soledad Rostrán de Arriola, Edelberto Torres, Ignacio Fonseca, Leonardo Montalbán, Luis A. Delgadillo y Víctor M. Zúñiga. La directora de la Escuela Normal era doña Josefa T. de Aguerri.

Fue profesor de música por muchos años en el Colegio Bautista de Managua, cuyo Himno compuso. Impartió también clases en el antiguo Instituto Pedagógico de Varones de Managua, regentado por los Hermanos Cristianos.

Fue también miembro del cuerpo docente fundador de la Escuela de Bellas Artes, cuyo primer director fue Genaro Amador Lira, y luego del profesorado de la Escuela Nacional de Música, cuyo director fue el maestro Luis A. Delgadillo. En la Escuela Nacional de Música fue subdirector y profesor de piano. Su nombramiento, en 1945, lo firmó el entonces Ministro de Educación, doctor Mariano Fiallos Gil. Además, impartió, por muchísimos años, clases particulares, contándose por decenas sus alumnos y alumnas, algunos de los cuales llegaron a ser magníficos pianistas.

Los conciertos de piano del profesor Tünnermann López hicieron época en la Managua de los años veinte y treinta. Acompañó al piano, en el antiguo Teatro Variedades, a los más famosos cantantes que por aquellos años visitaron Nicaragua, entre ellos el célebre tenor costarricense Melico Salazar.

El maestro Tünnermann López fue un inspirado compositor. Entre sus más bellas composiciones cabe mencionar las siguientes: Preludio, Margarita (vals), Quiero verte una vez más (tango), Romanza en Mi Belmol, Delirio (tango), Gretchen (fox-trot), Yo no sé por qué te quiero (tango), Meditación, Destino, Celeste Esperanza (fox-trot), Vivir Soñando (tango), Revista femenina, Club Alpino (fox-trot), Plenilunio (vals), Reina Estebana (one-step), Club de Señoras, Himno Nupcial, Ámame Siempre (tango), Mujer Nicaragüense (tango).

Fue miembro fundador de diversas agrupaciones, entre ellas el Grupo Armonía y la Asociación de Escritores y Artistas Americanos, filial de Nicaragua.

En 1958 estuvo en Los Ángeles, donde fue acogido en forma apoteósica por la filial de la Asociación de Escritores y Artistas Americanos, obsequiándole un precioso trofeo y recibiendo de todos sus admiradores y amigos muchos homenajes y singulares distinciones.

En 1939 asistió al Primer Congreso Iberoamericano de Turismo, en representación de la Junta Nacional de Turismo de Nicaragua, que tuvo lugar en San Francisco de California con motivo de la Exposición Universal de la Puerta de Oro.

Fue casado con la estimable dama y profesora doña Lydia Bernheim de Tünnermann, con quien procreó tres hijos: Guillermo, Carlos y Armando.

A su muerte, la insigne educadora, doña Chepita T. de Aguerri, escribió sobre el profesor Tünnermann López lo siguiente: “Este notable artista estilizó la música del piano; sus manos arrancaron a las teclas puras armonías, notas suaves, que unas veces expresaban sus íntimos pensamientos, sus sentimientos notables. Era un gran intérprete de la música clásica y con fervor único, interpretaba sus propias melodías. Sus recitales de piano marcaron época en la cultura nicaragüense. Tuvo el don de la serenidad, carácter suave, acogedor. Sólo inspiraba simpatía, confianza, distinción que le dio el talento que lo llevó a la cumbre del éxito.

El historiador don Gratus Halftermeyer, a su vez, escribió lo siguiente: “Carlos Tünnermann nunca hizo gala de su intelecto artístico, ni vistió su carácter con el oropel del exhibicionismo. Fue modesto dentro de su integridad moral, sin vanidades ni ostentaciones; pero con Bolívar podemos decir que ‘los artistas valen tanto, cuanto es la opinión que se tiene de ellos’. Y la opinión que se tenía de este artista, es oro de muchos quilates y pesa en la conciencia del público managüense. Puede ser que Carlos Tünnermann haya pensado con Tomás de Kempis: ‘No me harán más santo si me alaban, ni me harán más vil se me denigran’. Siguió él por un camino recto, sin más pasión que el arte y el hogar, limpio de impurezas y pleno de armonía. Pasó por el pantano del mundo, sin mancharse, según Díaz Mirón”.

El también músico don Gilberto Vega opinó lo siguiente sobre sus composiciones: “La música del profesor Tünnermann no es en modo alguno sistemática, ni se entrega a exasperaciones armónicas o a extravagantes insistencias rítmicas; él utilizó las formas de acuerdo con su temperamento sutil y de su gran sensibilidad romántica. Su música se despliega ligera y frágil como la brisa mañanera. Por eso su arte seduce por sorpresa, impresiona como su ‘PRELUDIO’ en los arpegios de la mano izquierda y que, a merced de una fuerza de penetración, se va apoderando del oyente, como podría hacerlo una nostalgia o una invocación al cielo”.

La Prensa Literaria

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