Al entrar a la década de los cuarenta, hay cambios en el metabolismo, en algunos casos no funciona al mismo ritmo de los años de juventud pero esa lentitud está determinada por hábitos de vida.
Si desde joven se tiene el peso adecuado, alimentación balanceada y se realiza ejercicio podrá mantener su peso ideal a través de los años. Al llegar a la etapa de menopausia enfrentará mejor los cambios hormonales.
Cuando se pasan los 40 años, muchas mujeres temen que sus figuras se deformen, entonces se someten a dietas estrictas. También puede ocurrir que presenten ansiedad debido a sus miedos y eso las lleve a comer de más.
En un afán por mantenerse delgadas omiten los carbohidratos, encargados de dar energía. Ante esta falta las proteínas dejan de cumplir su función de regenerar células, para suplir de energía, entonces la piel empieza a verse marchita y llega el envejecimiento prematuro.
La regeneración celular ayuda a defendernos de infecciones y enfermedades que suelen aparecer en la adultez.
El resultado de la deficiencia nutricional es falta de energía, decaimiento, piel marchita y vulnerabilidad a enfermedades
Qué come y qué tanta energía gasta es lo que determina cuántas libras suma la balanza.
Después de los 40 años suelen aparecer enfermedades como diabetes e hipertensión, ambas asociadas a malos hábitos alimenticios y falta de ejercicio.
El descenso en las hormonas ocasiona que se presenten cambios en los hábitos alimenticios. Por ejemplo, es muy común que se acentúe el gusto por los dulces, lo cual debe controlar. La ingesta de agua es muy importante. La deshidratación provoca arrugas prematuras. Los horarios de sueño deben ser regulares.
Para una persona que no ha tenido el hábito de ejercitar a lo largo de su vida, recomiendo que realice caminatas rápidas, de media hora a 45 minutos, de tres a cinco días por semana. Lo ideal es caminar por las mañanas. La caminata matutina estimula la producción de serotonina, sustancia que genera energía, lo cual permitirá un buen desempeño a lo largo del día.