14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Huellas del primitivo grabado

A lo largo de nuestra historia los hallazgos sobre el grabado primitivo representan una señal de cómo se vivía y pensaba, una referencia es La Serpiente Emplumada, La Poza del Mero; Petroglifos de Estelí, Zapatera, Ometepe, y Las Huellas de Acahualinca El grabado en roca, que bien podría ser declarado Patrimonio de la Humanidad, es […]

  • A lo largo de nuestra historia los hallazgos sobre el grabado primitivo representan una señal de cómo se vivía y pensaba, una referencia es La Serpiente Emplumada, La Poza del Mero; Petroglifos de Estelí, Zapatera, Ometepe, y Las Huellas de Acahualinca

El grabado en roca, que bien podría ser declarado Patrimonio de la Humanidad, es nuestra primera e inmensa plancha nacional, historia de herencia indígena realizada por artistas rupestres en cuevas, colinas, laderas de lagunas o ríos, que dejó sus huellas de siglos en sus dibujos zoomorfos, antropomorfos, simbólicos, geométricos, abstractos y mágicos, logrados por el glifo: el canal de líneas que sirvió en las edades prehispánicas como elemento decorativo obtenido por descascarillado o percusión, propio de pueblos prehistóricos.

Es pues este grabado pionero la carta arqueológica de nuestro arte gliptográfico nicaragüense, la cepa milenaria donde surgieron iconos gráficos en piedra pintada con tintas rojas y negras como La Serpiente Emplumada (Quetzalcóatl, deidad tolteca y azteca), situada en las laderas de la Laguna Asososca. Los grabados de la Bajada del Cailagua (Laguna de Masaya) encontrados en una pared de roca de cien metros con figuras antropomorfas, zoomorfas, formas ornamentales y caprichosas.

Estas imágenes del arte mítico mesoamericano han sido llevadas a la pintura texturada o matérica en innumerables ocasiones, por artistas contemporáneos de los años setenta a la fecha, con la idea de vanguardia del “rescate de lo nuestro”. Bajo es pensamiento plástico de lo primitivo y moderno se realizaron los desaparecidos murales del Centro Comercial Nejapa que aluden al arte petrográfico de La Poza del Mero, pintado por Róger Pérez de la Rocha, y otros motivos rituales diseñados por Alejandro Aróstegui y Orlando Sobalvarro. El dibujante indigenista Leoncio Sáenz, por su parte realizó un mural alusivo a La Serpiente Emplumada con la técnica de esgrafiado (grabado y pintado sobre cemento); sus restos destruidos se encuentran en la planta baja de Las Ruinas del Gran Hotel.

Grabados del Mero

La Poza del Mero, ubicada en el kilómetro 54 carretera a La Boquita, Diriamba, es otro grabado gliptográfico que se estima en más de 2,000 años y que contiene un dibujo estriado de 5×2 metros de un pez marino, o pez mero sobre la superficie rocosa. Este petrograbado viene a ser un mosaico de figuras zoomorfas, antropomorfas y semioformes, y le ven afinidad con El Pájaro Serpiente (otra alusión de Quetzalcóatl), por tener cabeza de pájaro rapaz con cola de cascabel y tener los símbolos de cruces de los cuatro elementos atmosféricos.

De esta gliptografía de La Poza del Mero, el pintor Róger Pérez de la Rocha realizó en 1999 una nueva versión mural pintada en colores planos y vivos “a lo Paul klee o Miró”; colección de la Superintendencia de Bancos. Anteriormente, en 1975, había pintado su Petroglifo Ometepe, con una economía del color propio del grabado rupestre.

El libro Historia de la Pintura Nicaragüense, del investigador Jorge Eduardo Arellano, refiere que existen grabados rupestres en grutas cercanas, como La Bruja, Los Chilamos y San Francisco, y que exceptuando la serpiente, éstos tienen gran parecido entre ellos. Asimismo, según Joaquín Matillo Vila, existen antecedentes de otras cuatro expresiones rupestres. Una de éstas está en la Cueva de la Regencia, en Managua; en esta gruta están varios grabados cubiertos con pintura roja.

Otra pieza gráfica en roca está en la Peña del Toro, cerca de la península de La Pelona, en las costas chontaleñas del Gran Lago, descubiertas por Pedro Joaquín Chamorro C., en 1970; y otra, una piedra con dibujos tallados y pintados en rojo, azul y negro, en Montelimar. De estos petroglifos y pictografías el arqueólogo Luis Cuadra Cea hace una breve referencia sobre ellos.

Otro inventario de estas valiosas piedras grabadas corresponde a los Petroglifos de Estelí, que datan entre 400 y 800 años después de Cristo, y que corresponden a 21 sitios arqueológicos con 57 soportes de piedra con 211 figuras de arte rupestre grabado en bajorrelieve, ubicado en los municipios de La Trinidad, Condega, Limay, Pueblo Nuevo, y la misma ciudad cabecera. Todos documentados en el libro El registro Arqueológico de los Petroglifos de la Cuenca de Estelí, de la autoría del dibujante, grabador y arqueólogo Bayardo Gámez, y del investigador, Filiberto Cruz. Al respecto Gámez ha llevado este arte de piedra al dibujo ilustrativo.

Dibujos ancestrales

Sobre este reencuentro de la historia y la cultura del arte sobre piedra y la cosmovisión de sus artistas y comunidades, el padre Hildelberto María, en 1965, valoró que éste era un magnífico patrimonio de Estelí, que reunía toda una historia sobre la flora y la fauna, la vida cotidiana de los nativos, sus mitos, su astronomía e ideas cosmogónicas de incalculable valor, como son las piedras grabadas de Las Pintadas, Las Ánimas, Trinidad.

Otras piezas de grabados rupestres con dibujos de figuras antropomorfas, máscaras cuadradas o triangulares y otros símbolos a los que hace referencia el padre Hildelberto, publicados en la revista de cultura Praxis, No. 1, de 1971, son los dos monolitos de Diriá, en el descenso a la Laguna de Apoyo, del cual se pueden deducir que fueron focos ceremoniales de iniciación ritual y de fertilidad. Estos dibujos se encuentran repetidos en la Isla de Ometepe y en la Costa del Pacífico.

Otro sitio relevante por su antigüedad es Sébaco, que en lengua náhuatl es “Mujer Serpiente”; éste es otro asentamiento con vestigios precolombinos donde existen numerosos petroglifos como los de Chagüitillo, comentado en sus investigaciones por Hebert J. Spiden.

En la revista de antropología e historia Huellas del INC, No 2, del 2001, presenta estudios claves sobre la gliptografía de la Isla de Zapatera, con 49 sitios arqueológicos la mayoría de origen chorotega. Incluyendo la inmensa plancha de petroglifos de la Isla de El Muerto (Piedra Grande); de igual forma dejaron numerosas muestras en las zonas costeras los petroglifos de Punta Tarquita, Jesús Grande, Cerro Zompopón, Caserío de Cañas y El Águila, entre otros, con edades entre los 800 y 1,350 años.

Esta riqueza fue documentada a finales del siglo XIX, por el sueco Carl Bovallius (1849-1907), en el libro Nicaragua Antiquities, publicado en inglés, en Estocolmo, 1886.

El grabado indígena

Y este catálogo nacional del grabado indígena se amplía con cruces prehispánicas, figuras humanas, figuras zoomorfas de cabezas circulares, y signos indescifrables, conmemorando nuestra historia grabada en piedra, por los nativos nicaraos de la isla de Ometepe y Madera.

Hace cuatro años en la Sala Rodrigo Peñalba, del Palacio Nacional de Cultura, fue exhibida una muestra fotográfica, dándose a conocer que existen unos 1 mil 700 petroglifos con diferentes representaciones relacionadas con ritos y creencias religiosas, comentó en su momento el arqueólogo Edgard Espinoza, director del Museo Nacional.

En la región de la Costa Caribe Nicaragüense comenta en su blog Bayardo Gámez, se tiene la referencia de algunos petroglifos por las investigaciones de Karl Sapper en 1900 viajando por el río Coco; asimismo Eduard Conzemius en sus estudios etnográficos sobre los indios miskitos y sumos de Honduras y Nicaragua escribe sobre petroglifos observados y sobre las palabras originarias para designarlos.

En 1868, una roca con círculos y caracteres redondos y curvos, también fueron vistas en la plaza de Acoyapa Chontales; y descrito por el naturalista Tomás Belt (Belt, 1868:43).

Y finalmente tenemos Las Huellas de Acahualinca, “nuestro más original grabado humano y de animales en estampida sobre tierra”, que sin pretender ser arte sino acción espontánea de sobrevivencia éstas quedaron impresas en la memoria colectiva humana para la posteridad.

Grabado en jícaras y otros objetos

Según cronistas como Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, los nativos tenían costumbre de utilizar las pieles de los venados como soporten para sus ilustraciones en rojo y negro (códices, mapas de sus territorios o pinturas); también el cronista guatemalteco (S.XVIII), Francisco de Fuentes y Guzmán, habla de un códice tallado en madera, con dibujos a tintas de ocho cuadros, dispuestos como los negativos de una película fotográfica, que se suponen relatan acontecimientos bélicos.

Pero la que refirma plásticamente su arte, uso utilitario y su gran popularidad a finales del siglo XIX, es la jícara grabada o el típico huacal: En 1897, años de la revolución liberal, el gobierno del presidente José Santos Zelaya fue invitado a Guatemala, para que participara en una exposición centroamericana de arte.

Una década antes el pasado gobierno conservador había mandado unas mil piezas a España, por lo que no contaba con obras precolombinas y coloniales apreciables; ante esta realidad decidió enviar una muestra representativa de jícaras labradas con preciosa filigrana, las cuales tenían grabados pájaros y flores nacionales. Así la inventiva y nuestro calado en jícara dejó impresa sus huellas primitivas. Lo que posiblemente no vieron los organizadores era que este arte del grabado en jícara se extendía a otros objetos populares, como las maracas, también hechas con jícaras.

El arte de grabar en barro

El grabado del artesano lo llevó al barro y la cerámica, asimismo ha venido realizando el pirograbado en albardas de cuero de res, venado o lagarto, decorando botas y carteras, o llevando a cuadros de pequeños formatos sus paisajes, caseríos e iglesias.

Estas manifestaciones también se siguen cultivando con igual esmero como arte del grabado anónimo y popular, en piezas decorativas con soporte de carey, en pulseras, collares, anillos, producidos por artesanos de la Costa del Caribe. Valga recordar que la producción de nuestros nativos, además de las jícaras labradas, estaban las vasijas de barro, las tinajas, los objetos de oro y cuero, petates, hamacas, trabajadas a mano.

De este arte utilitario figurativo, nuestro insigne poeta Rubén Darío lo elogió en 1909, cuando escribió: “Tales labores he mostrado yo a mis amigos europeos, que las han comparado con manufacturas de Tifany ó Froment-Meurice. Escultores y pintores hay asimismo que sin haber frecuentado nunca talleres ni museos, pues no han salido del país, producen obras que me han causado sorpresa y admiración”.

La Prensa Literaria

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí