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LA PRENSA/Archivo

La novela del dictador

Nuevas interrogantes sobre la novela Réquiem en Castilla del Oro, de Julio Valle-Castillo, en su tercera edición A propósito de la tercera edición de esta novela posmoderna del escritor Julio Valle-Castillo, queremos abordar la figura del dictador que tantos males ha causado en Latinoamérica. Réquiem… es un aporte valiosísimo a la historia de la novela […]

  • Nuevas interrogantes sobre la novela Réquiem en Castilla del Oro, de Julio Valle-Castillo, en su tercera edición

A propósito de la tercera edición de esta novela posmoderna del escritor Julio Valle-Castillo, queremos abordar la figura del dictador que tantos males ha causado en Latinoamérica. Réquiem… es un aporte valiosísimo a la historia de la novela nicaragüense por el manejo de la parodia, la presencia del humor negro, el carnaval y los elementos escatológicos y lúdicos. El discurso se inicia con la celebración de una Misa de Réquiem en homenaje a una ilustre figura fallecida: el más famoso sanguinario gobernador de León y de Panamá, Pedrarias Dávila.

Este trabajo está en deuda con los postulados de Gerad Genette, Linda Hutcheon, M. Bajtín y sobre todo con la obra the politic and poetic of transgressions de Peter Stallibrass y Allan White cuyos estudios han renovado y contribuido con nuevos enfoques el campo de la narratología. La novela se inicia con un milagro sucedido a la hora del entierro de Pedrarias cuando un amigo, al abrazar el cadáver del tirano antes de enterrarlo, después de tres días de fallecido, el cuerpo todavía está caliente y el supuesto occiso se quita los vendajes y la mortaja para continuar viviendo. Ante este milagro Pedrarias promete llevar su ataúd a todas partes para celebrar una Misa de Réquiem. Valle Castillo deconstruye el discurso histórico oficial para reescribir la historia del siniestro personaje. Se establece así un efectivo diálogo entre la literatura y la historia, una recreación del pasado, ocasión que el escritor aprovecha para transgredirla.

Linda Hutcheon afirma que el pasado sólo podemos conocerlo a través de diversos textos y por lo tanto, pertenece al campo de lo literario, de modo que la historia no es un récord transparente de ninguna verdad segura. (1968: 128-129) Agrega que al reconocer la inevitable textualidad de la historia, ésta es susceptible de ser cuestionada, parodiada y transgredida, como lo hace Valle-Castillo, quien, al resucitar la figura de Pedrarias perenniza a los dictadores posteriores: “¡¡¡Furor Dómine!!! fue el primer promotor del progreso en Nicaragua ¡el primer dictador! / introdujo los chanchos en Nicaragua, sí es cierto: `Cavallos e yeguas vacas e ovejas/ e puercos e otros ganados`”.

En el mundo representado abundan las fechas, asesinatos y traiciones. Sobresale el origen del caudillo y la introducción a Nicaragua de los chanchos que, traídos por Pedrarias, en el aspecto político, grotescamente, convertirán a Nicaragua en una gran chanchera (los políticos que han rodeado a los dictadores de turno). En este mundo donde predomina la podredumbre, lo hediondo, lo escatológico, sobresale la ascendencia judía de Pedrarias remarcada con los cerdos hambrientos que se refocilaban en la piara. Después de hartarse “dormían chapaleándose en el lodo tibio. Los chanchos negros y blancos se alborotaban queriendo encajarse en las hembras, desinflando los abdómenes, roncando y suspirando como encantados, aspirando su hedor nauseabundo”(13).

Esta escena grotesca la contempla Pedrarias con gran fascinación regocijándose de verlos revolcarse en el lodazal y éstos, apenas ingresaba su padre protector, empezaban a resollar y revolcarse en el lodo espeso. Aquí creemos pertinente referirnos al concepto de lo “alto” y “lo bajo” según las categorías del discurso carnavalesco de Bajtín. La idea del carnaval en el cual se privilegiaba lo bajo en oposición a lo alto, podemos definirlo en estos términos: El carnaval no es una característica de ritual de la cultura europea, sino un modo de entender los discursos académicos y artísticos de nuestro tiempo.

La risa carnavalesca colectiva es lo que Bajtín llama “realismo grotesco”, sobresaliendo los orificios del cuerpo carnavalesco. Dice el teórico ruso que en él se enfatizan boca, nariz, ano, estómago, nalgas, pies y genitales a los cuales se les da prioridad sobre las regiones superiores: cabeza, espíritu y razón. (1968: 109) Lo sucio y escatológico, lo observamos en este trozo:

“¡Oh Magnus Porcus, Magnus Porcus! Proseguía, ¡vos le daréis a esta provincia de Nicaragua una luenga descendencia como los astros de su cielo y como las arenas de la laguna, y le daréis sustento y alimento por los siglos de los siglos!.

-Amén.

Vos, la Morruga y yo haremos de Nicaragua toda una piara…

La provincia será una inmensa Morruga. Cada casa tendrá su pocilga, en cada ciudad se hará una pocilga. Yo protegeré a tus lechones. (137-138)

Peter Stallibrass al disertar sobre la semiótica del cerdo, analiza su relación con lo “bajo grotesco”, y afirma que a diferencia de otros animales, los cerdos se exhiben en las plazas, chiqueros o en las ferias. Refiere que se alimenta de excrementos humanos, desperdicios o “machigües” como lo emplea Valle-Castillo en su novela. A diferencia de las ovejas, gallinas y vacas, el cerdo sólo es útil cuando muere. Además, se le relaciona con lo demoníaco. Recordemos que Cristo echa mediante su palabra los malos espíritus del hombre que sufría el ataque de ellos. No está muy claro si los malos y sucios espíritus fueron desplazados del hombre a los cerdos. El narrador dice:

Pedrarias Dávila, en cruz pusiste a Jesús, siendo tú allí capitán porque eres judío segoviano que presume de cristiano viejo. Marrano dedicado a la crianza y sacrificio de cerdos, de chanchos y a propiciar chanchadas y chancheros. (171)

Adicionalmente, dentro del discurso cristiano, la conjunción de judíos y cerdos fue particularmente usado como símbolo anti-semita. En la antigua Grecia se le llamaba “porcellus” a la genitalia femenina. En pinturas impresas se presentaba a un judío rodeado de cerdos y a otro mamando de las tetas de una chancha y en una pintura de 1600 en Frankfurt aparece un judío chupando la cola de una marrana y a otro comiendo sus excrementos.

La muerte de Pedrarias en 1530 y la de Somoza (1956) se relacionan. Ambos se tornan un mismo personaje. Somoza es el doble de Pedrarias:

“En estos últimos siglos, Pedrarias pregunta incansablemente a su ayudante: ¿Puso el telegrama al yanque? ¿Envió ofrenda floral al yanque? “No hay forma de que se lave tantas iniquidades ni hay forma de que se muera el capitán general y gobernador Pedro Arias Dávila. (297)…Está muerto (Somoza); pasa hasta un año haciéndose el muerto y a lo sumo la Radio Nacional llega a aceptar que su estado de salud es crítico… Cuando llevaba tres años en total estado de descomposición que ni hedía o nos habíamos acostumbrado al hedor”. (296)

“Él no muere y por eso estamos como estamos, en este estado y éste es el estado de cosas en el estado de descomposición tan avanzado en el que estamos”. (299)

Somoza-Pedrarias resucita: “Tengo hambre”…“Estoy aburrido de estar muerto, quiero una cocacola con hielo. Díganle a mi hijo que se vaya a la mierda” (32). Valle-Castillo finaliza con el realismo virtual: la conversación con el dinosaurio que surge de la pantalla de la computadora para reclamarle que todavía está allí, redivivo, resucitado, siniestro y que dice llamarse Pedrarias, quien le reclama de la siguiente manera:

—¿Ya terminaste de cantarme el Réquiem del año?

Yo oprimí varias veces la tecla SUPR, SUP, SUPR y no pude borrarlo.

Finalmente, para Valle-Castillo, el genial cuento de Augusto Monterroso, se ha hecho realidad en Nicaragua y cuando despertemos los nicaragüenses, el dinosaurio todavía estará allí “For Ever”.

La Prensa Literaria

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