I
Desde la Trompa del Cailagua el agua se divisa; los chilamates enredados con el matapalo como tocando el agua, embrocados, de lejos. Llegan crías del sol al cráter. Pasan por el bajadero de Monimbó pescadores, mujeres, chavalos.
II
En la orilla de la playa el plaás, plaás, plaás de las lavanderas con pezones morenos al aire (en el borde del gran hueco de la laguna el viento zumba). Aguas que cambian de color según la época y el tiempo: verde-plomo, plomo-verde, claro-verde, verde-claro; verde, verde, verde.
III
También cambian las que lavan en las piedras: llegan trigueñas, olorosas a santol, ramalilas en el pelo y a los meses piel brillante, tostadas, con el talayo cenizo y penetrado en sus manos y sus piernas. Iguanas jelequemeñas, escamosas y panzonas y garrobos bajo el sol agarrados de las peñas.
IV
Abajo el pescador en la poza o gamalote o la costa con atarraya atisbando cardumen de guabinas, mojarras y guapotes-laguneros. Zanates, tórtolas, pijules, chichiltotes y güises se desprenden a beber desde los guanacastes, jiñocuabos y pochotes. Canto verde en el tiempo y la resolana.
V
En la tarde todo quieto. Se van los pescadores, callados, buscando espíritus y pensando en la mujer, los chavalos, la vida, pensando en la Revolución.
VI
Las lavanderas suben por los bajaderos, lindas se ven en largos surcos con motetes de ropa ajena en la cabeza, jadeando; y se siente el olor a santol, un olor a mujer.