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Sydney Pollack del teatro al cine

En el período clásico de Hollywood (1914-1968), los directores de cine aprendían su oficio desempeñando una variedad de funciones dentro del engranaje de producción cinematográfica (camarógrafo, extra, director de segunda unidad, guionista, montador, etc.). Durante el colapso del sistema de los grandes estudios en la década de 1960, que dio paso a un entorno de […]

En el período clásico de Hollywood (1914-1968), los directores de cine aprendían su oficio desempeñando una variedad de funciones dentro del engranaje de producción cinematográfica (camarógrafo, extra, director de segunda unidad, guionista, montador, etc.).

Durante el colapso del sistema de los grandes estudios en la década de 1960, que dio paso a un entorno de producción más descentralizado (el Nuevo Hollywood), surgió una nueva generación de directores provenientes de la televisión.

Si bien ninguno de ellos logró la prominencia de los directores de la siguiente generación (graduados en las escuelas de cine de las universidades: Coppola, Scorsese, Spielberg…), muchos lograron realizar al menos un filme premiado con el Oscar: Norman Jewison (Al filo de la noche, 1967), Franklin J. Schaffner (Patton, 1970), William Friedkin (Contacto en Francia, 1971), George Roy Hill (El golpe, 1973) y Sydney Pollack (África mía/Memorias de África, 1985).

Pollack fallecido el 26 de mayo recién pasado, se inició en el mundo del arte como actor de teatro en Nueva York. Del teatro pasó a la televisión, donde en 1959 actuó en una versión televisiva para la serie Playhouse 90 de Por quién doblan las campanas (con Maria Schell y Jason Robards, Jr.) dirigida por John Frankenheimer. Frankenheimer lo contrató como asesor de diálogos para su segunda película cinematográfica, Los jóvenes salvajes (1961).

Antes de pasar al cine, dirigió episodios en algunas de las mejores series de televisión de Estados Unidos, como Los defensores, El fugitivo, La ciudad desnuda y Ben Casey. Su primera película como director de cine fue Con la vida en un hilo (1965), en la que Sydney Portier interpretó a un socorrista que trata de mantener en el teléfono a una mujer dispuesta a suicidarse (Anne Bancroft).

Su mejor película es una de sus menos conocidas: They Shoot Horses, Don’t They? (1969; Baile de ilusiones; Danzad, danzad malditos), sobre un maratón de baile durante la Gran Depresión económica de los años treinta. La película, una analogía de la febril competitividad del capitalismo estadounidense, alcanza una intensidad dramática fuera de serie y demostró que Jane Fonda era la mejor actriz dramática de su generación.

Pollack (nacido el 1 de julio de 1934 en la ciudad de Lafayette, estado de Indiana; de ascendencia ruso-judía) debutó en el cine como actor en War Hunt (El que mató por placer; 1961), en la que tuvo como compañero de reparto a Robert Redford, al que habría de dirigir en siete películas. Pero a pesar de su talento como director de actores, Pollack no logró nunca que Redford proyectara más de lo que estaba en el guión, a diferencia de otros actores que marcan con tinta indeleble a sus personajes (pensemos en Jack Nicholson en Atrapado sin salida, Dustin Hoffman en Perdidos en la noche o Gene Hackman en Contacto en Francia).

En algunas de las películas que hicieron juntos, como The Way We Were y África mía, Redford aportó su indiscutible apostura física, pero cualquier otro actor, con características físicas similares y experiencia en el oficio, habría podido asumir ambos personajes sin alterarlos. Otros (un Mel Gibson, un William Hurt, un Paul Newman) los habrían enriquecido.

No obstante, Pollack dirigió a Redford en una de sus películas más interesante, Los tres días del Cóndor, en la que Redford interpreta a un “lector” de la CIA que descubre un complot de la organización para invadir un país del Medio Oriente. La película, perteneciente al género de thrillers políticos, resulta más interesante hoy que en la época de su estreno. La frase de Redford: “Petróleo, ¡Todo es por el petróleo!; ¿Por qué? ¿Por qué?” es tan inquietante como la respuesta de Max Von Sydow, como un asesino de la CIA: “Nunca pienso en términos de por qué; pienso en términos de cuándo y dónde”.

The Way We Were (Nuestros años felices, 1973) es una historia de amor en el contexto de la histeria anticomunista de los primeros años de la Guerra Fría. Barbra Streisand, como una mujer desesperada al advertir que su relación con el “hombre ideal” se deforma y se apaga, nos da una de esas actuaciones súper intensas que constituían un reto a la Academia. La canción (en la voz de la Streisand) sigue siendo muy popular.

A pesar del Oscar obtenido como mejor película y el talento interpretativo de Meryl Streep, Out of Africa (África mía) no logra transmitir la compleja personalidad de su protagonista, la escritora danesa Karen Blixen (conocida como Isak Dinesen), en cuyos escritos se basa la película. Con imponentes vistas de África e inolvidable partitura de John Barry, África mía es una de las pocas películas que yo llamaría “esteticistas”, al acentuar la belleza visual por encima de la fuerza del contenido. La película se hubiera beneficiado con un guión más sólido y una actriz que reflejara mejor la excentricidad del personaje. Siempre pensé que Sian Phillips (ex esposa de Peter O’toole) habría sido la Dinesen ideal.

Como es usual en estos tiempos de producción descentralizada en que los directores suelen producir sus películas, la noche de los Oscar, Pollack se llevó a casa dos estatuillas, una como productor y otra como director. Hablando del oficio de productor (una especie de gerente de proyecto), el realizador dijo en una ocasión: “Lo malo y lo bueno de ser productor es que si la película es mala, nadie te echa la culpa; pero si es buena, nadie te reconoce el mérito”.

La mejor colaboración Pollack/Redford es Jeremiah Jonson (1972), filmada en las montañas nevada del estado de Utah, sobre un cazador de pieles que sufre los rigores de la vida lejos de la civilización y la brutalidad de los conflictos entre los blancos y los indígenas. Redford está bien pero demasiado acicalado para el entorno. Se añora la presencia de un actor más áspero, de ésos que se metan debajo de la piel de sus personajes, como Burt Lancaster o Richard Harris.

Uno de los grandes éxitos comerciales de Pollack fue Tootsie, con Dustin Hoffman como un actor sin trabajo que alcanza la fama en la televisión interpretando un personaje femenino que, poco a poco, se apodera de su vida privada. Como las viejas comedias de Howard Hawks, el filme cuestiona la validez de los roles tradicionalmente asignados a los hombres y las mujeres.

En 2005 Pollack regresó al thriller político con La intérprete (protagonizada por Nicole Kidman y Sean Penn), filmada en el edificio de Naciones Unidas en Nueva York.

Como actor en filmes de otros directores, intervino en Ojos bien cerrados (1999) de Stanley Kubrick, y en la enredadísima Michale Clayton (2007) de George Clooney.

La Prensa Literaria

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