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Lo que Dios ha unido, ¡que no lo separe el hombre!

“En nombre de la libertad debe haber una correlación entre derechos y deberes, por la cual cada persona está llamada a asumir la responsabilidad de sus opciones, tomadas al entrar en relación con los otros”. (Benedicto XVI) A un país centroamericano se presentó un cantante extranjero que padecía de cierta parálisis física, quien debutó acompañado […]

“En nombre de la libertad debe haber una correlación entre derechos y deberes, por la cual cada persona está llamada a asumir la responsabilidad de sus opciones, tomadas al entrar en relación con los otros”.

(Benedicto XVI)

A un país centroamericano se presentó un cantante extranjero que padecía de cierta parálisis física, quien debutó acompañado de una orquesta del país visitado. La función produjo muchas ganancias, pero el artista huyó sin pagar un centavo al equipo musical, cuyos integrantes, pudiéndolo detener a tiempo, lo dejaron escapar “¡por tratarse de un pobre inválido!”

Toda relación entre seres humanos, aún aquéllas que no son de tipo estrictamente laboral o comercial, está basada, en cierta forma y medida, en el intercambio de derechos y deberes mutuos. Un derecho supone un deber, como un deber lleva implícito un derecho correspondiente.

Ser responsable es también hacer a los otros responsables. No reclamar nuestros legítimos derechos podría contribuir a que la maldad se propague más y más en este mundo. En muchos casos no protestar, no exigir o demandar no sólo resulta perjudicial para nosotros mismos, sino también, a veces más todavía, para quienes pretenden o de hecho se atreven a conculcar nuestros justos derechos.

Nadie puede alegar razones de enfermedad, limitación o minusvalía para cometer injusticias, evadir responsabilidades o incumplir el propio deber. Una deficiencia física no autoriza a robar ni dispensa cubrir obligaciones o compromisos adquiridos cuando ésta no afecta en nada el normal desenvolvimiento de las restantes facultades humanas.

Educar en el sentido de exigir sus reales derechos a los hijos o alumnos a nuestro cargo, está bien, pero siempre que esta educación vaya acompañada de formar a los futuros ciudadanos en el estricto cumplimiento de los deberes que, tanto a nivel individual como social, le hagan merecer el calificativo de persona responsable.

El derecho sin el deber fomenta agitadores e insubordinados; el deber sin el derecho, esclavos y serviles, adoradores del amo. En ambos casos se alimentan la injusticia y la desarmonía. El que mira demasiado sus derechos tiende a exigir todo, pide sin preocuparse tanto de dar algo.

Si “el respeto al derecho ajeno es la paz”, el cumplimiento del deber es la justicia. Y si “la justicia y la paz se besan”, entonces… “¡lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre!”

Religión y Fe

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