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El caballero de la noche: alegoría de nuestros tiempos

Desde hace unos treinta años, las películas de acción estadounidenses están experimentando un proceso galopante de “deshumanización”. El origen de este proceso son los videojuegos, que han influido en el cine y marcado la sensibilidad de las generaciones jóvenes. Las características de este cine son secuencias y planos muy breves, acción trepidante (persecuciones, asesinatos, explosiones…) […]

Desde hace unos treinta años, las películas de acción estadounidenses están experimentando un proceso galopante de “deshumanización”. El origen de este proceso son los videojuegos, que han influido en el cine y marcado la sensibilidad de las generaciones jóvenes.

Las características de este cine son secuencias y planos muy breves, acción trepidante (persecuciones, asesinatos, explosiones…) con efectos especiales de alta tecnología y abundancia de argumentos secundarios, con poco espacio para el desarrollo de los personajes. Un sector importante de este tipo de cine lo constituyen las películas inspiradas en las historietas gráficas, que se han convertido en un subgénero del cine de aventuras.

El caballero de la noche (The Dark Knight), la sexta película de la serie de Batman producida por la Warner Bros., marca un hito en el desarrollo del cine hiperquinético. El tono es estridente, como si una sinfonía fuese compuesta para ser ejecutada únicamente en fortísimo.

Tanto Batman (que debutó en 1939) como Supermán (introducido en el primer número de Action Comics en 1938), los dos superhéroes más famosos de las historietas gráficas, son propiedad intelectual de DC Comics, subsidiaria, junto con la Warner Bros., de Time-Warner, el conglomerado de medios de comunicación y entretenimiento más grande del mundo. La Warner y DC Comics coprodujeron la película.

Los amantes del cine recordarán con placer la secuencia de Superman (1978) en que el protagonista (Christopher Reeve) vuela sobre Metrópolis llevando de la mano a la extasiada Lois Lane (Margot Kidder). Este interludio sensual (como la travesía en globo de Cantinflas y David Niven en La vuelta al mundo en 80 días) no aporta nada al argumento, pero da a esa película, junto con otras secuencias similares, su equilibrio rítmico. El ritmo acelerado de El caballero de la noche no da tregua al espectador. Con un sentido utilitarista del cine, todo lo que aparece en pantalla hace avanzar la trama y la menor distracción puede hacer que se pierda el hilo argumental.

El triángulo amoroso entre el multimillonario Bruce Wayne/Batman (Christian Bale), el fiscal de distrito Harvey Dent (Aaron Eckhart) y su asistente, Rachel Dawes (Maggie Gyllenhall), que habría ocupado una posición prominente en una película de aventuras con sentido dramático más tradicional (como, por ejemplo, Mentiras verdaderas, cuyo foco de atención son los problemas de pareja de Arnold Schwarzenegger y Jaime Lee Curtis), es absorbido por el espiral de violencia que constituye el eje central de la película.

El director, productor y coguionista de El caballero de la noche, Christopher Nolan (quien también dirigió Batman begins), explota al máximo los recursos técnicos del cine. Pero el aprovechamiento de la tecnología no siempre implica el logro de un estilo personal, como sucedía con Hitchcock, Fellini o Coppola, grandes técnicos pero al mismo tiempo, auténticos creadores cuyas películas llevan su sello distintivo. Habrá que monitorear la carrera de Nolan en el futuro para determinar si se trata de un hábil artesano (con recursos multimillonarios a su disposición) o un verdadero “autor”.

La película es rescatada, como suele suceder en las buenas películas de aventuras, por la efectividad del villano principal. El Guasón, interpretado por el desaparecido Heath Ledger (El Secreto de la Montaña), pasará a la posteridad como uno de los grandes villanos del cine. Un personaje realmente diabólico cuyo único interés es hacer el mal al mayor número de personas en el menor tiempo posible. Domina el filme a tal punto que el protagonista oficial se convierte en un personaje secundario.

Es obvio que el Guasón está concebido como personaje de múltiples lecturas con alusiones a la situación mundial del presente. Actúa como un terrorista, libre de las ataduras que implica cualquier forma de poder institucionalizado. Pero su carencia total de ideología o convicciones lo acerca más a una personificación extrema del mal casi metafísica. Para él, el mal es un fin en sí mismo. El Guasón representa el caos total. Sus efectos se propagan como los de una enfermedad incurable, ajena a toda lógica o razonamiento.

El filme explora periféricamente las formas en que las fuerzas del orden pueden lidiar con un enemigo totalmente imprevisible, incluso violando las normas de convivencia que las atan y debilitan, pero que constituyen la razón de ser de un Estado de derecho, y las consecuencias de actuar fuera de esas normas.

Si bien El caballero de la noche promueve este tipo de interpretaciones, no es una película que amerite ser tomada como punto de partida de discusiones políticas. Su verdadero propósito es mantener al espectador al borde de su asiento y decuplicar los millones invertidos en su producción (¿sobrepasará a Titanic como la película más taquillera de todos los tiempos?). Es innegable que el exceso de efectos visuales y sonoros sobrecoge al espectador, pero el impacto del filme se desvanece rápidamente una vez que se abandona la sala.

Al menos, una frase de Harvey Dent es digna de llevar a casa: “Los héroes o mueren jóvenes o se convierten en villanos”.

La Prensa Literaria

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