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Escena de la obra Muerte arriba del joven creador Mick Sarria.

Nuestro teatro urbano

El teatro urbano es una tendencia moderna dentro de la dramaturgia. Un texto dramático puede, en todos los sentidos de la teatralidad, plantar la obra en el ámbito de la ciudad, pero esto no significa que sea urbano. El teatro urbano nace como tal, a partir de las contradicciones de una tradicional clase aristocrática y […]

El teatro urbano es una tendencia moderna dentro de la dramaturgia. Un texto dramático puede, en todos los sentidos de la teatralidad, plantar la obra en el ámbito de la ciudad, pero esto no significa que sea urbano. El teatro urbano nace como tal, a partir de las contradicciones de una tradicional clase aristocrática y la pujante burguesía, en contraposición de una masa proletaria.

El teatro urbano es esencialmente ideológico, en función de lo social, que se dan en la relaciones cotidianas y materiales de la vida. El teatro urbano no habla de quien vive en la ciudad, sino de cómo se vive en ella; es causa y efecto, represión o libertad, es un calidoscopio de la sociedad moderna.

La obra Muerte arriba del grupo teatral MOLA de Matagalpa, nos presenta una puesta en escena expresiva, fluida y cruda del mundo urbano nicaragüense. Muerte arriba se centra en la historia de Mateo y el mundo de las pandillas como expresión violenta de su vida exterior, es decir, sus relaciones familiares y sociales, pero inminentemente dolorosa y afectiva en su yo interior. Es un personaje que se desdobla en varios Mateo y nos presenta un mosaico de vida, donde el trauma del abuso y la carencia de afecto le ha negado una vida para vivir plenamente.

Mick Sarria, autor y director de Muerte arriba, le da a su puesta en escena una gran fuerza dramática, porque logra una gestualidad y simbología de lo urbano. No es una puesta en escena convencional, tampoco una obra de pandilleros; sino el problema humano de las pandillas como expresión y símbolo de la violencia social. La fabulación de la trama es una exposición descarnada del ser y el actuar social, donde la violencia misma deja de ser violencia para convertirse en un sentimiento de miedo y de maldad.

Si la fábula con su moraleja humaniza al animal; en Muerte arriba la fabulación de la trama bestializa al ser humano; pero en un grado mayor. Lo bestia del animal es a su naturaleza parte de su ser. La bestialización en el ser humano, no es solamente dejar de ser, sino el convertirse en una bestia social, que oscila entre la violencia política que produce la delincuencia y la criminalidad. Es por eso que Muerte arriba, más que la historia de un pandillero, es la historia conceptual de la violencia como institución social

Muerte arriba, del joven creador Mick Sarria, nos muestra los conocimientos adquiridos de Allan Bolt, reconocido por todos, como maestro y renovador del teatro nacional, pero apropiados de una forma original, con un estilo propio que se manifiesta en la geometría del espacio escénico, cuya única escenografía son unos barriles, símbolo y connotación de lo urbano.

Muerte arriba es una obra, que por su contenido y concepción del montaje, viene a darnos otra propuesta de búsqueda e imaginación dramática, donde la crueldad asume como filo de cuchillo la sensibilidad del espectador. Sobre todo es una propuesta crítica de cómo hacemos de la violencia una actitud de vida, de un pueblo que se enfrenta a su historia, a una sociedad cada vez más domesticada. Y qué mejor que el teatro para hablar, para reflexionar, a como dice Darío Fo, Premio Nobel de Teatro: “Para el pueblo, el teatro ha sido siempre el medio principal de expresión, de comunicación, pero también de provocación y de agitación de ideas”. Y eso hace Muerte arriba, provocarnos, para que pensemos, para que el teatro nos proponga otra actitud hacia la vida.

La Prensa Literaria

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