14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Ofrenda a Karel Ancert

Karen Ancert (Tucapy 1908-Toronto 1973) es un dilecto checo. Sin embargo, siéndolo por travesía comprobada, aparece con luz precaria en el firmamento internacional donde habitan los señoríos y los mitos de la conducción orquestal contemporánea. Escribo sobre él a propósito de la acción encabezada en comité movido por las palancas de la espontaneidad, del puro […]

Karen Ancert (Tucapy 1908-Toronto 1973) es un dilecto checo. Sin embargo, siéndolo por travesía comprobada, aparece con luz precaria en el firmamento internacional donde habitan los señoríos y los mitos de la conducción orquestal contemporánea.

Escribo sobre él a propósito de la acción encabezada en comité movido por las palancas de la espontaneidad, del puro afecto a su causa, por los admiradores de su gesta con la batuta y por los admiradores también de la música de Igor Stravinsky (San Petersburgo 1882-Nueva York 1971). En este loable y vivo pergamino circundante por donde se prenda una noche de concierto y de baile, están puestos —selectivamente— los temas escritos especialmente para el ballet por este genial creador de lo moduloso y ritmado en honor al movimiento humano, a sus pasos, a sus infinitos recursos. El alma y el cuerpo en los rigurosos escenarios donde jamás dejará de brillar la luz de este género, que como el de la ópera, no languidece, mucho menos se apaga.

Por supuesto no sólo se trata de poner al ruso como solista en la explicación de que ha sido universalmente reconocido, se trata de destacar con nivel de protagonista en la ofrenda al guiador de los intérpretes con óptima apología de la música de Stravinsky, de la cual fue un especialista, su ícono en el atril. De ahí la vinculación histórica entre los dos contemporáneos.

La más inclinada faceta de Karen Ancert tuvo que ver mucho con esa dedicación vigente desde el comienzo hasta el final para el compositor que como él murió en tierras extrañas por las cosas del destino. Ancert en Toronto. Stravinsky en la ya citada urbe de Estados Unidos.

El checo a través de la magia de esa diminuta y poco perceptible batuta fue el gran divulgador del ballet descriptivista, impresionista de un mundo compartido, anímicamente vivido. Aparece pues en el homenaje Stravinsky como un efecto de la consagración, de la entrega específica hacia él por parte de Ancert, aunque en el fondo sean los dos los personajes principales por estar estrechamente ligados, uno como autor, otro como director, cada uno en su nivel para que las nuevas generaciones los valoren y sopesen, al primero por ser el guardador de las huellas de Debussy, influido por la serialidad de la música dodecafónica, al segundo análogo en el tiempo con Toscanini, porque está cumpliendo 100 años de haber nacido.

Karen dejó el membrete umbilical en Tucapy, cuya marquesina con todos los encantos de la gracia natal tuvo que abandonar no porque lo haya querido (tampoco Stravinsky quiso abandonar su Petersburgo) sino porque así lo impusieron las circunstancias y los ideales. Desde 1950 ocupó el podio de la orquesta filarmónica checa a la que convirtió en una sobresaliente organización, de las mejores en el continente.

La Prensa Literaria

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí