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Tributo a Pavarotti

Luciano Pavarotti (1935-2007), el legendario tenor lírico italiano que falleció el 6 de septiembre del año pasado, ha sido uno de los más populares cantantes de ópera del siglo XX, por no decir el más popular de todos, gracias a su extraordinaria voz, su carisma, sus grabaciones y su asociación con Plácido Domingo y José […]

Luciano Pavarotti (1935-2007), el legendario tenor lírico italiano que falleció el 6 de septiembre del año pasado, ha sido uno de los más populares cantantes de ópera del siglo XX, por no decir el más popular de todos, gracias a su extraordinaria voz, su carisma, sus grabaciones y su asociación con Plácido Domingo y José Carreras, como Los Tres Tenores. Pavarotti, mayor seis años que Domingo y once que Carreras, se compaginó con ellos en sus presentaciones ante públicos masivos, pero los tres tenores cayeron en extravagancias ajenas al verdadero arte de la ópera.

El sábado 18 recién pasado, con el patrocinio de la Embajada de Italia, el Grupo Lírico Nicaragüense le rindió un homenaje a Luciano Pavarotti, en una presentación en el Teatro Nacional Rubén Darío, en la que participaron las sopranos Elisa Picado y Lizbeth Berríos, la mezzosoprano Erling Mora, los tenores Laureano Ortega y José Luis Argüello, y los barítonos Alberto San José (también director del Grupo Lírico) y Mario Rocha, respaldados por la pianista Lilian Aguilera y cinco músicos. El programa incluyó principalmente arias y duetos de óperas y operetas, y también canciones, principalmente algunas canciones napolitanas (como Torna a Surriento y O sole mio) y la bien popular Matinatta de Leoncavallo, que no es canción napolitana.

Entre los cantantes del Grupo Lírico Nicaragüense que se presentaron en esta conmemoración, se destacaron la soprano Elisa Picado y el tenor Laureano Ortega, quien inicialmente cantó el aria Recóndita armonía de la ópera Tosca de Puccini y más adelante, con Elisa, el dueto O soave fanciulla de la ópera La bohéme de Puccini, después que Elisa había cantado, de forma impresionante, Un bel dí de la ópera Madama Butterfly, también de Puccini.

En Recóndita armonía, Laureano lució desigual en su timbre y corto en el fraseo, pero se recuperó en O soave fanciulla, al terminar ese dueto en un unísono do sobreagudo con Elisa. Laureano es un muchacho simpático, sumamente amable y carismático en su presencia. Poseedor de una bella voz de tenor lírico, Laureano tiene más que dar, pero tiene que perfeccionar su técnica vocal. Elisa es un torrente de voz tan hermosa como ella misma; de voz potente, sensual y vibrante como la de la legendaria Leontyne Price, esa voz suena como la de una soprano lírico-spinto, flotando y llenando el teatro con facilidad. Simplemente maravillosa!

En esta misma presentación, se destacaron también la soprano Lizbeth Berríos y la mezzosoprano Erling Mora, pero no así el tenor José Luis Argüello, ni los barítonos Alberto San José y Mario Rocha, porque —debo ser objetivo— los tres tienen problemas en su vibrato y, desde luego, en buena parte debido a la técnica respiratoria.

Alberto tiene una voz brillante, que por su claridad, luce más como una voz de tenor dramático que como de barítono, o tal vez se encuentra en una especie de voz denominada baritenor, lo que era realmente el célebre cantante wagneriano Lauritz Melchior (1890-1973). Pero esto no es tampoco extraño en el mundo de la ópera, ya que podemos mencionar algunos celebrados barítonos, cuyas voces han lucido o lucen más bien claras que graves: el italiano Giuseppe Valdengo (1914-2007), el austríaco Eberhard Waechter (1929-1992), el alemán Hermann Prey (1929-1998) y actualmente el sueco Ingvar Wixell (1931-).

A Mario Rocha, que no estaba en forma, lamentablemente se le quebró la voz en el aria Di Provenza il mar de la ópera La Traviata, al tratar de emitir el fa por encima del pentagrama en la frase Dio mi guidó!, que al repetirse inmediatamente se eleva a un sol, notas que no son ninguna dificultad para la tesitura de un barítono, que en este caso debe ser un barítono dramático. Estos inconvenientes no son perdonados en los grandes teatros de ópera. En una ocasión, cuando cantaba en un teatro italiano, María Callas no estaba bien de su voz y al fallarle, le tiraron tomates. La Callas, desde luego molesta, preguntó de dónde obtuvieron los tomates que le tiraron, ya que no era la época de la cosecha de ese vegetal. No hace mucho, al tenor Roberto Alagna, cantando en el Teatro de La Scala en Milán, al fallarle la voz en la emisión de un agudo en la temible aria Celeste Aida, de la ópera del mismo nombre, lo abucheó el público y se vio obligado a abandonar el teatro; después, la crítica se ensañó con él como, según se cree erróneamente, si cantar fuera tan fácil, cuando se requiere mucho sacrificio para poder estar en forma y conservar la voz sana. De todas formas, en la historia de la ópera han sido incontables los casos en que a los grandes cantantes se les ha quebrado la voz o bien se han desafinado, y tanto el público como los críticos en la mayoría de los casos no son indulgentes con ellos.

El trabajo que el maestro Alberto San José ha venido desarrollando con estos jóvenes cantantes, además de felicitaciones y reconocimiento, merece un buen apoyo presupuestario de parte del Gobierno, porque la ópera no es un arte elitista, sino un arte sumamente popular, no obstante, los altos costos de su montaje.

La Prensa Literaria

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